Homenaje a Buenaventura Durruti, a 80 años de su asesinato
El 20 de noviembre de 1936, murió Buenaventura Durruti en el frente de Madrid. Ochenta años después, la memoria y los ideales de uno de los máximos referentes del anarquismo español siguen vivos. Entrevista a su sobrino, Manuel Durruti.
Pasaron 80 años pero en Barcelona aún se respira su espíritu. Caminar por la Via Laietana es transportarse a aquel día en que el pueblo se echó a la calle para despedirse del que era su héroe. Del que dio la vida por ellos. Y no era un mesías.
José Buenaventura Durruti nació en León en el barrio de Santa Ana, en el seno de una familia de ferroviarios, todos trabajadores, todos obreros. Comenzó a adquirir conciencia de clase cuando empezó a trabajar en el taller del socialista Melchor Martínez y cuando en su adolescencia conoció a los obreros asturianos. Le hablaban de cuestiones sociales y él muy atento les escuchaba con atención porque empezaba a entender las injusticias en las que vivían los trabajadores, que ya el sentía como sus hermanos.
No se puede concebir el papel del anarquismo español sin Durruti. Desde joven dejó su ciudad y trabajó en Asturias, en San Sebastián, en Barcelona, sin perderse ninguna de las huelgas ni revueltas proletarias que por aquel entonces se acontecían.Los que lo conocían decían que era un hombre bueno, noble, con una mirada tan profunda que parecía que te traspasaba. Un hombre que vivió huyendo por defender a los que no se podían defender. Se exilió en Francia, en Bélgica, en Argentina, pero siempre acababa volviendo a España; su conciencia y el deber le llamaban. Sentía el dolor por su tierra, donde el pueblo estaba oprimido.
El camino le unió a Francisco Ascaso, a Paco, que cuando murió en las Ramblas (cerca del cuartel de Atarazanas que está en Drassanes) cuentan que le vieron llorar de rabia: había perdido a su otra mitad. Durruti junto a García Oliver, a Ferrer, a Jover y a Ascaso entre otros compañeros formó el grupo “Los Solidarios”. Eran los mosqueteros de Barcelona, todos para uno y uno para todos. Una unión que solo la muerte destruiría. Amistad, ideología y anarquismo iban de la mano, y ninguno se soltaba. Los Solidarios combatían a “Los Pistoleros”, un grupo parapolicial de asesinos que formó el gobierno para crear presión social, para que persiguieran a los obreros más sindicalistas, para que sembraran el estado policial. Fueron luchas encarnizadas las que tuvieron lugar en las calles de Barcelona entre ambos grupos. Se saldaron vidas, pero “Los Solidarios” seguían adelante, sembrando justicia frente al gobierno opresor.
Los anarquistas cada vez se iban consolidando más en Barcelona, hasta que llegó un momento, cuando estalló la guerra, en que la mayor parte de hombres trabajadores de la ciudad estaban afiliados a la CNT.
Compromiso, acción, organización y entrega. Así se organizó el pueblo español y salió a la calle en armas. Se veían Rambla abajo jóvenes milicianos con el fusil en el hombro derecho, y su compañera del lado izquierdo. Barcelona, como diría Hemingway de París, era una fiesta. Pero una fiesta ideológica y de lucha de clases. Se sentían los corazones en las calles. Desde el barrio Gótico a Sants. Desde el Clot a Nou Barris.
No es la intención de estas letras la transmisión de datos y fechas al lector, sino acercarle, de un modo claro y fácil de entender, lo que fue Durruti, y el mensaje que dejó.
“No tememos a las ruinas. Estamos destinados a heredar la tierra, de ellos no cabe la más mínima duda. La burguesía podrá hacer saltar en pedazos su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo dentro de nosotros, y ese mundo crece a cada instante. Está creciendo mientras yo hablo con usted”. Buenaventura Durruti
Entrevista a Manuel Durruti:
Con motivo de este aniversario y para hacer justicia a su memoria, Manuel Durruti, su sobrino, ha dedicado unas palabras. Manuel es una de esas personas con las que podrías estar hablando durante horas, sin pestañear ni un segundo; una persona que te enseña, una de esas personas que hace mella. La primera vez que hablé con él y le propuse entrevistarlo en conmemoración a la muerte de su tío, me dijo rápidamente: muerte no, asesinato. Claro y sincero. Siendo fiel a la verdad.
Una hora y media conversando con él me hizo ver que aún queda esperanza en el mundo, gente como él te hace ver que otro mundo, moralmente hablando, es posible.
Nace en 1935 en León, Manuel Durruti Cubría, y empieza contándome que desde pequeño su madre le decía que no dijera su primer apellido por precaución, que dijera que se llamaba Manuel Cubría. Estudió en los Maristas y dice que el hermano pagador le contó a una conocida de la ciudad que cuando vio que había un alumno con el apellido Durruti le empezaron a temblar las piernas.
– ¿Qué recuerda de los maristas?
Tengo buen recuerdo de los Maristas, siempre me trataron muy bien. En los “Agustinos” fue donde estudió gratis Martín Villa (político en la dictadura franquista sobre el que pesa una orden de búsqueda y captura por crímenes de lesa humanidad cometidos durante los sucesos de Vitoria en el 76, orden que el gobierno español se saltó).
Estudié Ciencias Naturales en Oviedo y posteriormente en Madrid, aunque en los años sesenta me fui a vivir a Alemania e hice un doctorado en bioquímica. Volví hace unos 15 años de Alemania, pero siempre solía venir una vez al año a España a ver a mi madre.
En Madrid estuve dando clase en los años sesenta y los padres de mis alumnos se quejaban y no querían que les diese clase a sus hijos.
– ¿Era por tu apellido?
Si claro, estábamos en los años 60 en Madrid y yo con mi apellido. Hay un registro en España de que sólo hay 36 personas actualmente con el apellido Durruti.
– ¿Y como fue vivir en esa España apellidándote Durruti?
Pues mira, te lo voy a contar empezando por una anécdota. En Alemania, donde viví la mitad de mi vida, se estudia el nazismo en las escuelas. Hubo reparación, incluso reparación económica. Pero en España…
En 1957 muere mi padre en Venta de Baños en un accidente ferroviario con la famosa locomotora llamada “Santa Fe”. Fue todo muy misterioso. Mi padre estaba dentro de la máquina y un encargado mandó a otro ponerla en marcha, evidentemente fue intencionado. Se le rompió la columna vertebral y murió ocho días después del accidente en el mismo hospital en el que operaron a mi tío Buenaventura de una hernia. Mi padre, Benedicto, era su hermano penúltimo creo recordar. Yo soy su sobrino carnal.
Ni se reconoció el accidente como laboral, ni le pagaron a mi madre ninguna indemnización. Se le negaron todos los derechos de accidente laboral. Hubo un condenado, un juicio absurdo, pero no pasó nada. Más tarde ya en democracia hablé con el marido de esta que cantaba el “La La La” de Eurovisión, con Carlos Zayas, para ver si podía haber un reconocimiento, pero nada, no hicieron nada.
– ¿Cómo te ha tratado la gente Manuel, más tarde, ya en “democracia”?
Siempre me he encontrado gente que me admiraba, pero también gente con miedo y rabia. Hace tres años me detectaron un cáncer de esófago, lo superé, e incluso en el hospital me cogieron como ejemplo de curación. Pues el médico me dijo: “¿Usted es familia de aquel Durruti? Entronaba a las mujeres” A lo que yo le contesté: “Usted se está confundiendo con Yagüe”. (Yagüe también es conocido como “El carnicero de Badajoz”. Cuando llegó a la ciudad entregó a las mujeres a los moros que luchaban para Franco, mientras las tropas nacionales miraban la tragedia).
Yo no tengo ni dios ni rey.
– ¿Desde cuando supo usted que era anarquista?
Yo lo supe desde el principio, no lo decía, pero me di cuenta rápido. En mi familia no se hablaba del tema, se hablaba si pasaba algo especial. Pero había silencio.
Ahora interesa lo efímero, interesa el fútbol. Trump era un constructor y mira dónde está. La juventud está atontada qué quieres que te diga. Yo cuando me volví de Alemania me vine a Vivir a la Guardia, un pueblo de Vigo a 4 kilómetros de la frontera de Portugal.
Pues te cuento una anécdota: hace unos días fui a comprar un cupón de la Once y había un hombre, de unos cincuenta y tantos años, que decía que votaba al PP. Este señor decía que había pasado mucha hambre y yo le pregunté: «¿Por qué pasó usted hambre?» No se plantea por qué ni por quién pasó hambre.
– ¿Y cómo va a vivir usted el 80 aniversario del asesinato de su tío? ¿Hay algún acto?
Pues voy a Madrid porque me han invitado el día 20 a un homenaje/recuerdo que organiza la CNT y la FAI. Será una visita al frente. Mi tío murió en el hotel Ritz. Le trató un médico que se apellidaba Santa María. Cuando pasó todo le preguntaron por la muerte de Pepe (Durruti) y contestó literalmente que hay cosas que es mejor no saber. Sospecho que el médico estaba amenazado para que no hablase.
Incluso a su secretario Jesús Arnal, que era un cura, le preguntaron sobre su muerte y tampoco quiso hablar. Dijo que era un secreto de confesión. Que quede claro que mi tío no estaba en contra de la religión, sino no hubiese tenido como secretario a un cura (se unió a la columna Durruti cuando los anarquistas llegaron al pueblo donde era párroco). Una cosa es la teocracia y otra la religión.
De hecho os voy a contar algo: mi tío murió en una lucha encarnizada en ciudad universitaria. Era un piso contra otro en la universidad y era a muerte. La bala que mató a mi tío provino de un disparo que se hizo a menos de 30 centímetros. Y el hombre que estaba a su lado era el sargento José Manzana. Hay un libro muy interesante que os recomiendo: “El hombre que mató a Durruti”.
Resulta que Manzana era campeón de tiro y el estaba en la columna como asesor militar. Luego se exilió a México. Yo no digo que el disparo fuera intencionado, pero nunca sabremos que ocurrió de verdad. Además, la muerte de Francisco Ascaso, me parece cuanto menos curiosa. Fue en el cuartel de Atarazanas (al final de las Ramblas ). Le dieron justo un disparo en medio de la frente, muy perfecto, hecho por alguien profesional y no fortuitamente. Y Manzana también andaba por allí. No digo que fuera él. Lo que digo es que la verdad nunca se dijo ni entre ellos para no desmoralizar a los milicianos.
– Manuel queremos darte las gracias por tu tiempo, por contarnos y enseñarnos cosas y por dar luz a hechos que nunca se han sabido.
Gracias a vosotros. Un abrazo, y cuidaros. Porque el enemigo no duerme.
* Nota de Ana Hurtado para Kaos en La Red.