Esteladas
El conflicto por la presencia de banderas independentistas catalanas en la tribuna del Barcelona nos pone ante una evidencia: todo lo que se juega en la tribuna mientras abajo se juega un partido de fútbol.
Anna Bordiguova estaba en otra ciudad cuando el árbitro turco Cüneyt Çakır levantó sus manos hacia el cielo de Berlín y pitó el final. Messi acababa de completar un opaco partido y la foto de cierre era la de Neymar llorando un gol postrero y demorado. El Barcelona acababa de ganar su quinta Champions League frente a Juventus y Harry Been -holandés, delegado de la UEFA en ese partido- escribió en su informe que no había habido anormalidades. Era 6 de junio de 2015 y, días después, Anna Bordiugova -33 años, ucraniana de Kiev, abogada, inspectora disciplinaria de la UEFA, no había visto los goles de Morata, Rakitic, Suárez y Neymar- firmaría la denuncia contra Barcelona por la exhibición de esteladas en las tribunas.
La estelada es la bandera del movimiento independentista de Catalunya y Bordiugova las consideró “una bandera inadecuada” en un espectáculo deportivo. No le importó que Harry Been hubiera puesto en su informe el comportamiento del público del Barcelona había sido “impecable” y que no había habido canciones racistas. Tampoco le importó a la abogada, indolente, que ese partido hubiera sido el último de Xavi Hernández construyendo el fútbol más lindo del mundo antes de pasarse al petrofútbol árabe. Esa primera multa para Barcelona fue de 30.000 euros. Los catalanes vieron fantasmas: que era una conspiración del Ministerio de Asuntos Exteriores, que había llegado a Kiev una caja con una una dirección de Madrid escrita en el remitente y unas instrucciones de qué era lo que había que hacer para hundir al Barcelona.
Hace casi un año, en un partido de Champions League frente a Bayer Leverkusen, el Barcelona recibió la segunda multa: 40.000 euros. En mayo de este año, los blaugranas jugaban la final de la Copa del Rey frente a Sevilla en Madrid y la Delegación de Gobierno madrileña había prohibido el ingreso de esteladas, pero horas antes del partido el juez Jesús Torres, titular del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo 11 de Madrid, revocó la decisión de la Delegación del Gobierno y el partido se llenó de banderas. Dijo, el juez, que no se podía probar que la estelada incitara a la violencia. Al final de la temporada, la UEFA le impuso al Barcelona una multa por 150.000 euros. Y fue la UEFA, también, la que cuando tuvo que hacer un video promocional para la final de Barcelona frente a Juventus, puso como una de las primeras imágenes a la hinchada catalana blandiendo esteladas.
Esta noche -noche europea, siesta argentina- el Barcelona arranca su sueño de Champions League versión 2016/2017 frente a Celtic. Estarán Messi, Neymar, Suárez, Iniesta y estarán, por supuesto, las esteladas. La ANC (Asamblea Nacional Catalana), Òmnium Cultural, la Plataforma Pro Seleccions Esportives Catalanes y la Agrupación Drets repartirán 30.000 banderas independentistas en las afueras del estadio y pidieron que los que tengan en su casa las lleven.
La discusión sobre la independencia de Catalunya se juega mucho en las tribunas del Camp Nou. Entonces: ¿qué tienen las tribunas del fútbol del mundo que somos capaces de ir a depositar catárticamente sobre el tablón casi cualquier tensión, cualquier conflicto? Es cierto que no en todos lados es igual: hay particularidades. Pero desde las barrabravas patrias, pasando por los enfrentamientos religiosos en Escocia hasta el conflicto geopolítico con las nacionalidades en España, las tribunas nos muestran un poco de ese abanico de problemas sociales que no sabemos bien cómo resolver.
Un día, escuché al capo de una barrabrava decir que las tribunas son un embudo: ahí adentro explotan todos los problemas de una sociedad. En nuestras populares: los efectos colaterales de la marginalidad, la lucha por cuotitas de poder (a veces grandes, es cierto). En las tribunas españolas: los conflictos nacionalistas.
Rubén Amón, del diario El País de España, lo define así: “Los estadios no son únicamente realidades sociológicas en ebullición, sino lugares privilegiados para observar los humores de una sociedad. Allí se anticipan, aun exagerados, sus inquietudes y sus instintos”.
El viejo axioma ”se juega como se vive” tiene su resignificación para el habitante natural de la tribuna, que no juega: “Somos lo que llevamos a la tribuna”.