Una realidad golpea cruelmente las infancias de las niñas y adolescentes en Latinoamérica. Las “Socorristas en Red, feministas que CUIDAMOS”, han lanzado una campaña instando a cuestionarnos sobre cuál es la promesa de destino para niñas y adolescentes en un país donde cada 3 horas una niña de entre 10 y 14 años es obligada a gestar, parir y criar.
Volvemos a gritar este 25 de noviembre contra las violencias hacia las mujeres, trans, travestis, lesbianas. Contra cada una de las violencias estructurales e históricas y las de cada día, silenciadas e invisibilizadas, que se alojan en nuestros cuerpos, en nuestras identidades, en nuestros sueños. Esas que intentamos combatir cotidianamente.
Un Encuentro histórico, fuimos más de 500.000 llenando las escuelas, calles, plazas ante la lluvia y el frío, nuestros cuerpos entrelazados, sostenidas y organizadas para seguir gritando bien fuerte desde los territorios, desde abajo contra todos los mandatos patriarcales, heteronormativos, coloniales y racistas que nos quieren disciplinades. Gritamos bien fuerte que somos plurinacionales, que somos Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No Binaries.
Cuando es una mujer la que supuestamente cometió un delito contra un varón, en el que se entrecruza la violencia machista, son los mismos medios los que se encargan de realizar un ADN en vivo de la victimaria. Las mujeres somos ciudadanas de última categoría, para nosotras no se aplica el principio de inocencia.
Luego del fallo lesbodiante que condenó a Mariana Gómez a un año de prisión en suspenso, hagamos estallar la furia. A Mariana la juzgaron y condenaron por besarse con su esposa en la estación Constitución. Sí, un beso en el espacio público. Sí, a su esposa. En el día Internacional del Orgullo Gay, a 50 años de Stonewall, la policía y la Justicia demostraron su odio. Y nosotrxs, como respuesta y tomando como ejemplo aquel hito histórico, nos mostramos. Mostramos amor. Somos mujeres, trans, trabajadorxs sexuales, pibxs. Hoy, todxs somos Mariana. Somos todxs lesbianas y, al clóset, no volvemos más.