Palabras de Toto López en la fiesta de Casa Grote
La noche del domingo 14 de agosto fue un patio estrellado de abrazos en barrio General Bustos. Uno de los refugios más queridos de la cultura de Córdoba celebró quince años de vida junto a grandes artistas. Revivimos un momento hermoso.
No había manera de no estar ahí. Por la historia de los últimos años; por la permanencia de un lugar que el tiempo fue resignificando, de bastión contra la indiferencia y punto de encuentro para celebrar la vida a espacio de celebración de caminos andados y por andar; por la cantidad de artistas convocados; por los gestos verdaderos de la alegría, por la entereza de un tipo querido, respetado, necesario.
Sólo había que llegar, saludar a los chicos que correteaban en la entrada, pedirse un “Pecado”, unas empanadas, mandarse al patio, buscar una silla y perderla de tanto ir y venir por los encuentros. Y escuchar, eso sí, a ese resumen de la música de Córdoba desparramado en un par de micrófonos: Horacio Sosa, Paola Bernal con Lucas Heredia, la Jam de Folklore, Fer Romero y varios más en el arranque.
En medio de las presentaciones, precisamente un ratito antes de la convocatoria para la sentencia de la Megacausa La Perla, Toto López dejó de atender el buffet de su querida Casa Grote por unos minutos y se apareció entre abrazos, para decir unas palabras ante el patio colmado, que lo escuchó en silencio y lo volvió a abrazar con un aplauso largo.
Con su fraseo inconfundible, esto fue lo que dijo:
Buenas noches a todos y a todas.
Hace 15 años, se cagaban entre los amigos, entre los compañeros, entre los hermanos en las familias, entre los vecinos. Se iban del país muchos de esos…
Reinó el individualismo a ultranza. El “salvate vos”, el “apagá la luz que yo me voy”. Pero había otra gente que no se bancaba ver los chiquitos en su cuadra, en su barrio, revolviendo la basura. Y no tenían un apetito político de ser puntero, concejal o las pelotas. Sino que eran pura sensibilidad, sentido común de la condición humana. Solidarios por naturaleza.
Y abrieron el garage, el galponcito y armaron un merendero, y otro en otro barrio… Pequeños fueguitos.
En ese año, y en esta situación, nace Casa Grote, casa de amigos, con una consigna: Un lugar para creer. Hoy parece una pelotudez, ¡pero es un lugar para creer! Y hoy, miren si no estamos creyendo todavía y todo lo que tenemos por creer, por crear, por construir, que el 25 de agosto vamos a sentenciar a estos genocidas de La Perla.
Yo solamente quería establecer esta línea de tiempo de hace quince años a hoy. Porque de esto de la sentencia va a estar hablando justamente un compañero de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos y del área de Cultura, el Guille Díaz.
Muchísimas gracias a todos y a todas nuevamente, aunque me digan Cristina, a mis compañeros y compañeras, músicos y cantantes, intérpretes, a los poetas, a los actores, a todos los que pasaron por esta Casa porque son ellos los que han nucleado gente. Estamos muy contentos y vamos por quince años más. Gracias compañeros.
Toto López – Patio de Casa Grote – Noche del domingo 14 de agosto de 2016.
Después del aplauzazo con gritos y “¡Vamo’ Toto carajo!”, efectivamente Guille Díaz habló del trabajo que viene haciendo la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos de Córdoba, de la histórica jornada que se vivirá este jueves 25 de agosto, y después vino esto, que alguien felizmente registró:
Y luego el poeta Gustavo Bustillo, que recitó Digo la tonada de Antonio Esteban Agüero, y la música siguió con una manada de atorrantes de por lo menos media docena de proyectos musicales de Córdoba de los últimos quince años, cantando Bin Laden. Antes y después, desordenados en el recuerdo por obra y gracia del segundo Pecado: Marcos Luc, Agustín Druetta, Julián Fanzini, las ganas de que vuelva Ole Blando, el Presenta Trío levantando polvareda, Diego Flandes cantando como para ir a preguntarle, al rato, si no piensa sacar un disco, y así hasta la santa hora, con Seba Milani, Juan Iñaki y vaya a saber cuántos más.
Nosotros, los que mirábamos de frente a los micrófonos, también deseamos -ese mismo domingo y los que vengan- que Casa Grote siga juntando abrazos, por otros quince años y muchos más también.
Por Pablo Arietti