Gramsci y los movimientos transformadores de latinoamérica
Mario Della Rocca parte de aquella crítica que el joven Antonio Gramsci realizó sobre la necesidad positivista de las revoluciones en los países capitalistas que planteaba Carlos Marx, para reflexionar acerca de la actualidad de los procesos políticos continentales en las diversas naciones de la región suramericana.
En el año 1917, contando nada más con 26 años, Antonio Gramsci escribía en el periódico del Partido Socialista Italiano “Avanti” un artículo histórico, al que título audazmente como “La revolución contra El Capital”.
Nacía la revolución rusa y el joven Gramsci se atrevía, desde el marxismo, a contradecir alguna de las incrustaciones positivistas de Carlos Marx, que había pronosticado la necesariedad de las revoluciones en las naciones desarrolladas por el capitalismo. Aquellas en que la clase obrera era la clase social predominante y protagonista casi exclusiva de la historia junto a los partidos comunistas como su vanguardia.
Escribía Gramsci en un párrafo de aquél artículo:
“(La revolución rusa) Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx. El Capital de Marx era, en Rusia, el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han reventado los esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Carlos Marx al afirmar, con el testimonio de la acción desarrollada, de las conquistas obtenidas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como se pudiera pensar y se ha pensado”.[1]
Luego, en el mismo artículo, el genial sardo justificaba a Marx con una frase elocuente: “Marx ha previsto lo previsible”. Una antesala del desarrollo posterior de su pensamiento filosófico político, donde el análisis de la historia y de la originalidad de cada proceso político adquirirían una dimensión esencial.
El debate que surge de lo planteado precedentemente continuó intensamente hasta hoy dentro de las corrientes de análisis marxistas y posteriormente se fueron diseminando dentro de las corrientes nacionales, populares y de liberación en la órbita de los países del Tercer Mundo. Mientras, las revoluciones se seguían sucediendo en países que no habían transitado por una etapa plena de desarrollo del capitalismo.
Animémonos a traer este debate al estudio de los procesos políticos de avanzada social en nuestra América Latina y en especial a su realidad actual, signada por un retroceso de algunos países a escenarios de crisis política o de retorno a políticas neoliberales como las que impregnaron al continente durante la década de los ’90. Sin perder de vista, por supuesto, el contexto global, principalmente la injerencia del imperialismo norteamericano sobre las políticas internas de nuestras naciones y su democracia.
Tomando como punto de partida la realidad del retorno de un gobierno neoliberal a la Argentina[2], de la destitución de la ex Presidenta Dilma Rousseff en Brasil por un golpe de Estado parlamentario y de la crisis de gobernabilidad que atraviesa la nación hermana de Venezuela, podemos reflexionar que se trata de aquellos países con un mayor desarrollo capitalista –puesto en cuestión por las políticas de gobiernos progresistas- y que cuentan con riquezas naturales y productivas apetecibles para los países imperiales, EE.UU. en primer término y luego la Unión Europea. Añadiendo que al mayor desarrollo capitalista en términos productivos, comerciales y financieros le corresponde un mayor desarrollo en las fuerzas de dominación de la subjetividad de los ciudadanos de esos países, léase fundamentalmente los medios de comunicación masivos actuando como corporaciones económicas que pretenden vetar el ejercicio de una democracia avanzada y de políticas de avance societario.
Estas tres naciones están atravesando un proceso histórico y de disputa hegemónica de modelos en estado de “guerra permanente” y con frentes abiertos por diversos ángulos, que las relaciones de fuerzas políticas, económicas y sociales en disputa determinarán hacia dónde se dirigen en el futuro: hacia transiciones traumáticas, que pueden durar corto, mediano o largo tiempo histórico, o hacia la consolidación de alguno de uno de los dos modelos, con sustentabilidad temporal.
Mirando hacia otras tierras en nuestra América Latina, en naciones como Bolivia y Ecuador, los procesos políticos de transformación social avanzan y se profundizan con un importante apoyo ciudadano, que se refleja contundentemente en las elecciones democráticas. Se trata de países que, pese a haber estado durante mucho tiempo dominados por las oligarquías internas y el imperialismo norteamericano, han quebrado profundamente con esa situación emergiendo fuerzas políticas y sociales muy activas y una dirigencia política y liderazgos reconocidos por su apoyo popular.
Son países más “subdesarrollados” en términos capitalistas[3], con distinta inserción en el mundo que los anteriores, con una distinta estructura socio-económica y con menor influencia del sentido común que irradia el proceso de globalización con su herramienta mediática. No se trata de afirmar que no sufren de estas “patologías”, sino que no las sufren en la medida en que afecten fuertemente los procesos de avance de la ciudadanización y las políticas de liberación nacional y social del capitalismo globalizado.[4]
Esta “originalidad” de cada nación –como le gustaría sostener a Gramsci- también irradia naturalmente sobre las fuerzas políticas que dirigen esos procesos políticos progresistas o revolucionarios. Para aportar un dato comparativo importante: mientras el Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera nos habla de la acción de los movimientos sociales en su país con una virtuosidad que establece una relación entre sociedad civil y sociedad política superadora –socialismo comunitario, lo denomina-, el ex Presidente de Brasil Lula reconoce que el Partido de los Trabajadores ha ido perdiendo poco a poco una de sus bases de desarrollo fundamentales -que incluso dieron origen al PT-, la relación virtuosa con los movimientos sociales y con el mundo del trabajo.
Entre esta actualidad de los procesos políticos continentales en diversas naciones y el planteo de Antonio Gramsci en su tiempo respecto a la revolución rusa y el pensamiento de Carlos Marx podemos hacer una analogía para la reflexión. Sin traspolaciones mecánicas deterministas, porque por ejemplo debemos considerar que, a diferencia de la segunda década del siglo XIX, nuestro tiempo se caracteriza, entre otras cosas, por la complejidad de nuestras sociedades y la evolución de las formas de dominación capitalista, y por lo tanto de la necesidad de encontrar maneras creativas de enfrentarlas.
*Por Mario Della Rocca para La Tecla Eñe
Notas
[1] Antonio Gramsci. La revolución contra El Capital. Diario Avanti, edición milanesa, 24 de Noviembre de 1917.
[2] Estimo que debemos reflexionar sobre las últimas declaraciones del ex Juez de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Zaffaroni, en el sentido que el gobierno encabezado por Mauricio Macri más que neoliberal sería colonialista.
[3] Desarrollo, subdesarrollo y en vías de desarrollo son terminologías que normalmente se utilizan en el marco del sistema capitalista que no compartimos como variables tipológicas.
[4] Este párrafo está simplificado. Hay una serie de fenómenos que afectan a nuestras sociedades producto del capitalismo que no mencionamos, por ejemplo un tema de gran actualidad como el de la corrupción tanto social como política.