Diez hipótesis para repensar los desafíos de la “corriente autónoma” (II)

Diez hipótesis para repensar los desafíos de la “corriente autónoma” (II)
9 agosto, 2016 por Redacción La tinta

Decíamos en la primera entrega de esta serie de notas que las organizaciones de la denominada Izquierda Autónoma o Nueva-Nueva Izquierda Latinoamericana, emergieron en un contexto de profundo desconcierto estratégico tras la derrota y el fracaso de las apuestas revolucionarias que signaron buena parte del siglo XIX y todo el siguiente. De carácter social, local y reivindicativo, estas experiencias, sin embargo, fueron construyendo una serie de principios y de coordenadas ético-políticas a partir de las cuales proyectar las luchas y los incipientes procesos de organización popular.

Más allá de algunos debates de la izquierda académica en el período 2001, que propugnaron algunas nociones como contrapoder o antipoder, lo cierto es que en la mayoría de lo casos las organizaciones de este campo político recuperaron el viejo concepto de Poder Popular, en una búsqueda por mezclar creatividad con resignificación de prácticas y concepciones legadas por las anteriores generaciones.

Resulta llamativo que tras un período de relativa calma política, en el país y la región, los procesos de elaboración teórica de esta fracción se hayan estancado del modo en el que lo hicieron. Naufragando en una suerte de “pragmatismo acérrimo” o concentrados en debates que saldaran (por lo general, además, siempre tarde) situaciones de coyuntura, la enorme creatividad mostrada por las organizaciones de base durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI, se expresaron parcialmente, luego, en una serie de definiciones que necesitaban desarrollarse, expandirse, problematizarse. Pero lejos de eso, se interrumpieron.

Confundiendo muchas veces la propaganda con la elaboración y el análisis, mareados por la dinámicas de las nuevas tecnologías, estas izquierdas cayeron las más de las veces en una suerte de consignismo vacío, más gráfico que conceptual, en el que la cómoda frase de “batalla de ideas” reemplazó la necesaria intervención en el campo simbólico, pensando el arte más como un parche simpático de la política que como intervención específica, y abandonando el “frente de lucha” de la teoría (uno de los tres terrenos de intervención conceptualizados por Lenin, junto con el económico-social y el político).

Sin lugar a dudas, la intensa labor de formación de militantes de organizaciones como el Frente Popular Darío Santillán (con sus campamentos de Jóvenes, de Mujeres, sus cartillas y cursos e incluso, junto con otras organizaciones hermanas, con la creación de la Escuela de Formación Política Latinoamericana José Carlos Mariátegui), o la fundación en 2006 de la editorial El Colectivo (que este año parece haberse reactivado tras algún tiempo de no edición o de producción intermitente), fue un importante paso en este sentido, no solo para pensar y desarrollar el concepto de Poder Popular, sino -fundamentalmente- para potenciar su práctica, ya que no es posible pensar una genuina construcción de este tipo sin una intensa labor de formación política de los cuadros y militantes de las organizaciones, e incluso de sus bases sociales.

De allí la sorpresa: los dos libros publicados por esta editorial, referidos al concepto de Poder Popular, datan de 2007. Valiosos aportes, no han sido sin embargo superados ni retomados hasta el momento.

«Mareados por la dinámicas de las nuevas tecnologías, estas izquierdas cayeron las más de las veces en una suerte de consignismo vacío, más gráfico que conceptual»

En “El sueño de una cosa (Introducción al Poder Popular)”, del ensayista Miguel Mazzeo, pueden encontrarse sistematizados una serie de debates de la militancia popular adscripta a la “corriente autónoma” de los movimientos sociales en los años previos a su publicación, y también, un valioso aporte de síntesis de estudios, lecturas y conclusiones a las que arribó el autor (ligado “orgánicamente” a estas experiencias) desde su práctica teórica. Si en su anterior libro, “Qué (¿no?) hacer”, se metía con el momento “negativo”, de las prácticas y las reflexiones de los movimientos, en este trabajo redobla la apuesta e intenta contribuir respecto de algunas definiciones más allá del momento crítico.

De Karl Marx al Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, de Rosa Luxemburgo a nuestro filósofo Carlos Astrada, Miguel Mazzeo se mete en este libro con conceptos y prácticas vinculadas a la noción de Poder Popular. El autor repasa los distintos usos del término hasta arribar al núcleo de análisis respecto del entramado sujeto-poder, y por qué es poder y popular el Poder Popular. En sus páginas podemos encontrarnos con citas de Trotsky, Lenin, Gramsci y Lukács pero también de Bloch y Passolini, Holloway y Negri, así como de los argentino Mario Roberto Santucho y Rubén Dri, Thwaites Rey y Raúl Cerdeiras.

Experiencias como la del gobierno de Unidad Popular en el Chile de Salvador Allende, o las influencias en los procesos latinoamericanos por parte de la corriente eclesiástica de la teología de la liberación, así como la Revolución Bolivariana de Venezuela y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil, forman parte del abanico de sus preocupaciones. Por supuesto, el foco está puesto en las experiencias desarrolladas en nuestro país en la década 1996-2006, que son analizadas con detalle. Posicionándose como parte de ellas, el autor -sin embargo- no las idolatra. Las analiza críticamente. Instala debates. “Mete el dedo en la llaga”, como quien dice. Por supuesto, lo hace con respeto y desde el interior de esta nueva izquierda.

También en 2007 El Colectivo publicó “Reflexiones sobre el poder popular”, donde una docena de autores aportamos una serie de textos para intentar pensar el concepto. Compilado por el propio Mazzeo, junto con el sociólogo Fernando Stratta, aparecen textos de intelectuales-militantes como Rubén Drí, Guillermo Caviasca, Federico Polleri, Aldo Casas, Hernán Ouviña, Esteban Rodríguez Alzueta, y Omar Acha, quien poco tiempo después publicó un libro al que tituló “La nueva generación intelectual”, en el que daba cuenta de la emergencia de una intelectualidad crítica en esos últimos años.

Intelectualidad entonces ligada a la Nueva Izquierda Autónoma, que bien ha migrado a posiciones de la “izquierda clásica” o al reformismo, o se ha refugiado en producciones individuales, más allá de que persisten proyectos como el de la revista y la editorial Herramienta o hayan surgido otros como el Portal de Pensamiento Crítico Contrahegemonía, el Blog Lobo Suelto! (sin contar con otras publicaciones, más ligadas al periodismo cultural, o el periodismo a secas, como las revistas Sudestada y Devenir, o las experiencias que confluyen en la Red Nacional de Medios Alternativos).

En el mencionado “Reflexiones sobre el poder popular”, escribimos con Esteban Rodríguez Alzueta un texto conjunto al que titulamos “La izquierda autónoma en el laberinto”, en el que -entre otras cuestiones- decíamos que el concepto de Poder Popular funcionaba una marca de identidad, como una suerte de “contraseña” de un conjunto de experiencias similares pero heterogéneas. Este rasgo identitario positivo terminó jugándole una mala pasada a sus integrantes: transcurrida casi una década, hoy puede verse como muchas organizaciones hablan más del poder popular que el poder popular que efectivamente construyen.

Allí advertíamos, asimismo, que el sectarismo era como un fantasma que acechaba a estas organizaciones, que tiempo después -siempre en nombre de la “uni/dad”- entraron en un ciclo ascendente de rupturas. Y señalábamos: “Si se pretende modificar la realidad más allá de las experiencias particulares, habrá que asumir los riesgos que suponen las nuevas coyunturas y entender que no siempre se juega de local, con viento a favor o en bajada; que no siempre se puede bailar con la más linda; que en la lucha no se está solo y que si uno no quiere quedar aislado -con todo lo que eso implica-, si todavía pretende tener una incidencia en la sociedad en general, tendrá que saber ´convidar´ la lucha a otros sectores, tendrá que aprender a coordinar y articular con otras experiencias que, estando en la misma lucha, tienen otros criterios de construcción; y también saber que en ese convite y en esas coordinaciones no siempre llevará la delantera, a veces deberá conformarse con viajar en el último vagón de un tren que lleva a la Mujer Maravilla, pero también a Frankestein, a Drácula, o al Hombre Lobo”.

«Transcurrida casi una década, hoy puede verse como muchas organizaciones hablan más del poder popular que el poder popular que efectivamente construyen»

Ensimismada, la “corriente autónoma” de los movimientos sociales en Argentina pretendió de un día para el otro, como buscando una suerte de atajo, resolver años de incapacidades respecto de la politización del cotidiano con el “salto a la política”, en una búsqueda por interpelar a sectores más amplios de la sociedad pero desde las mismas lógicas endogámicas de antaño, cuando no negando parte de su historia y buscando nuevos rótulos para disimular un cambio de perspectiva estratégica.

Tal vez pensando en el cierre de la gestión progresista de la larga década y en el actual momento de transición Latinoamericana, esta fracción del campo popular deba mirar retrospectivamente y retomar lo mejor de su corta pero intensa experiencia, barajar de nuevo y rediseñar nuevos rumbos de intervención.

Pensar hoy en Poder Popular, en una perspectiva estratégica y no como contraseña identitaria, seguramente implique desacelerar ansiedades que tienen más que ver con los tiempos biológicos de las singularidades que con los tiempos colectivos y asumir el desafió de retomar las temporalidades resistentes de larga duración, sin por eso renunciar a las intervención en la coyuntura, a las “ofensivas tácticas”, para decirlo en la vieja jerga militante.

Tal vez sea hora de volver a arremangarse los pantalones, y diseñar un “salto para abajo” de la militancia de la corriente autónoma de los movimientos sociales, aprendiendo de los momentos de crisis de la Izquierda Autónoma, para que autonomía no sea endogamia, sino potencia de las construcciones de base, de aquellas que -desde abajo y a la izquierda, como sostienen los zapatistas- entienden que no hay formas de organización de la vida social comunitaria en los marcos de un sistema como el capitalismo, y por lo tanto, que apuestan a poner en cuestión los modos de vida dentro del sistema imperante.

Para ello hará falta politizar aún más el cotidiano, la vida. Profundizar las líneas de intervención en los territorios para conquistar espacios de autonomía múltiple (política, social, cultural, pero también económico-productiva), y tener la audacia y la generosa amplitud necesaria para poder golpear a este nuevo neoliberalismo que emerge, junto con otros, en los momentos en que se pueda, sabedores de que la imprescindible organización de base que requiere el Poder Popular no se construye en el vacío, sino en un contexto que seguirá siendo infierno en la medida en que no seamos capaces de impedirlo.

Palabras claves: Izquierda

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