Hikaru, la reconstrucción de los sentidos
Por Manuel Allasino para La tinta
Hikaru es la primera novela de Mario Flores, publicada en el año 2018. La historia se centra en el encuentro de un padre con una hija desconocida, a quien solo vio en una oportunidad. Todo se desarrolla en una plaza de un pueblo que no está nombrado, pero que resulta familiar. Teniendo como nexo un animé japonés que únicamente se ve por internet, “Hikaru – El poder de los elementos”, padre e hija buscarán componer lazos y reconstruir sentidos, luego de haber sufrido ambos un fuerte desmoronamiento.
Mario Flores, a través de un exquisito trabajo narrativo, logra introducirnos en la sensibilidad de esos personajes que están a la espera de que algo suceda.
“Al principio su madre se pone contenta con la noticia de que tiene una nieta, pero cuando se entera de que la nieta tiene diez años pide saber más. No entiende la historia, le parece un absurdo. Le pregunta quién es la sinvergüenza que le quiere encajar una criatura. Él le explica, con paciencia, que nadie le quiere encajar nada. Tiene una hija de diez años que no conoce. Con aquella chica solamente fue una vez a su casa. La del flequillo teñido de rosa. La hija del ferretero. Esa misma. Con ella tuvieron una hija. -¿Y qué pasó entonces? –le pregunta, ansiosa. –No pasó nada. Le dije que yo no estaba preparado… -¡Y claro que no estabas preparado, si eras un chico! –Mamá ¿por qué no esperas a que te termine de contar? Le dije que no estaba preparado y si podíamos solucionarlo de otra manera. Le propuse abortar. Mientras escucha, su madre se hace la señal de la cruz varias veces, invoca a la virgen María y solloza de vez en cuando. Se entera de que la hija del ferretero no quiso abortar y que tuvo a la bebé. Que el ferretero la mandó a vivir con la hermana, que vivía en la capital. Que hasta ahí fue él un día, unos meses después, con la intención de verla y arreglarlo todo, formar una familia, enmendar su error. Que no la encontró y dejó de buscar. Que durante un tiempo el ferretero lo buscaba para cobrársela y mandarlo al hospital. Que no sabía ni el nombre de su hija, ni el día de su cumpleaños. Que se enteró de ambas cosas gracias a una de las amigas chusmas que siempre solía tener. Y que pasaron diez años de eso. Su madre le recomienda conocer y empezar a estar presente en la vida de la nena, ir a confesarse y pedir disculpas a la madre y su familia. Él está de acuerdo con todo menos con lo de ir a confesarse. Su madre le dice que además de estar en paz con su hija y la hija del ferretero, tiene que estar en paz con Dios por sobre todas las cosas. Él le dice que lo pensará, solo para dejarla tranquila. Esa noche no duerme y pasa la madrugada sentado a la computadora, revisando si tiene respuesta sobre el encuentro. Espera datos, una dirección, un horario. No recibe ninguna de esas cosas. Decide imaginárselo. Piensa detenidamente cómo saludará, qué explicación o qué mentiras dirá sobre sí mismo, si encontrará algún parecido físico, si el gusto de helado que escogerá su hija será también de su agrado. Cuando el sueño y el ardor de ojos lo derrotan está casi amaneciendo. Se acuesta y cierra los párpados. Se duerme de inmediato y, por primera vez, fantasea en sueños con algo parecido al futuro”.
La portada de Hikaru, la primera novela de Mario Flores, es obra de Luis Bravo, un fotógrafo de Salta. La imagen refleja la tranquilidad y la quietud, pero, también, la soledad, la alienación y la espera.
Con el animé japonés, la hija le ha dado a su padre algo de donde poder agarrarse. Le ofreció un apocalipsis en el cual poder creer.
“Su madre se queda en casa mirando una telenovela mexicana y él sale nuevamente a la calle. Esta vez se repite el escenario que encontró temprano a la mañana: un pueblo casi muerto, pocas personas y vehículos. Hasta los perros que habitan la calle duermen la siesta bajo árboles o junto a los contenedores de basura. Otra vez llega temprano. Casi media hora antes del horario pactado. Otra vez se sienta en el mismo banco. Dando la espalda a los juegos del centro. Otra vez el hombre de cincuenta años, con su ropa de tela de grafa y su radio a pilas. Tan poco ruido en el ambiente y tanto viento que mueve el mundo le permiten oír lo que suena: un tango tristísimo y eterno. Otra vez la avenida y su flujo mínimo de autos. Otra vez la breve hilera de casas ahí enfrente, donde la vida, al parecer, solamente existe puertas adentro. Cualquiera diría que esas casas están pintadas, cerradas herméticamente, sin vida interior. Otra vez la puerta de la casa número cuatro se abre, y salen madre e hija, cruzando la avenida con cuidado y llegando a la placita desierta. Esta vez ella queda atrás y la niña corre libre hacia donde él la espera. Esta vez él sí se aventura a inclinarse hasta dejar su mejilla a la altura de rostro de su hija, y ella le da un beso con perfume a chicle de frutilla”.
La novela de Flores comienza con una frase de Radiohead: “We ride tonight ghost horses” (cabalgaremos esta noche caballos fantasmas) del tema You and Whose Army? Y esa es la musicalidad de la historia: la nostalgia y melancolía placentera que expresa la banda liderada por Tom Yorke.
Hikaru se divide en veintiocho capítulos breves que siguen un hilo conceptual minuciosamente construido por el escritor.
“-Contame más de eso que te gusta ¿Hikari? –le preguntaba. –Hikaru. Se trata de una chica que tiene poderes, puede controlar los elementos de la naturaleza. Y hay un planeta que viene por el espacio y va a chocar con la Tierra. Ya quiero ver cómo termina, yo creo que ella salva al mundo. -¿En dónde lo pasan? Parece interesante. –En un canal que se llama Locomotion. Te va a gustar. A mi mamá no le gusta, no lo entiende. –Bueno, a tu mamá nunca le gustaron los dibujos. A mí sí. Capaz me guste –dice él. Le promete que verá la serie. La plaza sigue vacía excepto por ellos y el cuidador, que parece quedarse dormido, sentado allá en el último rincón con el tango escapándose de la radio a pilas. La madre sigue en su lugar, haciendo de cuenta que se distrae con su celular jugando a algo, pero nunca baja la mirada por largo rato. Los mira, atenta. Tomó la precaución de no quedarse demasiado lejos. Sabe que es cuestión de horas para que las vacaciones de invierno terminen y esa tarde pase a ser un simple recuerdo. Con el tiempo, quizás, llegue a ser menos. Cuando el cuidador haga la siguiente ronda y pase con su gastada escoba, el encuentro habrá terminado. Él pregunta nuevamente cosas de la escuela, de sus compañeras que también tienen dos padres y dos madres, de su materia preferida, de la materia que odia. Ella responde a todas las preguntas mientras juega con los flecos de su nueva bufanda, y cuenta episodios graciosos, como la vez que su compañera Ailén se cayó en clase de gimnasia, o como la vez que la maestra de ciencias naturales recibió una visita de su esposo para pedirle divorcio dentro del aula. Él se sorprende, también, de ver cuánto ha cambiado su mundo. Le cuesta verse como padre al no poder contarle a su hija nada interesante ni darle lecciones de utilidad. Piensa que está haciéndolo mal, que las cosas deben ser al revés, que está habitando un territorio desconocido donde las reglas de la paternidad han cambiado y ahora se siente un niño otra vez, aprendiendo sobre la escuela, sobre esos otros mundos y sobre planetas que amenazan la vida, volando por el espacio”.
Hikaru de Mario Flores es una novela que trata sobre las cosas que suceden detrás de las escenas. Se está esperando que algo suceda y, en esa espera, reside el apocalipsis.
Sobre el autor
Mario Flores nació en Tartagal, provincia de Salta, en 1990. Es escritor y editor. Coordina talleres de lectura y escritura potencial para adolescentes y adultos. Aparece en las antologías Jardín 16 (Minibús ediciones, 2016), Festival de Poesía Joven La Juntada VIII (APOA, 2016) y la Antología Federal de Poesía del NOA (Consejo Federal de Inversiones, 2017). Fue seleccionado en la categoría Literatura de la residencia Enciende de la Bienal de Arte Joven (2017) y ganador de la val Internacional de Poesía de Buenos Aires (2018). Publicó los libros de poemas Nosotros niños mutantes (2015), Poesía para pasajeros urbanos con auriculares (2016), Cuando llegue el fin de los tiempos (2017) y Un silencioso modo de arder (2017). Hikaru es su primera novela.
*Por Manuel Allasino para La tinta.