Agustín Tosco: la historia, la política y un debate necesario
Ante un nuevo aniversario de la muerte de Agustín Tosco, recordarlo implica la posibilidad de reevaluar parte de la historia nacional a la luz de sus conclusiones para la lucha de la clase trabajadora y el pueblo. Tosco –su figura y su acción– no puede ser “despegado” de ese horizonte.
Por Eduardo Castilla para La Izquierda Diario
Lo que ha sido llamado “los 70” –marco histórico de la actuación de Tosco- remite a levantamientos populares como el Cordobazo, huelgas generales, tomas de plantas y a una enorme actividad de la clase trabajadora, el pueblo y le juventud que cuestionaba, crecientemente, las bases mismas del capitalismo.
Hablamos de uno de los principales dirigentes en la historia del movimiento obrero argentino, perseguido con saña por la dictadura de Onganía y Lanusse pero, aún más, por el tercer gobierno peronista. Persecución que implicó una muerte en la clandestinidad como resultado de un padecimiento completamente tratable.
El importante rol que jugó Tosco implica también pensar los límites para el conjunto de la clase obrera que se derivaron de su práctica. No podemos hacer eso en detalle aquí. En el número 15 de la revista Ideas de Izquierda dedicamos un artículo a debatir con los autores de Agustín Tosco, la clase revolucionaria, recientemente reeditado. Asimismo hemos desarrollado estos temas en el blog Apuntes de Frontera. Aquí señalaremos algunos pocos aspectos que consideramos centrales.
Sindicalismo de liberación y peronismo
Tosco postulará la necesidad de desarrollar el Sindicalismo de Liberación, al que definirá como aquel que atiende “a la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros y que plantea la lucha contra el imperialismo internacional del dinero” y plantea “la transformación revolucionaria de las estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal-social y no privada”. Se evidencia aquí una crítica al sindicalismo apolítico y una perspectiva de transformación revolucionaria de la sociedad. Pero la misma estará mediada por la concepción global de Tosco sobre el camino hacia el socialismo.
Para el dirigente cordobés la pelea contra el imperialismo y los monopolios será el necesario primer paso en la lucha por el socialismo. En esta etapa será preciso forjar una alianza con sectores pequeños y medios de la clase capitalista nacional, afectados por la dominación imperialista. Esto se traducirá, en el terreno político, en la búsqueda de una alianza estratégica con sectores de la izquierda peronista, a la que subordinará tanto su intervención política como su relación con el conjunto de las corrientes sindicales.
Así, en 1973 apoyará la fórmula del FREJULI en Córdoba para sostener su alianza política-sindical con Atilio López y los gremios legalistas. Además, en este período rechazará la candidatura a presidente, ofrecida por diversas organizaciones de izquierda, para las elecciones de marzo y octubre. El motivo será la negativa a convertirse en un “polo antiperonista” (Iñigo Carrera, Grau y Martí, 2014: 323).
Esa candidatura hubiera expresado –y fortalecido– políticamente a los sectores más combativos de la clase trabajadora y la juventud, que reivindicaban banderas como la lucha en las calles o la pelea contra la burocracia sindical de los Rucci, entre otras.
Sobre esa burocracia se apoyará Perón en su retorno.
En sus cartas personales a Susana Funes (Licht, 2004) Tosco pone de manifiesto su profundo rechazo político a Perón, a quien consideraba el “freno mayor” a la lucha obrera y, además, responsable de mantenerlo en prisión mediante negociaciones con Lanusse. A pesar de estas apreciaciones, Tosco no enfrentará políticamente a Perón en las elecciones ni planteará la perspectiva de construir un partido político propio de la clase trabajadora.
Una alianza en crisis
Si desde 1969 la alianza con Atilio López fue parte esencial del escenario político-sindical cordobés, con el retorno del peronismo la misma entrará en una crisis profunda. La presión de Perón para subordinar a todas las alas díscolas se reforzará luego del golpe palaciego contra Cámpora. En el movimiento obrero cordobés eso obligaba a la “reorganización” de la CGT Córdoba, para expulsar a los gremios independientes y de izquierda, e imponer una conducción peronista verticalista.
En julio de 1973, Atilio López aceptará la reunificación de una CGT “peronizada”, lo que significaba una ruptura con Tosco. James Brennan lo ilustra al afirmar que “López (…) criticó ásperamente a sus ex compañeros, diciendo que la unificación de la CGT de las 62 organizaciones era cosa juzgada y que Tosco y Salamanca (…) no tenían voz en los asuntos peronistas” (Brennan, 1996: 320-321).
Pero la perspectiva general de alianza con el ala izquierda del peronismo se renovará al calor de la ruptura de Montoneros con Perón. En agosto del ‘74 se realizará un acto en Córdoba con la presencia de Mario Firmenich. Tosco lo definirá como un hecho de “trascendencia histórica (…) que tornó posible objetivos aun superiores de carácter político” (Iñigo Carreras: 379). Pero esta perspectiva no avanzará posteriormente por la apuesta de Montoneros a reconstruir un “peronismo auténtico”.
Impotencia ante el Navarrazo
Perón retornará al país para convertirse en un factor de ordenamiento político y social, lo que implicará una política de control sobre sectores amplios de la clase trabajadora -expresada en el Pacto Social- y una política represiva hacia los sectores más combativos, que encontró sus medios en la Triple A, el fortalecimiento de la burocracia sindical y la Reforma del Código Penal, entre otras medidas. El golpe policial contra el gobierno de Obregón Cano y Atilio López de febrero del 74 –que pasó a la historia como Navarrazo– fue una expresión abierta de esos métodos. Una semana antes, Perón afirmó que había que limpiar el “foco de infección” que crecía en Córdoba.
En los meses previos y frente al golpe mismo, la izquierda peronista –y junto a ella Tosco– fueron la imagen misma de la impotencia, auto-limitados por su negativa política a enfrentar a Perón, negándose a denunciar abiertamente el rol represivo que jugaba el viejo líder en la política nacional, descargando todas las críticas sólo sobre la derecha peronista. Pero esta ausencia de críticas no fue inocua. Los golpistas cordobeses se presentaron como los peronistas “auténticos”, contando a su favor con el aval de Perón que lanzaba ataques contra los “infiltrados”, lo que ayudó a generar confusión en sectores amplios del movimiento obrero que se fueron pasivos frente al levantamiento.
Un debate que merece ser
En esta breve reseña hemos señalado críticamente algunos aspectos de la actuación de Agustín Tosco, lo que no significa desmerecer su importancia en la historia del movimiento obrero ni poner en cuestión las convicciones que lo llevaron a sufrir una dura persecución. Tampoco implica menospreciar su honestidad como dirigente, que lo sitúa a años luz de la burocracia sindical peronista que, desde hace décadas, se enriquece eternizándose en las conducciones gremiales.
Nuestro intento de sacar lecciones, busca aportar a la preparación consciente de una nueva generación de luchadoras y luchadores obreros y populares que hoy se enfrentan a gobiernos, patronales y a la burocracia sindical. Con estas líneas pretendemos además aportar al desarrollo de un debate sobre la figura de Tosco que aún se encuentra en sus inicios. Esperamos que esto sea posible.
*Por Eduardo Castilla para La Izquierda Diario