Leandro Albani publicó su nuevo libro: “Kurdistán urgente. Historias de un pueblo en resistencia”

Leandro Albani publicó su nuevo libro: “Kurdistán urgente. Historias de un pueblo en resistencia”
1 agosto, 2024 por Redacción La tinta

Entrevista con el periodista y escritor argentino, Leandro Albani, que viene de publicar “Kurdistán urgente. Historias de un pueblo en resistencia” en la editorial Batalla de Ideas.

Por Angelo Nero para Nueva Revolución

Siempre me invade tristeza cuando un pueblo es perseguido por un gobierno maldito, como el turco, que nunca reconoció los daños que causa. Es un gobierno persecutorio. Hay que buscar caminos para ver cómo podemos ayudar al pueblo kurdo. Hay que buscar qué hacer y hacerlo pronto”.

Nora Cortiñas

Leandro Albani es un periodista y escritor argentino, colaborador habitual de NR y de otros medios como La tinta, El Salto y Tiempo Argentino. Autor de varios libros como Kurdistán. Crónicas insurgentes, junto a Alejandro Haddad; Revolución en Kurdistán. La otra guerra contra el Estado Islámico; ISIS. El ejército del terror; Mujeres de Kurdistán. La revolución de las hijas del sol, junto a Roma Vaquero Díaz; No fue un motín. Crónica de la masacre de Pergamino y Ni un solo día sin combatir. Crónicas latinoamericanas. Ahora, viene de publicar Kurdistán urgente. Historias de un pueblo en resistencia, en la editorial Batalla de Ideas, un libro que reúne crónicas, reportajes y entrevistas que Leandro realizó entre los años 2018 y 2024, con el interés añadido del prólogo del periodista Manuel Martorell, uno de los mejores conocedores de la realidad kurda, y el epílogo de la recientemente fallecida Nora Cortiñas, de las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. Sobre este interesante libro, conversamos con nuestro compañero, en una entrevista donde se estrechan las dos orillas del Atlántico.

Lo primero que me llama la atención de este “Kurdistán urgente” es que comienzas hablando del pueblo armenio, “las similitudes entre las políticas genocidas contra los armenios y la actual voracidad turca por enterrar a los kurdos es la misma”, afirmas. ¿El genocidio de los armenios, la persecución de los kurdos y de otras minorías, como asirios y yazidíes, forma parte de una misma estrategia, iniciada hace más de cien años, para promover la unión y la prevalencia del pueblo turco sobre las cenizas de otros pueblos y culturas de su entorno?

—El genocidio armenio, como también el genocidio contra el pueblo asirio cometido durante los últimos estertores del Imperio otomano y, posteriormente, por el Estado turco, tiene una relación directa con la política represiva y negacionista de Turquía con el pueblo kurdo. Es, básicamente, la implementación de un sistema de homogeneización de los pueblos que habitan la actual Turquía, modelo impuesto también por Europa para Medio Oriente y otras regiones cercanas con el objetivo de aplicar las políticas del capitalismo moderno.

En el caso del genocidio armenio, es interesante observar cómo el poder estatal turco utilizó a tribus kurdas para cometer esas matanzas y cómo, durante el siglo XX, desde el movimiento político kurdo, se intentó (y se intenta) cerrar esa herida, sabiendo que armenios y kurdos tienen no sólo un enemigo en común, sino también —y esto es lo más importante— una historia cultural similar y que se vincula de forma natural.

El Partido Democrático de Kurdistán en Turquía —aunque ahora esté prácticamente ilegalizado por el Poder Judicial turco— reconoció esa participación kurda en la matanza de armenios y buscó hacer una relectura de esos hechos ocurridos a principios del siglo XX. También es bueno recordar que el poder turco tiene capacidad, hasta el día de hoy, de corromper a integrantes de pueblos como el armenio o el kurdo, pero, al mismo tiempo, ese poder siempre queda relegado por la fuerza de las resistencias de esos pueblos.

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Imagen: Rojava Information Center

“Erdogan comete una limpieza étnica contra la población kurda”, afirma la periodista Amina Hussein en la primera de las entrevistas de tu libro, en la que dedicas especial atención a Rojava. ¿Por qué ese especial interés del presidente turco en acabar con la experiencia de Rojava y cuál es el papel que otras potencias, como EE. UU. y Rusia, están jugando en el terreno?

—El presidente Erdogan ve con horror la experiencia política y social en Rojava, que se desarrolla desde 2012, cuando los kurdos junto a los pueblos de esa región declararon la autonomía del territorio. A esto, lo ve con horror porque sabe que la población kurda en Turquía —más de veinte millones de habitantes— respaldan la experiencia en Rojava y una buena parte de esa población lucha de diferentes formas por aplicar en Turquía la democratización del territorio. Además, Erdogan tiene una política negacionista de las minorías, como el resto del presidentes o militares que gobernaron en Turquía. Esa característica es parte fundacional del Estado turco y creo que tiene que ver, entre otras cosas, con el modelo europeo implementado en la región, que vino a romper la convivencia entre pueblos y diferentes religiones.

En la actualidad, Estados Unidos y Rusia juegan papeles diferentes y, a su vez, similares en Rojava. Por un lado, Washington y Moscú buscan de todas formas ejercer control territorial sobre toda Siria, una lucha que sospecho que va ganando Rusia, porque Estados Unidos apostó en plena crisis siria por grupos mercenarios y hasta vinculados por Al Qaeda para derrocar a Bahsar al Asad, algo que les salió muy mal. Y en el caso de los kurdos, Estados Unidos tiene presencia militar en el terreno, pero muy acotada, algo que no le permite a Washington avanzar en la desestabilización en Siria y tampoco darle un apoyo real a la administración autónoma de Rojava. En dos cosas coinciden Estados Unidos y Rusia: en darle vía libre a Turquía para bombardear el territorio del norte sirio, donde gobierna la administración autónoma encabezada por los kurdos, y en rechazar la propuesta confederal de esa misma administración autónoma. Ni a Rusia ni a Estados Unidos les interesa respaldar un modelo vinculado al socialismo, la liberación de las mujeres y la convivencia entre diferentes pueblos.

La liberación de Kobane, en 2015, en la que los kurdos derrotaron al Estado Islámico, despertaron la simpatía de Occidente. Sin embargo, con la invasión de Afrin, en 2018, del ejército turco y sus aliados islamistas, ese mismo Occidente miró para otro lado. ¿Es Turquía un aliado demasiado importante —el segundo ejército de la OTAN— como para condenar sus agresiones militares a los kurdos? Y asociado a esto, ¿cuál es la situación actual de Afrin, de la que tenemos un apagón informativo?

—Para Occidente, Turquía es un socio fundamental, no sólo por ser miembro de la OTAN, sino para coartar cualquier proyecto emancipador real en la región. Además, Ankara tiene una gran capacidad de chantaje con Estados Unidos y Europa, similar a la que ejerce Marruecos con respecto a la causa saharaui. Porque Turquía es un gran mercado económico para Occidente y, además, a través de Turquía, se controla la inmigración hacia Europa. Para esto último, Europa le paga a Turquía miles de millones de euros que nadie controla y por el cual el gobierno turco no rinde cuentas. Occidente prefiere tener relaciones y negociar con un régimen autoritario que apoyar un modelo de sociedad como la de Rojava.

Con respecto a Afrin, la situación sigue deteriorándose, porque los grupos armados respaldados por Turquía, ya sean yihadistas o mercenarios, manejan ese territorio con mano de hierro y con total impunidad. En Afrin, siguen secuestrando gente, violando mujeres, destruyendo el ecosistema del cantón, persiguiendo a quienes se oponen a la ocupación ilegal. En este caso, Naciones Unidas y otros organismos internacionales son responsables por mantener el silencio ante la ocupación ilegal del territorio. Además, Turquía construye nueva infraestructura en Afrin, algo que viola lo estipulado por el derecho internacional. Los kurdos denuncian infinidad de veces que, en Afrin, el Estado turco intenta turquifizar la región. Para lograr esto, Ankara es responsable del desplazamiento forzado de alrededor de trecientos mil pobladores que tuvieron que dejar sus hogares y sus tierras. Al mismo tiempo, en ese cantón de mayoría kurda, opera el Frente de Liberación de Afrin, que siempre realiza acciones contra las fuerzas ocupantes. En las últimas semanas, también hubo protestas civiles contra la ocupación, algo que se observa cada vez más seguido.

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—El Confederalismo Democrático, la teoría social desarrollada por Abdullah Öcalan, y que bebe también de fuentes como Murray Bookchin y Immanuel Wallerstein, llama a superar los Estados-nación, propone modelos de autogobierno y da un papel fundamental a la ecología y al feminismo, ¿desafía abiertamente esta teoría social, de la que bebe la organización de Rojava, a los Estados que ocupan actualmente el Kurdistán?

—Los Estados que ocupan Kurdistán son la antítesis del confederalismo democrático. Y por eso, el movimiento político kurdo que aboga por este paradigma sistematizado por Öcalan es perseguido y reprimido. En el pensamiento y poder estatal en países como Turquía, Irán, Siria e Irak, la lucha por una sociedad más democrática que rompa las estructuras de esos Estados es vista como un enemigo a aniquilar. Estos modelos estatales en Medio Oriente no son diferentes a otros de otras latitudes. Creo que la diferencia es que, en el caso de Kurdistán, hay una organización política, militar y social que ya lleva casi cincuenta años, impulsada por el Movimiento de Liberación de Kurdistán, que propone un cambio radical de las estructuras, algo que los poderes de Medio Oriente como los gobernantes en Estados Unidos y Europa ven con muy malos ojos. Creo que uno de los aciertos del confederalismo democrático es su lucha por la democratización de los territorios, porque no tiene que ver con lo electoral solamente, sino con democratizar las relaciones humanas y las relaciones con la naturaleza. Que el movimiento kurdo tenga como consigna principal que, sin la liberación de las mujeres, no hay posibilidades de liberar a la sociedad me parece central para entender la actual lucha del pueblo kurdo.

En mi generación, muchos descubrimos la realidad del Kurdistán o, más bien, sus muchas realidades a través de los artículos y libros de Manuel Martorell, al que también entrevistas en tu libro. Martorell señala que “el PDK, como los demás partidos kurdos importantes, tiene una orientación social hegemonista y no permite la competencia de otras organizaciones en su territorio”. ¿El papel del PDK de Barzani, como colaborador de Turquía, puede empujar a un enfrentamiento abierto con otras fuerzas kurdas, como el PKK, que derive en una guerra civil en el Kurdistán?

—Manuel Martorell es un periodista que nos abrió a muchos y a muchas las puertas de Kurdistán. Todavía hoy es muy difícil encontrar un trabajo periodístico y de análisis sobre Kurdistán tan excelente y minucioso como el que hace Manuel con sus artículos y libros. Por eso, en lo personal, es una alegría inmensa que él escriba el prólogo del libro, planteando su visión de Kurdistán y de su actualidad. El análisis de Manuel con respecto a las diferencias intrakurdas es muy importante, porque él conoce al detalle el territorio y sus diferentes organizaciones y liderazgos, y siempre nos permite profundizar los análisis sobre la realidad kurda, que muchas veces se plantean como algo dicotómico y, en realidad, es mucho más diverso y complejo.

Sobre el tema del PDK, las tensiones entre las guerrillas del PKK y ese partido que gobierna la región semiautónoma del Kurdistán iraquí son cada vez más frágiles. Desde el PKK, vienen denunciando la complicidad del PDK con Turquía, principalmente en el apoyo que el clan Barzani le brinda al ejército turco para ocupar zonas de Kurdistán, pero, al mismo tiempo, se llama a esquivar los enfrentamientos armados y volver al diálogo. En la actualidad, veo difícil que la insurgencia llegue a un acuerdo mínimo con el PDK, porque el liderazgo de este partido está rendido a los pies de Turquía. Si surgiera un enfrentamiento abierto entre el PKK y el PDK, realmente sería un retroceso importante para el pueblo kurdo y sus conquistas recientes.

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En Kurdistán urgente, también hay un capítulo dedicado a los yazidíes, que, en 2014, fueron objeto de genocidio, durante la invasión del Estado Islámico de Shengal. ¿En qué situación se encuentra este pueblo, que ha sufrido una especial persecución por los islamistas, al ser considerados “adoradores del diablo”?

—Los yazidíes de Shengal también fundaron una administración autónoma, que es reconocida por los pobladores de esa región del norte de Irak, pero no por el gobierno de Bagdad y mucho menos por Turquía. Tal vez, lo que todavía se denomina comunidad internacional tendría que hacer todo lo posible para que ese pueblo logre sus plenos derechos políticos, culturales y religiosos, porque fueron una de las principales víctimas del Estado Islámico. Todavía hoy, ISIS tiene en su poder a más de dos mil mujeres yazidíes que fueron secuestradas en Shengal cuando ese grupo terrorista invadió la región. Con el caso de los yazidíes, también se ve claramente que el apoyo entre pueblos es fundamental para conquistar derechos, porque los kurdos del PKK asumieron la defensa de Shengal cuando ISIS atacó y salvaron miles de vidas. Y también, aunque menos conocido, el modelo de autonomía democrática se está construyendo en ese territorio de mayoría yazidí.

La voz del periodista español Ferrán Barber, autor del documental “Si te dicen que caí en Rojava” y que fue encarcelado en el desempeño de su trabajo por las autoridades del Gobierno Regional del Kurdistán Iraquí, también sale en las páginas de tu libro, donde destaca la importancia del internacionalismo en la lucha por la libertad de los kurdos. ¿Qué importancia tiene ese internacionalismo que, como señala Barber, nos remite a los brigadistas de la guerra civil española?

—Los trabajos periodísticos de Ferrán también fueron muy importantes para dar a conocer lo que sucedía en Kurdistán cuando ISIS intentaba controlar varias zonas. Y tanto sus artículos como en ese documental, Ferrán apunta de forma muy clara en un fenómeno bastante desconocido que se dio durante la denominada “Revolución de Rojava” y son las miles de personas de todo el mundo que se trasladaron al Kurdistán sirio para defender el territorio y sumarse a la lucha de los kurdos y otros pueblos contra el Daesh.

Un punto interesante es que el internacionalismo que se generó en Rojava hacía mucho tiempo no se veía y también que ese aluvión de personas estuvo integrado desde militantes marxistas ortodoxos, anarquistas, gente de a pie que se conmovió con las atrocidades cometidas por ISIS hasta ex marines estadounidenses y gente de la derecha católica europea. Mucha de esa gente llegó a Rojava como pudo, arriesgando su vida, como hacía tiempo no se veía en el contexto de un proceso de liberación y defensa de un territorio. Si bien, en el libro, no aparecen entrevistas a internacionalistas, en estos últimos años, pude hablar con más de una docena de voluntarios internacionales que estuvieron o todavía están en Rojava, y siempre me asombró que, pese a sus diferencias ideológicas, rescataban el proyecto de Rojava como un modelo inclusivo, democrático y humanista.

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Imagen: Emrah Guerl / AP

“Que alguien me diga qué clase de revolución puede llevarse a cabo bajo la tutela de Estados Unidos”, apunta Ferrán Barber en vuestra conversación, y es que este es un asunto central en el debate de la izquierda en el apoyo a la causa kurda. ¿Qué argumentos podemos esgrimir los que vemos a Rojava como una experiencia positiva, pero rechazamos el imperialismo norteamericano?

—La discusión sobre Rojava y el carácter revolucionario del proceso es profunda, aunque no muy extendida. Creo que, en Rojava, hay características socialistas que se están implementando, porque el paradigma del confederalismo democrático las incluye, aunque el movimiento político kurdo sea muy crítico al socialismo real y a lo que sucedió en la Unión Soviética. Es importante tener en cuenta que lo que sucede en Rojava no se puede sacar de contexto, porque diariamente Turquía bombardea la región y hace todo lo posible para liberar a los yihadistas de ISIS que están en los campamentos de refugiados de Al Hol. También hay que tener en cuenta que el Estado sirio no tiene demasiado interés en que el modelo de Rojava se afiance, algo que comparte con Rusia y Estados Unidos.

Los kurdos explican la relación con Estados Unidos y la Coalición Internacional contra el Daesh como un acuerdo táctico: Washington les provee armamento y asesores para seguir limpiando el territorio de mercenarios de Daesh, y también sacar petróleo que se vende al Kurdistán iraquí y, en parte, al propio gobierno sirio. Para Estados Unidos, creo que el único interés en apoyar a la administración autónoma es tener presencia territorial en Siria, porque la Casa Blanca fue la gran perdedora luego de que se desataran las masivas protestas en Siria en 2011 y el comienzo de una crisis que todavía no finalizó. Entiendo que los pueblos que integran la administración autónoma de Rojava intentan por todos los medios tener reconocimiento internacional y eso los lleva a hablar y relacionarse, dentro de sus posibilidades, con gobiernos, partidos políticos y movimientos sociales a nivel internacional. Que busquen ese reconocimiento internacional me parece lógico y genuino, pero la negativa de los kurdos de Siria a crear un nuevo Estado es muy problemático para Estados Unidos y Europa, porque se cierra la posibilidad de balcanizar la región, que es un plan que Washington siempre tiene a mano. También es verdad que, desde el Movimiento de Liberación de Kurdistán, se dejó en claro que saben que una traición estadounidense es muy posible, pero que no esperan mucho más de Estados Unidos. Hay que tener en cuenta que la situación en Rojava es muy particular en relación a las potencias occidentales, porque, por un lado, respaldan la lucha contra el Daesh, pero rechazan el modelo confederal para Siria. Y también que a organizaciones políticas y armadas de otras partes de Kurdistán, hermanas de las que están en Rojava, tanto Estados Unidos como Europa las califica como terroristas y las persigue y criminaliza.

Otro punto importante y que siempre me pregunto es por qué muchos gobiernos de izquierda y progresistas del mundo, en particular, en América Latina, no se interesan por lo que sucede en Rojava, teniendo en cuenta que, pese a las diferencias, los kurdos de Siria luchan por un socialismo con características propias. Una respuesta es que el peso del Estado turco en esos países latinoamericanos es muy grande en lo económico y lo político. Además, veo cierta pereza en sectores de la izquierda, ya sean estatales o no, de tratar de entender al pueblo kurdo y sus expresiones políticas.

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Otro de los puntos centrales del proyecto de Rojava es el papel de la mujer, algo realmente revolucionario en ese espacio geográfico, que se ha organizado no solo a nivel social y político, a través de la Jineolojî, sino también militar, en las Unidades de Protección de la Mujer (YPJ). ¿Cuál es la importancia de la participación de las mujeres en la construcción y en la defensa de Rojava?

—En el proceso general de cambio social en todo Kurdistán, las mujeres son el sector fundamental y principal, porque el movimiento político kurdo intenta basar la liberación de su territorio en la lucha de las mujeres. En Rojava, lo más visible fueron los batallones de mujeres de las YPJ y eso fue muy importante para visibilizar su lucha, pero el cambio estructural impulsado por las mujeres es mucho más profundo y tiene varias décadas. En el caso de Rojava, como en otras partes de Kurdistán, las copresidencias y los coliderazgos de instituciones y organizaciones es solo un ejemplo. También está la experiencia de Jinwar, un pueblo fundado, construido y administrado solo por mujeres, como la creación de las Mala Jin (Casa de Mujeres), espacios de contención, liberación y para arreglar disputas o solucionar problemas cotidianos referidos a las mujeres. A su vez, en este proyecto, la Jinoloji es fundamental, porque el movimiento de mujeres kurdas se planteó una relectura y reinterpretación de todas las ciencias, en donde la visión patriarcal es rectora (aunque, en muchas de esas ciencias, las mujeres fueron las pioneras). Las propuestas de las mujeres kurdas son las más radicales dentro del amplio Movimiento de Liberación de Kurdistán.

Aún para los que nos hemos interesado en conocer la realidad del pueblo kurdo, la más desconocida es la de Rojhilat, la parte del Kurdistán que está en Irán, a pesar de que mucha gente ha descubierto, a través de la muerte de Mahsa Amini, que también hay kurdos —y, sobre todo, mujeres kurdas, que ya gritaban «Mujer, Vida, Libertad»— en esa república islámica. ¿Cuál es el papel del pueblo kurdo, especialmente de las mujeres kurdas, en las revueltas iniciadas en septiembre de 2022?

—Las mujeres kurdas de Irán son todavía hoy el motor de las masivas protestas en Irán después del asesinato de Jina Mahsa Amini. Es interesante ver cómo los grandes medios de comunicación —y algunos que se dicen contrahegemónicos— taparon el hecho de que Jina Amini era kurda y que las protestas se iniciaron en el Kurdistán ocupado por el Estado iraní. Aunque el movimiento conocido con “Mujer, Vida, Libertad” ahora parece estar en una meseta, sigue muy activo en Irán. Y desde el asesinato de Jina Amini, las mujeres de ese país lograron romper muchas estructuras patriarcales que son pilares del régimen iraní. El tema de la utilización o no del velo es sólo una muestra, porque muchas mujeres en Irán quieren decidir sus relaciones con las creencias religiosas que profesan y la imposición del velo por parte del Estado cercena sus libertades más íntimas y personales. Hay que recordar que, en Irán, a las mujeres kurdas se las persigue, se las encarcela y, en muchos casos, se las ejecuta por infieles y por no creer en Dios. Frente a eso, la resistencia que ellas construyen tiene que ver con la vida, la libertad y la dignidad. Es, al fin y al cabo, la contracara de lo que el Estado iraní les ofrece a muchas mujeres.

En tu libro Erol Polat, el representante en América Latina del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK) dice que “es necesario aprender de los pueblos. Los kurdos tenemos una visión, un paradigma, pero, para que esta sea más abierta, tenemos que conocer otras luchas, otros pueblos, otras culturas”. ¿Hay alguna conexión entre el movimiento kurdo y otros movimientos de Latinoamérica como el zapatismo o el MST de Brasil?

—En estos últimos años, el movimiento kurdo tendió varios puentes con América Latina, puentes que apenas estaban explorados. Sus referencias más grandes son el zapatismo en México, el proceso de pueblos originarios en Colombia y ciertos acercamientos con movimientos sociales de Argentina, Brasil y Chile. Estas relaciones son muy incipientes, pero creo que son muy fluidas porque el movimiento de mujeres de América Latina permitió que las realidades de nuestro continente y Kurdistán se acercaran de forma acelerada, tanto por las similitudes como por las diferencias de esas luchas, pero siempre tratando de entender y comprender las particularidades. Como decía anteriormente, es bastante curioso que muchos gobiernos de izquierda o progresistas de América Latina no muestren interés por la lucha de los pueblos de Kurdistán y, en algunos casos, hasta condenen al pueblo kurdo por defender sus derechos más básicos.

Una de las entrevistas que más me ha gustado ha sido la de Sevinaz Evdike, directora de cine y responsable de las relaciones internacionales de la Comuna de Cine, de donde han salido películas tan notables como “Kobane”, dirigida por Özlem Yaşar​. ¿Qué importancia tiene un proyecto como este para la difusión de la causa kurda en el mundo?

—En Rojava, sucede algo que en todos los procesos revolucionarios del siglo XX ocurrió y que es el despertar de los pueblos en diversas formas. Una de ellas es el aspecto cultural que, en el caso del Kurdistán sirio, estuvo muy reprimido por el Estado. Pero ahora, ya sea con la Comuna de Cine o con las ferias del libro que se organizan en diferentes ciudades de Rojava, el despertar cultural es muy fuerte, porque los hombres y mujeres de Rojava es la primera vez que se pueden expresar libremente en sus lenguas maternas, porque pueden construir su propia cultura que siempre estuvo reprimida y negada por el Estado, y porque creo que las generaciones más jóvenes transitan libertades que sus padres, madres y abuelos nunca pudieron disfrutar. La Comuna de Cine está produciendo muchas películas y cortometrajes que hablan de muchos temas, desde la guerra hasta la vida cotidiana de los pobladores de Rojava, y eso es una experiencia única para Kurdistán, donde el Estado siempre tuvo entre rejas el arte que el pueblo kurdo defiende desde sus orígenes.

*Por Angelo Nero para Nueva Revolución / Imagen de portada: Nueva Revolución.

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Palabras claves: Kurdistán, Leandro Albani

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