Alejandra Pizarnik, la poeta de la que se dice que “no podía” hacer otra cosa más que escribir poesía en estados de dolor y angustia, era sobretodo una mujer y una escritora que no se acomoda a los parámetros que se esperaban de una mujer que decide hacer de su vida el escribir poesía y disputar un lugar en un mundo predominantemente masculino. Al igual que ella nos sentimos ajenas al lenguaje que no nos convoca y somos al mismo tiempo los pájaros que en los procesos de liberación nos preguntamos qué haremos con el miedo. Por Sandra Ivette González Ruiz.
“No quiero ir más que hasta el fondo”. Ese fue el último verso que Alejandra Pizarnik dejó en el pizarrón de su departamento. Antes, la autora de La condesa sangrienta desnudó sus fantasmas y obsesiones a través del estigma de sus versos, oscuros y lánguidos. Una historia de naufragio, ausencia y la búsqueda interminable de la palabra exacta. Por Nadia Fink y Mariano Garrido.