Viceversa. Carolina Iparraguirre
«Todos los viejos
llevan
en los ojos
un niño,
y los niños
a veces
nos observan
como ancianos profundos».
Pablo Neruda
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=»9954″ img_size=»full» alignment=»center»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Mi madre. Siempre mi madre. Una mujer fuerte, luchadora, por momentos lejana, que hizo de todo por mantener a su familia disfuncional unida. Prácticamente desde que nací, la vi intentar llevar adelante tercamente a cuatro hijos y a un marido inválido a lo que ella consideró un buen puerto. Con sus luces y sus sombras, siempre brillante. La reina del ajedrez sin dudas. Una mujer que logró ser jefa de oficina, que admiró a Agustín Tosco y al Che Guevara, pero que votó siempre a los radicales. Una mujer que vistió pantalones recién cuando murió su marido y que regateó besos y caricias, considerados tesoros para quienes logramos recibirlos. Mi madre.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_masonry_media_grid element_width=»6″ initial_loading_animation=»none» grid_id=»vc_gid:1476667637806-1e2eeb85-0f50-8″ include=»9958,9957,9960,9961″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Hoy, prontísima a cumplir ochenta años, duda de muchas cosas y se olvida de muchas más. Tiembla todo su cuerpo por un diagnosticado “temblor esencial” y, la mayoría de las veces, le cuesta escribir, caminar, ponerse los zapatos con abrojos y, un poco a propósito, cocinar. Su cuerpo pareciera no poder acompañar como se merece a un alma con tanta historia y, quizás, ese temblor es porque su esencia obstinada se siente contenida, a punto de estallar.En este ensayo fotográfico quise intentar representar cómo creo que vive su vejez y, especialmente, cómo creo que la vivo yo. Quizás es un intento de compartir esa experiencia pendular que oscila entre el enojo y el agradecimiento, entre el pasado y el presente, entre la frustración y el disfrute, entre el cuestionamiento y la aceptación, entre la paciencia y la ansiedad, entre el juego y la transición, entre la admiración y la tristeza. Y sobre todo el amor.
Si bien pareciera un trabajo íntimo, y lo es, quizás pueda decir algo de alguien más. Es posible que alguna vez en el pasado hayamos observado como ancianos a nuestros padres y ellos, hoy, nos miren como niños. Quizás todos nos sintamos por momentos padres de nuestros padres. Yo hoy me siento la madre de mi madre y no creo estar a su altura si de madres se trata.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_masonry_media_grid element_width=»6″ initial_loading_animation=»none» grid_id=»vc_gid:1476667637808-9e9eda32-30eb-0″ include=»9964,9965″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text][/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Carolina Iparraguirre (Córdoba, 1978). Es Licenciada y Profesora en Letras Modernas (UNC) y Técnica Superior en Fotografía (ESAA – UPC). Se desempeña como docente de Lengua y Literatura en dos escuelas de Nivel Medio, coordina el taller “Lectura y Análisis Literario” (PUAM) y co-coordina el taller “Protagonismo Femenino y Narración Literaria”. Su búsqueda discursiva gira en torno a la representación en imágenes de aquello que la interpela o la conmueve.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]