Desaparición y Deuda: las formas estatales del cuerpo en riesgo
Un diálogo literal ha horadado la historia reciente: cada vez que el Estado argentino habló de “seguridad interior”, dijo: “conmoción interna por acción humana”. Cada vez que el Estado argentino habló de “integración al mundo”, dijo: “endeudarse para integrarse y crecer”.
Por Bruno Nápoli, para Lobo Suelto
Lo “inaudito” de esta literalidad es que el diálogo en cuestión no ha sido motivo de debate. Y es un diálogo que sacude nuestra corporalidad cotidiana, pues en los últimos 50 años, los cuerpos rebeldes a este diálogo han soportado dos destinos excluyentes: la desaparición o la deuda. Y en la “segunda supervivencia” (los que no desaparecimos y fuimos endeudados) este diálogo ha politizado nuestros cuerpos al extremo.
Las palabras
La “conmoción interna” (en este diálogo) no es otra cosa que la acción política como profesión protestante de lo político (no religioso).
Y “endeudarse” (en este diálogo) no es otra cosa que la obligación de un cuerpo en tarea cotidiana para cumplir con sudor a otro cuerpo (no sudoroso).
Las cosas
Las leyes que regulan los cuerpos políticos (y su acción de protesta) han deletreado las leyes que regulan los cuerpos económicos (y su obligación de pago).
En 1957, Argentina entró al Fondo Monetario Internacional por primera vez en su historia.
En 1958, Argentina tomo su primer crédito stand-by. En el mismo momento, Argentina sancionó los decretos secretos del plan “Conintes” (Conmoción Interna del Estado), que dejaba en manos de las fuerzas armadas cualquier conflicto gremial y les permitía a ellas disponer de los cuerpos en huelga. En ese mismo año, el Estado argentino trajo a los primeros instructores franceses para enseñar a los oficiales de ejército argentino a torturar cuerpos peligrosos, esos que generaran “conmoción interna”.
El terror de este error de lectura
Dialogan… seguridad y economía, dialogan… y dialogan conformes con los cuerpos que leen y reproducen. Cualquier error en la lecto/reproducción es un acto automático de terror sobre el cuerpo errado. Aquí, en este esquema dialógico entre seguridad y economía, error y consenso se abrazan, pues no hay más consenso dado al error que la aceptación del miedo al terror.
Nada se parece más a las mazmorras del encierro que las leyes de los Estados contemporáneos direccionadas a garantizar la “obligación” corporal de pagar, con la “adopción” del lenguaje de la seguridad.
Cada par dialógico (Leyes de seguridad: llámense protocolo, seguridad interior o defensa nacional/Leyes de endeudamiento: llámense blanqueo, reparación histórica o sinceramiento económico) se dicta para ajustar la gestualidad política de todos y cada uno de los cuerpos a novedosas incursiones sobre la cotidianeidad (incluyendo a los que dictan las leyes que dialogan). Incursiones que materializan la crudeza de la hora: la financierización de las relaciones sociales, garantizando “la seguridad del consumo y del pago”, es hasta el momento (y en la espacialidad dialógica que garantiza el par de marras) el mayor grado de politización posible de los cuerpos, capaces de cambiar, desde la cotidianeidad mas desapercibida, la dirección consensuada de una economía política fatal para el ahora…
En este diálogo de más de cinco décadas, cada momento político que puso en debate la “seguridad interior” pensó un cuerpo enemigo, peligroso, desanudado de lo previsible e ingobernado. Y se obró en consecuencia: leyes de seguridad interior (con la excusa de la seguridad y la defensa nacional) y leyes económicas a la par.
El único error en este terror de seguridad financiera será no ser capaces (aun errando) de leer este diálogo que hoy corona la coyuntura.
*Por Bruno Nápoli, para Lobo Suelto