Sobre las aristas filosas del feminismo
El pasado 15 de septiembre comenzó en la Facultad de Psicología de Montevideo, el Seminario «Feminismos contemporáneos y luchas de mujeres diversas en América Latina: hilos para la reflexión sobre sus contenidos subversivos», a cargo de Raquel Gutierrez Aguilar. En la Conferencia inaugural, la militante y pensadora feminista nos aportó algunas pistas para pensar las luchas feministas actuales.
Raquel Gutierrez Aguilar (México, 1963) es matemática, filósofa y socióloga, profesora e investigadora en Puebla. Es también autora de «¡A desordenar!», «Desandar el laberinto», «Los ritmos del Pachakuti». Pero además es una militante comprometida con su realidad que, a través de una pasión que se le cuela en sus palabras, nos convida su visión y experiencia de las luchas, preocupada porque aprendamos de lo hecho para seguir caminando.
Agradecida por la posibilidad de diálogo en un momento que caracterizó como de recorte y censura de determinadas temáticas, comenzó a desenredar “los hilos de las aristas más filosas de estos feminismos contemporáneos y luchas de mujeres”, como le gusta decir.
Raquel nos habló en una academia, pero corrida de los cánones que allí se han construido para categorizar el feminismo como término estanco. Habla desde su andar: “he tenido militancia en diversas organizaciones en algunos países de Latinoamérica, y una y otra vez me he encontrado en la necesidad de pelear un tipo de reivindicación desde mi propia persona y con las hermanas con las que he estado ligada en momentos específicos”.
Nos explica que feminismo no es un concepto que convenga fijar, porque al hacer esto se abre una disputa en torno a ese concepto, estableciendo una competencia entre posiciones adversas. Ese camino, expresa Raquel, “se ha recorrido muchas veces y suele ser muy masculino, en el sentido de un orden dual”. Aquí hace una pausa en su discurrir discursivo y parece comprender la necesidad de explicar a qué llama masculino.
“Pretendo ligar el carácter masculino de acumulación del capital y el carácter masculino que surge a partir de la construcción de un sujeto abstracto absolutamente separado de las tareas conexas con la reproducción material y simbólica del mundo humano y no humano”. Así puede haber mujeres q se comporten como estos entes abstractos masculinizados y virados a la acumulación, y viceversa.
Raquel se apasiona al hablar, los sentidos que va creando parecen atravesar su cuerpo. Mientras tanto un auditorio repleto la escucha en profundo silencio. Quiere usar el concepto para abrir sus diversos sentidos, habilitando diálogo con los significados explícitos. Habla de la lucha de mujeres, de esas banderas feministas alzadas desde el siglo XIX hasta este momento, por miles y miles mujeres, transgrediendo formas y dispositivos sociales que inhiben la plena calidad de los sujetos, desafiando las relaciones de poder.
Feminismos
Para acercarnos a la polisemia del término “feminismo”, Raquel elige algunas acepciones que entiende pueden abrir sentidos. Por un lado nos habla de una lucha radicalizada de las mujeres contra la dominación patriarcal en todas sus expresiones, que entendieron o entienden a este sistema como base del capitalismo. Sin embargo la noción de patriarcado era difícil de manejar, derivando en discusiones poco fértiles, en relación al concepto mismo. Por otro lado entonces, siguiendo el camino que nos propone, emergió el esquema analítico de la estructura sexo-genérica de la sociedad, que daba cuenta de la lucha de las mujeres por “abrir y trastocar, boicotear, desafiar los múltiples dispositivos de fijación de identidades sexuales y genérica”. Según la disertante, desde este campo era más fácil entender la dimensión material y simbólica, y la constitución de la familia como uno de los dispositivos específicos que organizan la fijación de las mujeres en cierto lugar social de cautiverio en identidades fijas.
Sigue tejiendo estos hilos dispersos que eligió como aristas del feminismo. Nos habla de los esfuerzos por cultivar formas fértiles de relaciones sociales donde se desactiven los rasgos violentos que son generados históricamente, como el feminismo italiano de la diferencia. Nombra además la intransigente defensa por parte de las mujeres, de las condiciones materiales y simbólicas que garantizan la sostenibilidad de la vida humana y no humana en distintos puntos del planeta.
Bajo el paraguas de feminismo, sintetiza, quedan las luchas contra lo dado; la creación de vínculos, de riqueza concreta, de espacios de bienestar, de capacidad propia; la defensa y cultivo de prácticas y relaciones sociales entre pares que nutren otros tipos de posibilidades. “Feminismo como apertura en la lucha social general donde son las mujeres las que establecen los centros de aquello que debe ser desafiado, lo practican, se dotan de fuerza, defienden su creación, impugnan, etc.”
Nuevas Genealogías
Raquel está sentada allí, en el centro de un auditorio lleno de personas que fueron a escucharla, personas que probablemente estén dispuestas a desandar el laberinto. La pequeña mujer no pausa su alocución, y mira hacia arriba como buscando conexiones. Desafía las cronologías impuestas, las acusa de canónicas y nos propone que tracemos una genealogía nueva, que incluya más de lo que la academia ha permitido. “Porque es importante construir un hilo explicativo que nos permita a nosotras autoproducirnos, una noción de la historia de lo que han hecho otras antes, para repasar sus esfuerzos y ver sus hallazgos y errores, y las cosas que quedaron en el camino, para aprender”.
Nos invita a complejizar el período de la lucha sufragista, con el feminismo socialista revolucionario, practicado en Europa hasta los años ´20 en los departamentos de mujeres ligados a los partidos de izquierda. Ellas ya planteaban el matrimonio como lugar de sujeción, y se cuestionaba la familia y los roles en las tareas de la reproducción cotidiana de la vida. Raquel alerta sobre los aprendizajes de la época: en ese momento la discusión estaba contenida en un horizonte de igualdad, teniendo como medida un prototipo de masculinidad trabajadora considerada neutra.
Continuando con la línea temporal, explica que en los años ´60 las luchas se abren a la sexualidad, a “quitar del centro de la clasificación de las mujeres la virginidad, por libertad sexual de las mujeres como algo legítimo, por la defensa de la gigantesca variante de los cuerpos de las mujeres, por la aceptación de nosotras mismas.”
Una y otra vez remarca el carácter potente de estas experiencias, insistiendo con la necesidad de aprender porque debemos nutrirnos de ellas. Por esos años, explica, en las organizaciones mixtas comienza una ola de construcción de la organización de las mujeres específica y autónoma, y ejemplifica con las mujeres campesinas de México y de Bolivia, las obreras mineras en Bolivia, en la guerra centroamericana. Fue un intento por armar al interior de sus organizaciones mixtas “espacios específicos y autónomos para que ellas mismas pudieran establecer en confianza, con sus propias palabras, entre mujeres, lo que creían correcto. Esa pelea está absolutamente perdida en la codificación canónica de los feminismos.”
Raquel nos habla con un profundo convencimiento. El mate uruguayo es lo único que se mueve en el auditorio. Cuenta sobre el feminismo de la diferencia, de las organizaciones autónomas de mujeres, que comenzaron a plantear su lucha antipatriarcal de formas específicas, construyendo espacios propios, tratando de plantear límites a la propia relación con los compañeros varones.
Horizonte interior
“Entonces para mí el horizonte interior que bullía en las luchas de la revolución sexual, de la pelea por organizaciones específicas y autónomas, lo que empiezan a presentar es una pretensión de transformarlo todo: el orden del salario, la propiedad, las relaciones de poder, los modos de producción de decisiones, un conjunto de cosas en una enorme cantidad de planos.”
Así, entre los años ´60 y ´70, hubo una verdadera irrupción de energía contra el orden social colonial, masculino dominante, hétero-patriarcal. En palabras de Raquel: una fuerza volcán que se articulaba con luchas más amplias. Todo esto es lo que llama horizonte interior: esos anhelos que se ponen en juego, la ambición colectiva y el poner el cuerpo para conseguir lo que se desea. “No es un programa, bulle en la lucha misma, y se va materializando en una consigna a conquistar, en programa, pero que es más que eso”. Eso, justamente eso, es lo que se quiso capturar desde el otro lado.
El otro lado también juega
Con esta frase, muy popular en México, Raquel sintetiza el movimiento que hace el poder por capturar y cercenar los sentidos de la lucha, conteniendo de diversas maneras lo que ella llama “las aristas más filosas de las impugnaciones hechas por las mujeres en ciertos momentos, la energía desatada en estos desafíos de las mujeres”.
Hubo un intento por devaluar el horizonte interior, conteniéndolo en otro código, disminuyendo sus rasgos subversivos que buscaban trastocar la realidad social. Así por ejemplo el despliegue del feminismo por vías institucionales, estructurando los reclamos en el “artefacto ciudadano”, reclamando derechos, fue una “codificación de la energía en clave manejable por quienes detentan el orden dominante”.
Raquel explica que la captura fue semántica, política y organizativa: de libertad sexual se pasó a derechos sexuales y reproductivos; de deseo a transformarlo todo, se pasó a múltiples campañas por la equidad y contra la discriminación. “No es que esté mal pero eso que logramos es en realidad una captura de eso que queríamos. Lo que estaba en juego era mucho más.”
Entre mujeres
Sin embargo, sigue Raquel, esta captura “no logró contener el malestar de las mujeres, y no solo de ellas, se ha desbordado”, y explica dos vertientes de este rebase:
“Por un lado por la densa y potente lucha contra la depredación mercantil capitalista de la riqueza material poseída en común -agua, bosque, territorio, mar, derecho a pescar- y generalmente en estas luchas, que solemos abordarlas como movimientos sociales, siempre nos admiramos por la cantidad de mujeres que hay. Claro que han venido a defender aquello que es garantía de sostenibilidad de la vida. Creo que parte de los nuevos rasgos de los movimientos sociales tiene que ver con la amplia participación de mujeres: su rasgo incluyente y su rasgo horizontalizante, no tanto como adjetivo sino como verbo, que se despliegan con este afán, tratando de ser expansivos, intentando horizontalizar, desafiando las formas organizativas más verticales y canónicas”.
La otra gran veta, explica Raquel queriendo terminar para dar la palabra a quienes seguimos oyendo atentas, es la lucha contra la violencia, que hoy se nombra y piensa, aclara que al menos en México, como la lucha contra todo tipo de violencia machista. “Un rasgo de la masculinidad supuestamente neutra tiene todo que ver con un ejercicio sistemático de negación, de violentamiento de aquello que no sea el mismo: cuerpos trans, negros, indios. Ese lugar se define por la agresión hacia los otros”. Y aquí nos insiste en la necesidad de tejer puentes entre las luchas y romper el dispositivo de captura anterior “de que los derechos bastaban.”
A partir de todo el recorrido y de su experiencia personal, lo que llama el entre-mujeres, resulta central. Explica que encontrarse las mujeres, sin mediación de presencia de varones, abre otras posibilidades de acción. “Una defensa a ultranza del entre-mujeres, como lugar específico y autónomo para dotarnos de fines y para producir prácticas que nos convengan, es central.” Y desde ahí, las mujeres hablan para el resto de las personas.
“Ese es un rasgo importante de los feminismos contemporáneos. En el entre-mujeres y con hombres no violentos, a veces se abre un camino de estos feminismos diversos, un camino de lucha y de transformación social muy hondo.”