Reflexiones (irre)sueltas sobre el espacio: capitalismo y producción
La ciudad se edifica, se construye: material y simbólicamente. Es entre otras cosas una propuesta (o una imposición) de una determinada morfología: un particular ordenamiento espacial que se produce, configura, moldea y transforma, junto a una forma particular de organizar y posibilitar la vida y el vínculo social.
El espacio no puede pensarse separado del poder, tanto como el poder no puede pensarse sin el capital. Así, espacio, poder y capital se conjugan en la producción de órdenes políticos de vida, que organizan las condiciones sociales de existencia y constituyen horizontes y deseos individuales y colectivos.
En la actualidad, lo que domina la producción del espacio es la creación de oportunidades de inversión y frentes de negocio para los flujos de capitales internacionales presentes en la ciudad como “viento de cola” del sistema económico mundial.
Si el mercado constructor e inmobiliario jugó siempre un papel estabilizador de la economía por su capacidad para absorber y desplazar los superávits de capital y de trabajo, de la mano de inversiones y/o acciones estatales de incentivo y promoción de la actividad; en la etapa del capitalismo financiero y neoliberal esta función se agudiza y adquiere rasgos particulares:
– La subordinación directa de proporciones crecientes de tierras y espacios de la ciudad y de la forma urbana misma, a la dinámica de valorización financiera de los flujos transnacionales de capital: esto es, en América Latina, los superávit de capital provenientes de los mercados de comodities tanto como las divisas originadas en los circuitos financieros del capitalismo criminal (narcotráfico, trata de personas, etc.);
– Materializada en una aceleración de los ritmos de la circulación del capital constructor-inmobiliario y de las transformaciones espaciales que supone, sin parangón en épocas anteriores: áreas enteras de las ciudades siendo reconfiguradas, repensadas, reinventadas, paisajes urbanos que cambian enormemente en poquísimo tiempo;
– Generando una relación cada vez más inmediata entre esos capitales y la realidad socioterritorial, las dinámicas de vida y las poblaciones urbanas;
– Que se expresa en niveles altísimos de violencia territorial, desplazamientos poblacionales y dislocaciones de los modos de vida y relacionamiento social;
Espacio, poder y capital tampoco pueden comprenderse sin una particular atención a los procesos de resistencia, disidencia y desobediencia social.
– Logrados a través de una multiplicidad de operaciones sobre las localizaciones y poblaciones urbanas, y particularmente las poblaciones populares: desde las dinámicas de refuncionalización y elitización de determinadas zonas, encarecimiento del precio de la tierra y los servicios urbanos y los procesos de gentrificación resultantes, hasta grandes procedimientos de “limpieza”, despeje y vaciamiento por la fuerza y la violencia “directas” de determinadas áreas de la ciudad;
– Posibilitadas y promovidas desde la reducción o desaparición de la mediación estatal en cuanto institucionalidad reguladora o planificadora del desarrollo urbano, o bien desde un accionar estatal facilitador del despliegue de esas transformaciones: sea mediante la actuación de las fuerzas represivas, cuanto por la promoción normativa y financiera de dicha dinámica.
Pero espacio, poder y capital tampoco pueden comprenderse sin una particular atención a los procesos de resistencia, disidencia y desobediencia social. Todas esas características que asume el neoliberalismo urbano, generan escenarios de profundización de las disputas por la tierra urbana, y los usos, modos y destinos de la ciudad. Y es cierto que en ese escenario de la ciudad neoliberal, como particular morfología social que el capitalismo está hoy produciendo y planteando como entorno de vida para las mayorías poblacionales, debemos indagar y encontrar fisuras, contradicciones, tensiones, que nos permitan potenciar las luchas territoriales y la defensa de la vida de las mayorías populares.
Pero bajo ningún punto de vista las luchas territoriales deben quedar entrampadas en el dispositivo político-espacial que el neoliberalismo está produciendo en la ciudad y el orden urbano actual. Las resistencias territoriales necesitan ir contra y más allá de la ciudad. Si lo más potente de los procesos organizativos y de lucha emprendidos por las de abajo en estas décadas está en la defensa y construcción de las autonomías de vida, batallando por fuera y contra los regímenes de vida del poder y el capital, es parte del desafío estratégico hacer estallar el dispositivo ciudad, orden donde casi ninguna forma de la autonomía es realmente posible.
* Por Mercedes Ferrero para La tinta.
** Fotografía Colectivo Manifiesto.