Bolivia: Ecos del referéndum y posicionamiento del MAS
I
Pasado casi un año del triunfo del No en el referéndum modificatorio de la Constitución Política del Estado (CPE), el debate en torno a la repostulación de Evo Morales y Álvaro García Linera para un nuevo mandato continúa abierto en Bolivia. En aquella oportunidad, el oficialismo enfrentó su primer revés en las urnas en un contexto de fuerte ofensiva mediática que incluyó la invención de noticias falsas con el objetivo de erosionar la popularidad de Evo Morales. El margen de la derrota electoral fue inferior al 3% de los votos, lo que impulsó al gobierno y a las organizaciones sociales a proponer la repetición de la consulta o la activación de otros mecanismos constitucionales que permitan habilitar la repostulación del binomio presidencial.
Cumplidos diez años de gobierno del MAS, la cuestión de la sucesión presidencial se torna uno de los principales desafíos para la continuidad del proceso de cambio en Bolivia. La dificultad en la construcción de liderazgos es un asunto que ha sido decisivo en otros procesos de la nueva izquierda en la región y que ha sido saldado de manera particular en cada contexto político nacional: en Brasil con la elección de Dilma Rousseff en la que medió una intervención muy activa de Lula Da Silva, en Venezuela con la transferencia de legitimidad in extremis de Hugo Chávez a Nicolás Maduro, en Argentina con la postulación de Daniel Scioli, en Uruguay con la alternancia entre Tabaré Vázquez y Pepe Mujica.
En el caso de Bolivia, el presidente Evo Morales no ha rechazado de plano la posibilidad de disputar la repostulación dejando abierta la cuestión. En sintonía, la presidenta de la cámara de Diputados, Gabriela Montaño afirmó a fines de noviembre que se “buscarán las rutas legales y constitucionales”[1] para que el intento de reelección pueda materializarse. El referéndum de febrero de 2016 fue impulsado por la vía del voto de la mayoría en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Según la CPE, existen otras dos opciones para convocar referéndum: 1) por parte de la iniciativa ciudadana (reuniendo las firmas de al menos el 20% del electorado); 2) por parte del Presidente[2].
En este contexto, será fundamental el próximo congreso nacional del Movimiento al Socialismo (MAS) (del 15 al 17 de diciembre), donde se evaluarán las diversas resoluciones que demandan la repostulación en las elecciones generales de 2019[3], planteándose el debate en torno a los mecanismos legales que habilitarían este escenario.
II
Tres puntos son fundamentales para comprender la situación política actual del MAS y el gobierno boliviano: A) la manipulación de la prensa y la injerencia en vísperas del referéndum de febrero último; B) la debilidad política y el descrédito de los líderes de la oposición y C) el desafío de capitalizar una opinión pública que se muestra mayoritariamente positiva hacia el gobierno.
A) La campaña por el No fue liderada por un sector de los medios de comunicación que colocaron el foco mediático en el “culebrón del caso Zapata” buscando erosionar la legitimidad de Evo Morales con una denuncia por tráfico de influencias que involucraba a una ex pareja (Gabriela Zapata) quien aseguró tener un hijo no reconocido por el mandatario. Aunque semanas después del referéndum se confirmó que el supuesto hijo nunca había existido mientras que una comisión parlamentaria investigó y absolvió a Morales en el caso de tráfico de influencias[4]. Esto se da en un contexto de permanente injerencia extranjera en partidos políticos, ONGs y fundaciones y a través de ellos (o directamente) con los medios masivos, tal como lo muestran los documentos filtrados sobre Bolivia (Bolivialeaks)[5]. El impacto de esta dinámica en la política nacional explica la sanción de una ley que establece una serie de requisitos a cumplir por parte de las ONGs en el país[6].
Según datos de la encuestadora Equipos Mori[7], el 70% de bolivianos considera que los medios de comunicación manipularon la información sobre el caso Zapata y más de la mitad cree que esto influyó en los resultados finales. Por un lado, esto podría significar que buena parte de la población conoce el nivel de deshonestidad con el que operaron los medios y personas implicadas en el caso. Es decir, a pesar de la efectividad alcanzada, el descreimiento de la población podría marcar límites a esta estrategia de manipulación mediática en una elección futura[8]. Por otro lado, el hecho de que buena parte de los encuestados asuma que el resultado de la consulta obedeció en parte a la manipulación de los medios podría ser otra razón a favor de repetirla. Aun así, el oficialismo deberá calibrar certeramente los costes políticos de volver a jugar esta carta toda vez que la consulta ya fue rechazada por la ciudadanía.
B) Es evidente la desarticulación de la oposición y su progresivo descrédito. Según la mencionada encuesta, solo un 25% de los y las bolivianas considera la labor de la oposición como “muy buena o buena”. Algunas de las últimas noticias salientes sobre la derecha refieren a la vinculación de Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga con las cuentas off-shore denunciadas en los Panamá Papers, dejando en evidencia, además de la corrupción, el nulo compromiso con las instituciones y la economía de su propio país. En efecto, Samuel Doria Medina, empresario y ex candidato a presidente[9], ha sido procesado porque en 1992 desvió 21 millones de dólares del programa Focas a cuentas privadas de Funda Pro, caso que involucra a 9 personas más[10]. Los ex presidentes Tuto Quiroga y Carlos Mesa estarían también implicados en desvío de fondos vinculados a los procesos de privatización[11].
En suma, la mayor parte de la dirigencia opositora está conformada por líderes desgastados por su fuerte asociación en el imaginario colectivo con la política del pasado neoliberal boliviano y con prácticas económicas nocivas para las mayorías sociales. Estos dirigentes no han conseguido elaborar exitosamente propuestas de gobierno atractivas para el electorado exhibiendo en la última década una decadente performance electoral. Muy pocas figuras emergen como nuevos liderazgos, entre ellos sobresale la alcaldesa de El Alto, Soledad Chapetón[12], aliada de Doria Medina. En el caso del expresidente Carlos Mesa, sus chances electorales han comenzado a incluirse en las mediciones de cara al 2019, aunque por el momento el ahora vocero boliviano en el diferendo con Chile por la salida al mar declaró que no está en carrera política[13].
En este escenario, en caso de producirse la búsqueda de mecanismos legales para habilitar una nueva repostulación es de prever que el principal adversario del gobierno en esa disputa político-electoral no será directamente la oposición sino la idea fuerza de “alternancia” que será retomada como la principal bandera de estos sectores, siguiendo el derrotero que iniciaron en la campaña por el referéndum de febrero.
C) Según la mencionada encuesta, el 62% del público considera buena o muy buena la gestión del Presidente Evo Morales. Esto va en continuidad con el hecho de que en Bolivia el PBI crece por encima del 4.5% y que los programas de transferencia desde el Estado para mejorar las condiciones de vida de mayorías históricamente postergadas han sido acompañados de una economía eficiente[14]. Además, un dato fundamental es que el 13% de bolivianos que probablemente no votó por el Sí en la consulta de febrero pasado, de cualquier modo, valora como buena la gestión del MAS. Esto da cuenta del liderazgo de Evo Morales y también del compromiso y efectividad que ha tenido el MAS para satisfacer las demandas de sus representados y de las mayorías en general. La continuidad de este proyecto descansa tanto en las decisiones y acciones de la actual gestión, como en la capacidad del MAS para interpretar las nuevas realidades y necesidades derivadas de los cambios históricos que se vienen implementando.
*Por Gisela Brito y Silvina Romano para CELAG.