Guerra al Narcotráfico

Guerra al Narcotráfico
1 septiembre, 2016 por Redacción La tinta

El 29 de Junio de 1787, al hablar en la convención constituyente que dictaría la Constitución de los Estados Unidos, James Madison advertía con estas palabras a los convencionales: “En tiempos de guerra, son conferidos enormes poderes discrecionales al Poder Ejecutivo… Una fuerza militar posicionada en el territorio, y un Ejecutivo con poderes crecientes, no serán compañeros seguros de la libertad. Los medios para defenderse de un peligro que proviene del extranjero, han sido siempre los instrumentos de la tiranía en casa… A través de toda Europa, los ejércitos mantenidos con el pretexto de defender a la nación, han esclavizado a la gente”.

En Argentina el diagnóstico se ha mostrado acertado una y otra vez. La última dictadura militar que se extendió desde 1976 a 1983 hizo uso y abuso del argumento de la guerra con el objetivo de recortar libertades individuales. Sin embargo, aunque la dictadura utilizó el recurso de la guerra con un enemigo exterior – encarnado en la dictadura chilena de Pinochet – hizo una contribución propia a la historia de las tiranías que ni siquiera Madison en sus peores pesadillas había imaginado: construyó un enemigo interior.

Los grupos terroristas fueron demonizados y elevados a la categoría de beligerantes para, de este modo, poder presentar el plan de persecución, desaparición, tortura y asesinato de una porción de la población, como si se tratase de una guerra. El enemigo interno fue dotado con un grado de peligrosidad y perversidad tal que permitiese justificar los costados más “sucios” de esta guerra, que no consistieron más que en la vulneración masiva de los más elementales derechos y libertades.

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En esta variante doméstica de la pesadilla de Madison el Poder Ejecutivo no protege frente a un enemigo foráneo sino frente a un enemigo interno convenientemente “demonizado”. La lógica es simple, para pelear con un “demonio” – que utiliza los recursos más perversos para alcanzar sus fines y frente al cual las herramientas ordinarias del Estado de derecho son inútiles – lo mejor es procurarse otro “demonio” que esté en el bando opuesto.

Una vez que la ciudadanía ha sido convencida de que existe un “demonio” interno, estará más proclive a tolerar que el Estado se comporte de manera demoníaca. Creyendo que se encuentra atrapada entre la lucha de estos bandos, aceptará gustosa la pérdida de derechos, libertades y recursos, como meros daños colaterales de la guerra en curso.

Utilizar la guerra como excusa para recortar derechos y libertades tiene una ventaja adicional para el gobierno que utiliza el recurso. La guerra – interna o externa – permite que la ciudadanía obtenga la cuota necesaria de violencia que le permita descargar el descontento acumulado por el recorte de derechos y libertades que se ha producido. La guerra es la herramienta perfecta. Funciona como jusificación del recorte de derechos a la ciudadanía y, a la vez, actúa como válvula de escape de la violencia que el recorte genera.

 Cuando un gobierno “demoniza” a un enemigo interno es altamente probable que esté por actuar de manera “demoníaca” Cuando declara la guerra a este enemigo, una ciudadanía que valora sus derechos debería ponerse en alerta. Cuando insiste en denominar como guerras a idénticas estrategias utilizadas por otros gobiernos interesados en disminuir derechos y libertades, la preocupación ciudadana debería aumentar. Cuando minimiza los costos que estas otras guerras tuvieron en términos de derechos y de vidas, la alerta debería ser máxima. Es posible que la pesadilla Madisoniana esté por volverse realidad.

De manera preocupante, el actual presidente Mauricio Macri satisface todas las condiciones. Acaba de declarar la “guerra al narcotráfico”, un enemigo inmejorable para ser “demonizado”. Insiste en denominar como “guerra sucia” al plan de desapariciones forzadas, torturas y asesinatos que la última dictadura articuló con la excusa del combate al terrorismo. Demostrando la misma ignorancia voluntaria que Jorge Rafel Videla – quien afirmaba no tener conocimiento sobre los desaparecidos ya que, decía, por definición “no están”, “son una incógnita” – afirma que “no tiene idea, ni le interesa” el número de víctimas de aquella guerra interna.

Las condiciones para la pesadilla están dadas. Sólo la reacción ciudadana puede evitar que comience. Esperemos que esta vez una ciudadanía violentada por las políticas regresivas en términos de derechos y distribución del ingreso, no esté dispuesta a cobrarse su deuda de sangre.

Palabras claves: Guerra contra el Narcotráfico, Mauricio Macri

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