Crónica del levantamiento de Charlotte
Mucho se han visto las imágenes de las protestas en Charlotte, tras el asesinato de Keith Lamont Scott por parte de la policía, sin embargo, nos faltaba el relato de alguien que las hubiese vivido desde dentro. Liz Mason-Deese nos describe el miedo y la rabia, pero también el clima de solidaridad interétnica, el apoyo de las iglesias y el amor entre los manifestantes; nos permite conocer más el contexto de esta ciudad del “nuevo sur” de Estados Unidos y nos hace preguntarnos si el actual movimiento por las vidas negras puede ser el principio de algo tan potente como lo fue el movimiento por los derechos civiles en los años 60.
El martes 20 de septiembre estallaron las protestas en Charlotte, Carolina del Norte, después del asesinato de Keith Lamont Scott por la policía. Según su familia y otros testigos, Keith Lamont Scott, de 43 años y recién discapacitado por un accidente de moto, esperaba que su hijo bajara del bus mientras permanecía sentado en su auto, leyendo un libro. La policía alega sin embargo que Scott estaba armado. Si no acató la orden de la policía, insiste su familia, se debió a su discapacidad.
Cinco días después, el llamado levantamiento de Charlotte sigue y crece, a pesar de la presencia de la Guardia Nacional en la ciudad. Son muchos los que relatan que la mayoría de los manifestantes son jóvenes negros, entre 16 y 35 años, pero que también cuentan con bastante apoyo de gente blanca, asiática y latina. Hay también una mezcla de activistas con muchos años de experiencia junto a personas que nunca habían ido a una marcha y que se movilizan por primera vez, hartos de ver tanta violencia en sus comunidades y sabiendo que no se puede contar con la justicia formal.
MARTES 20
El martes, cuando Keith Lamont fue asesinado, los organizadores y activistas locales llegaron rápidamente a la escena del crimen. Poco tiempo después, se fue acercando también mucha gente del lugar sin conexión con ningún grupo oficial: vecinos de Lamont, miembros de la comunidad negra, otros que fueron escuchando la noticia, quienes se iban enterando por las redes sociales, etc.
Se escuchaban los cantos ahora ya bien conocidos: “¡Las vidas negras importan!” “¡Sin justicia, no hay paz!” Y más: “Son animales de mierda, ¿por qué no protegen nuestras comunidades?” “¡Puños hacia arriba!” “Ya no lo aguantamos más. Nos mataron demasiadas veces.”
Un hombre conducía un coche en la parte de atrás de la protesta y subió el estéreo, pasando un tema del rapero Boosie Badazz. Los manifestantes empezaron a cantar y empujar hacia adelante. Los policías recularon, pero mantuvieron el cordón. El baile se detuvo. Se tranquilizó un poco. Después, los manifestantes empezaron a tomar las botellas de agua que los vecinos estaban distribuyendo y las lanzaron contra el cordón policial. La multitud empezó a marchar otra vez, ahora algunos tenían palos…
Álex cuenta que la primer marcha fue totalmente espontánea, sin ningún tipo de liderazgo, una reacción inmediata al asesinato de Lamont Scott, pero había una clara conexión con el gran movimiento actual por las vidas negras. Los cantos más repetidos eran: “Las vidas negras importan” y “Manos arriba, no disparen”.
Es precisa una distinción entre el movimiento por las vidas negras y la organización Black Lives Matter (“Las Vidas Negras Importan”), que es una organización con estructura formal y secciones en distintas ciudades de los EEUU. El movimiento por las vidas negras es un movimiento difuso, sin liderazgo oficial, por la liberación negra, como en su día fue el movimiento por los derechos civiles en los EEUU; en Charlotte, aunque no hay una sección oficial de Black Lives Matter, sí hay dirigentes con mucha relación con la organización. De todos modos, quienes participaron en la marcha no lo hicieron con una posición de liderazgo.
Aunque la mayoría de los manifestantes son jóvenes negros, hay instancias importantes de solidaridad interétnica. Por ejemplo, el grupo SURJ (Showing Up for Racial Justice), que organiza específicamente a blancos anti-racistas en solidaridad con las luchas afroamericanas, coordina la presencia de personas blancas. Álex nos cuenta que los activistas de SURJ llegaron rápidamente la noche del martes y ayudaron a organizar a otros blancos en la marcha: por ejemplo, poniendo sus cuerpos entre la policía y los manifestantes negros (la policía no suele usar violencia contra gente blanca).
Las noches siguientes, la gente de SURJ estaba aún más organizada, constituyendo redes de refugio y cuidado de niños para los manifestantes a lo largo de la ciudad. Álex dice que en Charlotte las organizaciones negras cuentan con SURJ para protegerse de la agresión de la derecha y la policía. En la marcha de la noche del jueves, SURJ se encargó de vigilar a otros blancos que estaban ahí, sobre todo a los que obviamente no estaban por solidaridad, sino para provocar o curiosear.
Por ejemplo, esa noche llegaron muchos universitarios blancos (porque la marcha pasó muy cerca del campus de la universidad). Se quedaron a un lado, mirando y sacando fotos. En general, los manifestantes no les prestaron mucha atención, pero a veces les interpelaron, diciéndoles que la protesta no era un entretenimiento para blancos. Uno de esos universitarios caminaba por la marcha con una camiseta de Ronald Reagan, grabando a la gente, incluso las caras de los manifestantes.
El clima era sobre todo de rabia contra la policía y de solidaridad entre los manifestantes. Álex relata que “había una mezcla de ira y solidaridad. El afecto entre los manifestantes estaba muy presente esa noche, sobre todo porque se trató de un acto espontáneo y todos se sentían muy unidos en una lucha común. Había miedo a la policía, pero la mayoría de los manifestantes fueron muy valientes”. Pero también se podían ver conflictos, sobre todo intergeneracionales. Álex y Noe rememoran que “el martes, líderes eclesiásticos y del NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color) llegaron a la marcha para calmar a la creciente multitud.
Llegaron alrededor de las 21:15, cuando los manifestantes estaban rodeando un patrullero policial. Al llegar los antidisturbios, los líderes eclesiásticos y del NAACP se situaron entre los manifestantes y la policía e intentaron pacificar a los manifestantes. En un momento dado, una mujer mayor, negra, se acercó a esos líderes y les pidió que se marcharan, les dijo que los jóvenes tenían toda la razón para estar enojados y combativos, que ella y todos los demás ya estaban hartos y que los jóvenes sabían lo que estaban haciendo”.
Más tarde, los manifestantes llegaron a la autopista y lograron cortarla. Algunas personas empezaron a lanzar botellas de agua, palos y ladrillos a los policías. Saquearon camiones y prendieron fuego a las mercancías. Después, con ayuda de los gases lacrimógenos, los antidisturbios lograron retomar la autopista pero la marcha continuó. Esta vez hacia el WalMart, donde también hubo saqueos y conflictos con los antidisturbios. La protesta prosiguió durante toda la noche, con gente que llegaba de otros barrios y hasta de otras ciudades. Esa noche hubo alrededor de 40 detenciones y varios heridos, entre manifestantes y policías.
La ciudad
Muchos se sorprendieron de que todo esto pasara en Charlotte. Charlotte es el centro financiero del sur de los EEUU, ciudad del “nuevo sur”, donde no hay el tipo de desindustrialización que se ve por ejemplo en Detroit o Baltimore. Pero lo que sí hay es una creciente disparidad entre las vidas blancas y las vidas negras. No es sólo que los afroamericanos no estén incluidos en la prosperidad generada (para algunos) por el sistema financiero, sino que están perdiendo sus casas por la gentrificación y los préstamos hipotecarios, no tienen acceso a atención médica ya que el gobernador del estado decidió no expandir el sistema de Medicaid [un programa de seguros de salud del Gobierno de Estados Unidos para la gente necesitada] y las escuelas públicas están siendo re-segregadas dejando a los niños negros en escuelas con muy pocos recursos.
Tampoco es la primera vez que la policía de Charlotte mata a un afroamericano sin motivo: en septiembre de 2013, un hombre negro, Jonathan Ferrell, se vio envuelto en un accidente de auto. Buscando ayuda, golpeó la puerta de una casa, pero la residente, en vez de ofrecerle ayuda, llamó a la policía. Al llegar a la casa, un policía disparó a Ferrell diez veces. Ferrell no estaba armado.
Miércoles 21
Las protestas seguían la noche siguiente, pero esta vez en el centro de la ciudad, donde se encuentran las sedes de los grandes bancos y otras corporaciones. Cuentan que la marcha era bastante tranquila hasta que los manifestantes se acercaron al EpiCentre, un espacio de entretenimiento para los empleados de banca. De repente, la policía empezó a disparar balas de goma directamente sobre los manifestantes. Hubo varios heridos, un hombre (Justin Carr, de 26 años) cayó gravemente herido y luego murió en el hospital. Todos los testigos aseguran que fue resultado de los disparos de la policía.
Hablando sobre la noche del miércoles, Álex cuenta que había aún más rabia y aún más miedo. Después de que dispararan a aquel manifestante en la cabeza, las cosas se intensificaron drásticamente. La policía antidisturbios estuvo violentísima, usaban todos sus recursos disponibles: gases lacrimógenos, gas pimienta, palos, granadas paralizantes y pistolas automáticas de balas de goma.
Noe cuenta: “Sabíamos que habían disparado a un manifestante (todavía no sabíamos si estaba muerto) y por eso había mucha más rabia y la gente empezó a tirar cosas a los policías, sobre todo botellas de agua y plantas. La policía disparaba gases lacrimógenos y la gente se dispersaba y se volvía a reunir. La policía aprovechó esos momentos de dispersión para realizar detenciones. En un momento, levanté la mirada y vi que los policías me apuntaban con algún tipo de arma. Empezaron a disparar lo que creo que eran balas de goma directamente sobre mí. Me tapé la boca y empecé a correr. Alguien me ayudó a subir unas escaleras hacia un lugar seguro. Después de unos minutos, ya no podía abrir los ojos por los gases lacrimógenos. Por suerte, encontré a mi pareja que me ayudó a dar con los equipos médicos. Me di cuenta entonces de que estaba herida por las balas de goma y de que tenía varios moratones en distintas partes del cuerpo”.
Jueves 22
Después de las protestas del miércoles, el gobernador declara el estado de emergencia y manda a la Guardia Nacional a la ciudad. La Guardia Nacional llega con tanques y otros equipos militares. Declaran un toque de queda. Según Álex: “El jueves había un clima de fuerte solidaridad entre los manifestantes que marcharon con una actitud desafiante en contra de los antidisturbios y la Guardia Nacional. Había mucho miedo y rabia, miedo sobre todo debido a la abrumadora presencia militar, pero además había una sensación muy fuerte de lucha común y amor por los otros manifestantes”.
Al mismo tiempo, se va consolidando una red de apoyo a través de varias iglesias. Las iglesias mismas se han convertido en “puntos de convergencia” donde hay agua, comida, espacio para dormir y hablar, ayuda médica, asistencia legal, espacios para niños y personas con discapacidades, etc.
Maribel nos cuenta: “Fue una lección sorprendente sobre la solidaridad. Escuchamos consejos muy útiles sobre cómo protestar de manera segura y la importancia de tener personas en distintos papeles, desde estar en primera línea hasta cuidar a los niños… Fue muy intenso escuchar los helicópteros arriba, mientras todo tipo de gente pasaba por la iglesia para dejar materiales médicos, botellas de agua, comida…
Todas las farmacias de la ciudad se están quedando sin leche de magnesia, porque mezclada con agua ayuda a sacar el gas lacrimógeno de los ojos y, bueno, había mucha gente comprándola y dejándola en la iglesia para los manifestantes. Nuestros hijos trabajaron con otros niños para hacer la mezcla y etiquetar las botellas. También hicieron carteles: ‘Esto no está bien’, ‘Justice is what love looks like in public‘, la frase del filósofo y activista afroamericano Cornel West, etc. Unas familias pasaron por el centro en camino a casa para dejar bolsas de comida, agua y medicina en distintos puntos de la ciudad”.
Viernes 23
Otra noche de protestas, pero ahora más tranquila, con más alegría. La Guardia Nacional y los policías antidisturbios mantienen sus líneas protegiendo a los bancos y otros comercios, pero sin usar tanta violencia como los días previos. Emma Nash, en un post que circuló por facebook, relata: “De las 19 a las 3 horas, en el centro de Charlotte, lo más violento que pude ver fue una persona que lanzó en solitario una botella de plástico vacía al camión de la Guardia Nacional. Los demás manifestantes respondieron inmediatamente, diciendo: “no estamos acá para esto”, “no, para”, “nos estás poniendo en peligro”.
Vi a un hombre blanco que instigaba una pelea verbal con un manifestante y todos se movilizaron para apaciguar la situación. La narrativa de la violencia oculta la belleza de centenares de individuos que se unen para pedir el fin de la brutalidad policial, de la supremacía blanca, de un sistema opresor. Oculta la impresionante organización de base conducida por personas de color, que ofrece una salida poderosa y pacífica a la ira justificada y la pasión. Oculta la magia de los desconocidos que se cuidan, se ofrecen agua, apoyo y trabajan en colaboración y con compasión para proveer seguridad y protección”.
Tim, que viajó de la ciudad de Durham para participar en las protestas, cuenta: “Caminábamos por la calle en un grupo pequeño, intentando encontrar la marcha más grande, pero el punto de encuentro ya estaba lleno de policía. Nos fuimos encontrando con otros grupos, sobre todo de personas negras de Charlotte, algunos habían marchado los otros días y otros estaban marchando por primera vez. Una mujer veía el streaming de su mamá, mientras otros usaban mensajes de texto para encontrar a los otros manifestantes.
Pasamos junto a unos pastores negros que caminaban buscando la marcha también y se juntaron a nuestro grupo. Había un espíritu potente de amor y solidaridad entre todos, lo que fue muy inspirador. Por fin, nos encontramos con la marcha, donde había casi mil personas. Después escuchamos que había dos grupos de manifestantes esa noche, con casi mil personas en cada grupo. Había una mayoría de personas negras, pero también gente blanca, asiáticos y latinos. Se veía a gente de todas las edades y hasta personas en sillas de ruedas.
Parecía haber muchas personas que no eran activistas y que no pertenecían a ninguna organización formal. Muchísimos usaban el streaming de facebook y comentaban las protestas para sus seguidores. El clima era energético y más alegre que otras noches. La presencia de la Guardia Nacional y policía era pesada pero contenida (había un grupo en bicicleta que seguía la marcha y la Guardia Nacional protegía las instituciones y las corporaciones). Hubo debates sobre tácticas y estrategias ahí mismo en la calle: ‘¿convocamos un boicot?, ¿deben ser no-violentas las protestas?, ¿cuál debe ser el rol de los que vienen de otras ciudades?”
Tim dice que le impresionó el apoyo mutuo y el cuidado que se manifestó en la calle, por ejemplo con mucha gente distribuyendo comida y agua. Además de la solidaridad en la calle, llegaba apoyo de otras ciudades: Tim, por ejemplo, viajaba con una caravana desde Durham que llevaba provisiones y medicamentos. El viernes llegó también un grupo de personas que se habían manifestado en las calles de Ferguson después del asesinato de Michael Brown. Compartían sus experiencias y tácticas, además de la motivación: “Nos hacían recordar que somos muchos más que ellos, que no tenemos que tener miedo a los policías’”.
Sábado 24
El sábado al mediodía hubo una marcha convocada por un conjunto de organizaciones. Llegaron miles de personas de todo el estado. Aunque la Guardia Nacional vigilaba la marcha, dejaron a los manifestantes marchar sin problemas. Después de unas horas de descanso, las protestas siguieron por la noche, cuando la cosa se puso más dura otra vez. De nuevo hubo docenas de arrestos y una fuerte presencia de la Guardia Nacional y los antidisturbios. Mientras tanto, seguían marchando y cantaban: “Somos jóvenes, somos fuertes, vamos a marchar toda la noche”.
*Por Liz Mason-Deese para Alexia