Hace un tiempo asistí a la presentación de una institución que nos convoca a asociarnos a colegas fotógrafos y camarógrafos de Córdoba. Por lo que vi en esa presentación, la inmensa mayoría de asistentes eran colegas varones. En el directorio son entre 9 ó 13 dirigentes, todos varones y UNA mujer.
A ella la admiro y conozco, por su gran trayectoria y su trabajo en la fotografía. Tuvo que disculparse por su apresurada presentación en power point, porque le habían cedido tan sólo diez minutos, cuando los demás dirigentes pudieron explayarse extensamente.
Otra cosa notable, era que en el auditorio sólo había TRES mujeres más. Una mujer joven de tacos que era la locutora que a un costado leía, una mujer callada casi invisible y por último la esposa de uno de los dirigentes que ofrecía amablemente café en la sala exterior.
Por suerte, últimamente hago caso a las intuiciones, a primer vista. Señores de la futura Asociación, ustedes que trabajan con imágenes conocen la riqueza del lenguaje visual. Saben entonces, que la representación de la mujer fotógrafa, en el espacio que nos convoca, comunica. Es bueno recordar por las dudas, que las mujeres no somos ADORNOS; ni nos gusta que nos acoten el tiempo para expresarnos cuando nos hemos tomado el precioso tiempo de preparar una presentación; ni tener tan poca representatividad en el directorio de una asociación.
Las mujeres fotógrafas también somos comunicadoras, activistas de la imagen. Entonces, no es muy interesante para mí una asociación que sigue reproduciendo estereotipos machistas en la participación y representación de los roles de las mujeres en espacios públicos. Es necesario desterrar prácticas retrógradas y por eso, a esa invitación le digo: No gracias, señores colegas.
(*) Por Natalia Roca. Foto: autorretrato de Ilse Bing.
