Lucarelli – Livorno, una historia de amor
Hay amores que duran toda la vida y atraviesan grandes desafíos que demuestra lo fuertes que son esos lazos. Este es el caso de un jugador y una squadra italiana.
Cristiano Lucarelli, nació en Livorno, una ciudad portuaria de Italia. En esta localidad, fue fundado el PCI (Partido Comunista Italiano), dato no menor ya que gran parte de su población, fuertemente proletaria, tiene ideología comunista o de izquierda.
Así creció este niño, viendo las calles pintadas con frases comunistas, banderas con el Che o el símbolo de la hoz y el martillo en las canchas. También se memorizó Bella Ciao, una canción popularizada a mediados de siglo XX por grupos comunistas y anti-fascistas, que se convirtió en el himno de la curva norte del Armando Picchi, estadio del Livorno Calcio.
Su padre, Maurizio Lucarrelli, era trabajador en el puerto de la ciudad y miembro del PCI. Y por supuesto fanático del Livorno Calcio. Desde chico llevó a su hijo a ver al equipo de sus amores. Así empezó esta historia que daría tantas vueltas como la de cualquier historia de amor.
Además de ser un fanático del balompié, era un tremendo goleador. De los que escasean hoy en día: alto, de pegada potente, luchador.
En el mundo del fútbol recién tomó trascendencia en el 96’ jugando para el Cosenza, donde convirtió 15 goles y se ganó la citación a los juego olímpicos de Atlanta. Luego de triunfar en Cosenza, fue traspasado al Padova y siguió siendo convocado a la sub-21 italiana.
Ya en 1997, un 23 de marzo, la Azzurra enfrentaba a Moldavia, en el estadio Armando Picchi de su ciudad natal. A pesar de ser un partido de inferiores, la gente estaba impaciente por ver a la promesa local en acción. Él esperaba retribuirles con un gol. Cuando el ansiado momento llegó, no pudo contener su emoción, corrió hasta la tribuna norte, se levantó la remera y dejó ver otra que se ocultaba debajo. Desde ahí saludaba el Che y una inscripcion decía: “El Livorno es una fé y los ultras sus profetas”.
“Es como la política, no hay elección: un livornés va al estadio a tifar (alentar) y punto. Es algo único, no es algo que puedas dejar”, afirma el jugador al escritor español Quique Peinado en su libro “Futbolistas de izquierdas”.
Tras pasar por una serie de equipos, y en medio de una carrera de altibajos, llega el año 2003. En el corazón del 9 solo había un sueño: jugar en la institución de la cual era hincha. El Torino, donde jugaba por entonces, decidió cederlo a préstamo ante la insistencia del jugador. Esto fue ayudado la escasa cantidad de goles que convirtió Lucarelli: sólo 9 en dos temporadas.
Pero como esas personas que tienen su lugar en el mundo, su primera temporada con el club de sus amores iba a ser única. El club amaranto logró el ascenso a la Serie A después de 55 años y el delantero marcó 29 goles en 43 partidos.
Luego de tremendo año, Torino quiso recuperar sus derechos sobre el jugador. Pero este se negó a dejar su casa. En esta decisión fueron dejados de lado alrededor de medio millón de Euros para el club y medio millón de euros que él iba a percibir por regresar al “toro”.
Sus 4 años en el Livorno fueron soñados, un ascenso a primera, clasificación a copa UEFA 2006/7, y 104 gritos de gol mirando la curva norte y levantando su brazo derecho donde tiene un tatuaje de los ultras “Brigate Autonome Livornesi”, agrupación fundada en 1999. Preciasmente el 99 es el número que usaría siempre Lucarelli.
Además de esto, los 24 goles con los que fue capocannoniere de la liga italiana en la temporada 2004/2005 le permiten regresar a la Azzurra tras nueve años de ausencias.
Pero su etapa de oro terminaría dando un dramático giro, y no justamente dentro del campo de juego. Lucarelli era un jugador requerido por los vecinos de la ciudad cuando estaban cortos de plata. Le pedían ayuda para pagar sus cuentas o comprar comida. Con el tiempo, el constante flujo de gente en su casa terminó cansando al goleador que, aconsejado por sus cercanos, dejó de dar dinero. Esto le valió el enojo de los Ultras.
En un partido en 2007 frente a Reggina, fue insultado por la afición y acusado de mafioso. Los ultras lo esperaron al final del encuentro y continuaron insultándolo, tratándolo de traidor y diciéndole que había cambiado como persona. Esta situación generó una explosión en Cristiano, que decidió dejar el club esa temporada para ir al Shakhtar Donetsk por 9 millones de euros.
La vuelta al club se dio en 2009 y, en un ida y vuelta con la barra, logró reconciliarse con la hinchada, a pesar de que el equipo descendió esa misma temporada. Luego de sostener una tensa relación con el presidente del club, se retiró para siempre de la institución y ciudad que lo vieron nacer y de la cual hoy es el máximo ídolo de la historia.
Lucarelli se retiró en Napoli en el 2012, con un total de 130 goles. El Livorno no podrá disfrutarlo más, pero Cristiano Lucarelli sabe que si mira a la curva norte estará la Brigate Autonome Livornesi. En esa mirada sabrán, él y la hinchada, que los amores de verdad van y vienen, pero siempre siguen vivos.