Del hijo
Le acabé adentro.
Por bronca
por impotencia
por resentimiento,
dentro
bien adentro,
por amor
por lo que nos hicimos
y lo que nos debemos,
porque no pudimos
dejar de querernos.
Porque estoy vencido.
Por nuestro pasado.
Porque soy un filo
que está sin cuchillo,
porque soy el nudo,
la estaca y el grito.
Le acabé adentro,
porque quiero un hijo,
porque la quiero
y porque no la quiero
y porque estoy cansado
y me siento viejo.
Por eso, y por cosas
que olvidar prefiero,
le acabé adentro.
Porque cuando pienso
en mi viejo lloro,
porque cuando pienso
en mi vieja lloro,
porque extrañaba
mi carne en su carne,
y porque estoy solo
y por las mil noches
que antes de acabar
suplicaba
que le acabara dentro.
Por hijo de puta.
Porque cuando pude,
pudo y quería
llenarse de mí,
elevar su vientre
a la categoría
de los nueve meses,
me negaba siempre.
Porque al proponer
las demoliciones,
nunca me pensé
solo y demolido.
Porque no la olvido,
porque hubiera sido
diamante perfecto
muy bien escondido
dentro de la piedra
su hijo y mi hijo,
porque estoy buscando
demorar mi muerte,
porque las palabras
ya no me contienen,
porque quiero verme
en ese que viene,
porque ya no quiero
soñarme
de niño y anciano
que se encuentran siempre
y nunca – nada – dicen,
porque cuando hablamos
de llegar a viejos
ella estaba sola
y yo estaba muerto.
Porque hubiera sido
algo hermoso y bueno
que una parte suya
me acompañe siempre.
Bien adentro y mucho,
como una sucesión
de puñales secos.
Porque estoy enfermo
del mundo y su fuego
que me cuece lento
el amor y el odio,
y este pensamiento
que lame mi semen,
mi calva y mis huesos:
¿cómo hubiera sido su hijo y mi hijo?
¿cómo hubiera sido?
(*) Poema de Lucas Tejerina. Producción audiovisual de Niño Raro Audiovisuales.