Gloria y muerte
La belga Marieke Vervoort disputa este año sus últimos Juegos Paralímpicos. Tras conseguir el permiso de eutanasia, sacudió al mundo con su decisión. ¿Qué es la muerte para la vida? ¿No es algo suficientemente importante como para que quede en manos del azar o el destino? ¿Por qué no queremos morir y que nadie lo haga?
Por Redacción La tinta
¿No se acabaría el sentido de la vida si supiéramos qué es la muerte? Si alguien nos la explicara, ¿le podríamos creer?
Quien pregunta es Dario Sztajnszrajber, haciendo una introducción en uno de sus programas de Mentira la Verdad: filosofía a martillazos. El filósofo busca convencernos de que no hay nada más importante para una vida que su muerte, aunque nunca lo comprendamos: “Ejercitarnos para la muerte, es haber hecho filosofía”.
La noticia retumbó en el mundo a comienzos de agosto, antes del arranque de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Hoy vuelve a tener espacio en los medios. La muerte siempre garpa.
A días de comenzar los Juegos Paralímpicos, Marieke Vervoort encarará su última competencia con un documento en su mano. Ese que le permite ordenar a un médico que la inyecte y le ponga fin a su vida cuando ella lo disponga.
Las dos Marieke
A partir del 7 de septiembre comienzan a disputarse los “otros Juegos”. Si las historias de vida de cada atleta amateur generaron esa efímera empatía y admiración de corto alcance, redituable para el consumo mediático, la de cada deportista paralímpico debería multiplicar esa sensación por diez.
Pero quizá, no sea tan así. O al menos no con Marieke Vervoort quien tira por la borda cualquier discurso feliz o cualquier “canto a la vida” con su pedido de eutanasia para utilizar una vez que concluya la competencia el 21 del próximo mes.
Fatigada por los dolores constantes que le genera una patología extraña, sin perspectivas médicas de mejora, confiesa que el haber completado los trámites para conseguir su eutanasia le permitió relajarse un poco. Todo comenzó con una inflamación en uno de sus pies a los 14 años. Siguieron las rodillas y ya a los 20 tuvo que comenzar a usar la silla de ruedas. Mientras pasaba por una infinidad de estudios y operaciones, aprendió a convivir con el miedo y la angustia de no saber lo que le pasaba a su cuerpo.
Su vida continuó. Más que nunca, se aferró a esa pasión por competir que tenía de niña. Su rival diario es su cuerpo y cada tanto vence a otros atletas en las carreras de 100 y 400 metros lisos, como ocurrió en los Juegos de Londres en 2012 y el Mundial de Doha en 2015.
Pero el dolor es más fuerte. «Siempre decimos que hay dos Mariekes. Una que está feliz haciendo deporte y rodeada de gente y otra que sufre en casa», cuentan en una excelente nota del diario El País la pareja amiga de Vervoort, encargados de llevarla todos los días a entrenar.
“La gente siempre me ve sonriendo y haciendo deporte, pero no ve lo que pasa cuando estoy en casa”, dice la propia Mariekes en dicho artículo.
«¿Conoces a alguien que necesite morfina para entrenar?»
Son pocos los países que han legalizado la eutanasia y varios que intentan avanzar en el tema haciendo uso de otras terminologías como “derecho a la muerte digna”, “el bien morir” o “suicidio asistido”.
De todos, Bélgica es el país con las leyes más permisivas en materia de eutanasia. Cinco personas deciden morir allí por día y hasta los menores de edad pueden hacer uso de este derecho. Todo esto no quiere decir que tramitar el permiso sea rápido y fácil.
Vervoort lo consiguió recientemente. Entiende que su cuerpo empezó a abandonarla hace casi 20 años y que no parará. Actualmente para entrenar necesita de morfina: «Nunca quiere perderse un entrenamiento. A veces viene con mucho dolor y la obligo a irse a casa», dice su entrenador, Rudi Voels.
Según sus amigos, allí, en casa, es cuando la vida pierde sentido, los dolores se agudizan, las ganas de llorar la invaden y el miedo al futuro la persigue. La pista de atletismo es el único lugar donde el presente le gana la carrera al mañana.
Quienes la conocen, no dudan en que la certeza de poder elegir el momento del adiós ha sido un estímulo para seguir su vida, sin la inquietud de pensar en el suicidio.
Vivir la muerte
El temor a la muerte nos aturde. Tanto es así que preferimos traerlo poco a colación. Sin embargo, Sztajnszrajber invita a pensar desde la pantalla de la computadora lo siguiente: ¿Y si no hay nada más importante en la vida que la muerte?
Nos encantan las historias, los relatos de experiencias ajenas. Cada uno de esos finales ideales, de glorias, revanchas, o derrotas dignas nos seducen. Pero como dice Marcelo Bielsa, esa sensación dura unos minutos y la rueda vuelve a girar. El verdadero final es la muerte y la modernidad se encargó de quitarle todo encanto: después de la vida, no hay nada, por ende, nada de lo que hicimos en ella tiene sentido.
Por esa razón no queremos morir y no queremos que nadie lo haga. Como individuos y como sociedad preferimos que el final no esté en nuestras manos. Deseemos que llegue y pase sin preguntar. Pero resistiendo el avance de la eutanasia, ¿no nos convertimos en expropiadores de esa libertad para decidir el verdadero final?
“No hay peor muerte que una muerte expropiada. Si la muerte se nos presenta siempre como estructurante de nuestras posibilidades, la expropiación de la muerte por parte del sometedor se vuelve una de las formas más funestas del sometimiento”, agrega el filósofo televisivo.
Mariekes lo sabe. A diferencia del resto, ella desea tener en sus manos la pluma que escribirá su última página. No serán los dolores, ni la indescifrable enfermedad, ni el azar del destino.
Al intentar por última vez repetir sus medallas de Londres 2012 y Doha 2015, la belga ofrecerá su última función olímpica en Río con la tranquilidad de tener a la muerte en sus manos. Irá en busca de la gloria, de ese final que embellecerá aún más su vida. “Saber morir es habernos apropiado de nuestra propia vida”.