Hans Breyer, el primer coxa branca de Coritiba
Detrás del próximo rival de Belgrano hay un apodo con una leyenda particular. Un exilio, dos palabras, un exorcismo. Todo en medio de campeonatos estaduales paranaenses. Esta es la historia de Hans Breyer: el muslo blanco.
Es como un “pst”. O más bien un “pzt”. Los brasileños, cuando quieren llamar la atención de alguien, lo hacen de la forma más horrible que se pueda imaginar. Ese sonido, un desagrado corto, mínimo: pzt, pzt. En Velbert, municipio de Düsseldorf, Alemania, donde nació Hans Breyer, nunca nadie se chistó así. Quizás por eso, el 19 de octubre de 1941 Breyer no se da cuenta de que los chistidos de Jofré Cabral e Silva, enajenado sobre el alambrado del Arena da Baixada, son para él.
Antes de ese 19 de octubre, Hans Breyer había escapado junto a su familia de la Primera Guerra Mundial a los 6 años de edad, había llegado al estado de Paraná, sur de ese culo del mundo que Hans empezó a conocer como Brasil. Entrenaba atletismo al costado de la cancha del Coritiba FC. A los 20 años, en 1939, fue subcampeón brasileño de pentatlón. Ese mismo año, después de verlo volar sobre la pista, los dirigentes del club albiverde le propusieron a ese rubio alto y fortachón que fuera el nuevo mediapunta derecho de un equipo que ya había pasado 3 temporadas sin conseguir el campeonato paranaense y que ese año rompería la sequía.
Pero el 19 de octubre de 1941 es distinto. Es la final del campeonato estadual y, por primera vez, la final es un AtleTiba, un clásico entre Atlético Paranaense y Coritiba. Y Hans Breyer -inmigrante que huyó de la guerra, pentatlonista, mediapunta derecho- ya no es nada de lo que era. Ahora es solamente -y lo será para siempre porque su vida será para siempre ese partido- el zaguero del equipo visitante. Jofré Cabral e Silva, hincha del Atlético Paranaense que todavía no sabe que después será su presidente, le chista desde el alambrado. Pero Hans Breyer nada. Hans Breyer llega a los cruces, cierra, corta los ataques. Defiende, Hans. Hasta que Jofré Cabral le grita: “¡Alemão! ¡Coxa branca!”. Y ahí sí: Hans escucha. Escucha por primera vez el grito que marcará su vida y la de su club. Se mira los muslos y los ve más blancos que nunca.
“¡Quinta coluna!”, dispara Cabral.
Quinta columna es, resumiendo, el que estando en un país tiene lealtad a una nación extranjera. Algo de eso le pasaba por dentro: Hans Breyer nunca se sintió más alemán en su vida que ahora, 19 de octubre de 1941, y no hubo nunca territorio más enemigo que el extraño césped brasileño de la Arena da Baixada. En ese césped hostil que los señala, el Coritiba y Hans Breyer, la figura del partido, ganan 3 a 1 y se quedan con el campeonato paranaense de ese año. El alemán, sin embargo, sabe, siente, huele, que no sólo se acaba de colgar al cuello una medalla. Percibe, comprende, adivina, que se acaba de cargar una mochila que llevará por casi 30 años.
“Pero si tuvimos jugadores negros antes que nadie, como Moacyr Gonçalves. Tenemos a Bananeiro y Janguinho”, decía Antônio Couto Pereira, presidente del Coritiba, cuando acusaban a su club de tener prejuicios raciales. Pero eran el club de la colonia alemana en plena Segunda Guerra Mundial y los muslos de Breyer eran demasiado blancos. Los gritos de coxa branca empezaron a aparecer por todas las canchas del estado de Paraná cada vez que el Coritiba los visitaba.
En las largas horas que pasaba como obrero metalúrgico en Fundição Müller, Breyer empezó a amasar la idea. No aguantaba más que lo señalaran por blanco, que apuntaran contra él como si apuntaran contra Goebbels. El 12 de diciembre de 1943, otra vez en un Atlético vs. Coritiba y dos años después de aquella final, Hans Breyer dejó el fútbol. Tenía 24 años, había jugado 5 temporadas, ganado 3 campeonatos y era el ídolo de su hinchada.
Se convirtió en un paria y tiñó su vida de gris: se dedicó a la compra y venta de inmuebles sentado en una oficina. Dejó de ir a la cancha a ver al Coritiba. La banda de sonido de la película de su vida debería poner en esta parte la música más triste. En la popular, la expresión “coxa branca” era puro presente y Hans Breyer no era más que un recuerdo.
En 1969, el Coritiba ganó el campeonato estadual contra el Esporte Clube Água Verde. El momento fue la bisagra de una puerta que había pasado demasiado tiempo sin abrirse: los hinchas festejaron al grito de “¡Coxa, coxa, coxa!”. Digamos: dos paralelas encontrándose sin demasiada explicación. El nirvana de un exorcismo que duró casi 30 años y que es la única forma de anular el veneno. La ofensa convertida en orgullo. Combatir el virus con el mismo virus, generar los anticuerpos para ser inmunes a esas dos palabras: coxa branca. Hans Breyer corrió por la pradera en cámara lenta y se abrazó de nuevo con la vida. Dejó su oficina, volvió a su silla del estadio Belfort Duarte y dejó de ser una historia que los padres del Coritiba le contaban a sus hijos cuando les llevaban su primera camiseta. Esos hijos que cuando hoy les preguntan de qué cuadro son hinchas, contestan: «eu sou coxa».
Hans Breyer murió en marzo de 2001. En el cementerio de Águas Verdes, su lápida lleva su nombre -Hans Egon Breyer- y la frase que lo acompañó toda su vida: “O coxa branca”. Sobre la piedra también hay dos fechas que son la de su nacimiento y muerte.
Yo hubiera puesto solamente “19 de outubro de 1941”.