Knock out y lágrimas en los Juegos Olímpicos

Knock out y lágrimas en los Juegos Olímpicos
2 agosto, 2024 por Redacción La tinta

Comparto algunas reflexiones sobre el debate en torno a sexo y género en estos JJ. OO. que a tantas personas tiene ocupadas y confundidas por estas horas, a raíz de la pelea de la argelina Imane Khelif y la italiana Ángela Carini.

Por M Esteve para La tinta

Los JJ. OO. desde siempre traen consigo un sinfín de comentarios de sobremesa, charlas de ascensor y notas reproducidas en infinitos portales en los que se habla sobre las performances deportivas. A esta lista, le podemos agregar que muchos de estos comentarios suman un carácter generizado: cada tanto, aparecen esas notas que resaltan los cuerpos trabajados y contorneados de deportistas, lo jóvenes o lo viejxs que son algunxs para competir, las camas “antisexo” de la Villa Olímpica e, incluso, la ola de clósets que se abrieron en los Juegos de Río al contar al mundo la lista de quienes andaban por Grindr. Es que, en mayor o menor medida, quienes están allí saben que son observadxs y cuestionadxs. En el caso de Khelif, la boxeadora argelina que ganó en 46 segundos este jueves, las dos cosas al mismo tiempo.

Deporte, género, medicina y geopolítica

El deporte, como lo conocemos, no lo heredamos de los antepasados de las cavernas. Tiene origen en la aristocracia inglesa del siglo XVIII y su extensión luego de la segunda mitad del siglo XIX. Es decir que, si bien las actividades lúdicas y competitivas son previas y estaban en todos los territorios, este momento fue clave en la consolidación del deporte como fenómeno social. Los deportes contribuyeron al período de transformación “civilizatoria” de las sociedades occidentales, imponiendo restricciones internas y externas a la agresividad de los deportistas, principalmente hombres. 

En su libro Antropología del deporte: emociones, poder y negocios en el mundo contemporáneo, los investigadores Niko Besnier, Susan Brownell y Thomas Carter destacan ese carácter “masculino” del deporte y cómo la incorporación de las mujeres a los JJ. OO. comenzó a ser un problema a controlar luego de la Segunda Guerra Mundial, bajo la idea de que, para ganar, los países pondrían “hombres disfrazados” a competir con mujeres ―dando por sentado que ganarían, sumando paranoia y sentido común sexista de la época―. En este contexto, se incorporan las llamadas pruebas de verificación de sexo que, con los años, fueron diversificándose e incorporando técnicas acordes a los avances de la medicina ―desde desfiles de atletas desnudas frente a comités médicos hasta controles ginecológicos y análisis de sangre, orina y saliva actuales― y las exigencias sociales sobre el control de la relación entre sexo y género. 

Los investigadores retoman el caso de Dora Rajten ―atleta alemana que llegó al cuarto puesto de salto en altura en Berlín en 1936―, arrestada por “fraude” y absuelta luego, ya que registraron que había nacido con “malas formaciones”. Parece ser que, en el deporte de alto rendimiento, no hay lugar para ambigüedades y que, en muchos espacios del mundo que habitamos, no hay lugar para salirse de un binomio varón/mujer esperado y reproducido. 


Cada vez que hay JJ. OO., aparecen casos de las “anomalías” y se señala a las deportistas y una relación entre su performance deportiva, su expresión de género y su sexo (en general, reduciéndolo a la genitalidad, pero hoy se suman debates sobre cromosomas y hormonas con especialistas médicos que invierten su día a día en X).


En síntesis, la diferenciación de los cuerpos sexuados fue parte integral en el surgimiento del deporte occidental, reforzando, al mismo tiempo, relaciones geopolíticas en el deporte profesional y argumentando una división discutible de las prácticas y competencias “femeninas” y “masculinas”.

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Imagen: Getty / Richard Pelham

El revuelo en Twitter #esmujer

La pelea entre Imane Khelif y Ángela Carini duró 46 segundos, se saludaron y, al sonar de la campana, empezó el intercambio de golpes. Carini pidió unos segundos para acomodarse el cabezal, volvió por unos golpes más y pidió más tiempo para volver a su esquina donde, después de dos palabras con su entrenador, avisaron que se bajaba. Luego de anunciar la ganadora, la italiana le negó el saludo a Imane, algo que en las reglas de etiqueta de los deportes es irrespetuoso. Ángela cayó sobre sus rodillas, llorando. Estallaron los portales de noticias deportivas y también X, que trajo los comentarios de miles de autoproclamados especialistas en el tema: JJ. OO., boxeo, dimorfismo sexual y la realidad genital, cromosómica y hormonal de la deportista argelina. 

Giorgia Meloni y Javier Milei fueron algunos del grupo de indignadxs ante la pelea, nada nuevo en las declaraciones transodiantes y anti “ideología de género” de estas figuras a quienes ya conocemos. O el periodista Trebuc, hablando de autopercibirse “manubrio” (sic), por algo que pasó entre dos deportistas cuyos nombres no conocía antes de ayer, en una pelea que no le importaba hasta que se volvió un escándalo. También hubo reacciones que hicieron TT el hashtag #esmujer, que buscaban ir en contra de la fakenews que reproducía el presidente diciendo que Khelif era una mujer trans.

En general, estos comentarios señalan distintas condiciones médicas que tendría la atleta argelina: que los cromosomas, que los genitales, que los derechos de las identidades trans en Argelia, etc., etc. Incluso, el diario Olé aclara que “Khelif había sido criticada por su aspecto físico y acusada de ser una mujer transgénero (no lo es)”. Es entendible la necesidad de aclarar una mentira que alimenta una ola de odio dirigida no solo a la pugilista, sino también a la organización de los JJ. OO. por dejar competir a una mujer trans contra otras mujeres, ¡y encima a las piñas! Por otro lado, al hablar de índices de testosterona entre competidores hombres, no se habla de ventajas ni éxitos por sus diferencias; de hecho, no conocemos ese detalle casi nunca. 


La obsesión por el diagnóstico y la explicación minuciosa de qué tiene entre las piernas y en el resto de su cuerpo la boxeadora deja al descubierto que ciertos discursos lo que buscan es alejar del deporte a las personas trans. “Todo bien, pero que no lo hagan cerca mío o frente a los niños, mucho menos como mi contrincante y por una medalla”. Eso se llama transodio.


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Imagen: AP Photo / John Locher

Testosterona es igual a fuerza (no lo es) 

Por otro lado, es necesario cuestionar las divisiones binarias del deporte, dejar de suponer que la testosterona es la respuesta al éxito deportivo y desnaturalizar las prácticas en las que reproducimos y reforzamos estereotipos de género. Quizás me tilden de pasada de progre, pero quién se anima a calzarse unos guantes y a probar las piñas de alguna boxeadora cuya fuerza y técnica la llevan a ocupar un ring en unas olimpíadas. Tamara Tenenbaum, en medio del escándalo que atravesaba la calle online, publica esta pregunta: «Cuántos varones creerán que le ganan a cualquier boxeadora mujer, ¿no?». 

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Una de las aristas de este debate es la idea de que las mujeres son más débiles y que no importa el entrenamiento, la disciplina y la técnica, sino que aquello que permite ganar es la masculinidad, la de los hombres cis. Lo cual a veces lleva a crear relatos un poco fantasiosos y heroicos alrededor. Mucho de nuestro sentido común en relación a las hormonas nos lleva a pensar que los hombres son más fuertes y eso los hace mejores en el deporte porque las “hormonas masculinas” parecen traer aparejadas ventajas deportivas automáticas. 

Como analizan las investigadoras Katrina Karkazis y Rebeca Jordan-Young (antropóloga y bióloga respectivamente), los sesgos con los que han sido estudiadas las capacidades de los cuerpos nos tienen muy lejos de poder comprender la relación entre caracteres sexuales y rendimiento deportivo. Por ejemplo, casi todas las investigaciones sobre testosterona y atletismo se realizaron con varones cis y, cuando toman de modelo a algunas mujeres, son atletas que cuentan con desórdenes en los valores esperados. Concluyen que la testosterona es apenas un elemento dentro de un complejo sistema de retroalimentación neuroendócrina. “Si existiera una ventaja causada por una variación natural de la testosterona, ¿esa ventaja sería injusta?”.

Lxs especialistas en endocrinología de X pueden ir anotándose las críticas que señalan no solo el sesgo de género de muchos estudios médicos, sino también la carga moral y conservadora que habilita los señalamientos sobre las deportistas que no encarnan estereotipos de lo femenino, a lo cual sumamos una marca étnica y racial: ¿quiénes son mayormente señaladas? Imanae Khelif perdió en los JJ. OO. de Tokio 2020 contra Kellie Harrington y nadie cuestionó la fuerza de sus golpes. Lo que está bajo la lupa constante de las redes sociales, los medios, la transmisión por YouTube es el cumplimiento de expectativas sobre la feminidad y la masculinidad asociadas al éxito. ¿A quiénes se les permite ganar sin cuestionamientos? ¿Quiénes son dignxs de una medalla? Al mismo tiempo, son temas que nos permiten visibilizar y escuchar, por ejemplo, la palabra intersex en boca de quienes sienten auténtica curiosidad y reconocer a quienes sólo disfrazan su transodio con datos inchequeables. Es decir, en este contexto en que parece que todas las opiniones valen por sí mismas, detectar que algunas solo se sustentan en el odio a la diferencia.

*Por M Esteve para La tinta / Imagen de portada: AP.

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