“Erdogan comete una limpieza étnica contra la población kurda”
La tinta entrevistó a Amina Hussein, periodista kurda que, hasta hace una semana, se encontraba reportando sobre la invasión turca a Rojava.
Por Leandro Albani para La tinta
El 9 de octubre pasado, a las cuatro de la tarde, Amina Hussein llegó a Qamishlo, la capital del Kurdistán sirio (Rojava). En esa ciudad, nació en 1986, se crió, pero, en algún momento de su vida, decidió irse. Amina quería estudiar y, en Siria, le era negado ese derecho por ser kurda. Para el Estado sirio, ella era una persona sin nacionalidad. Su situación era la misma que la de los más de dos millones de kurdos y kurdas que, por ese tiempo, vivían en Rojava. Cuando llegó a España sin papeles, se empecinó en estudiar la carrera de periodismo. Después de 11 años, logró obtener el título. Desde ese momento, algunos de sus artículos se pueden leer en el portal Pikara Magazine, además de desempeñarse como traductora.
Cuando, en 2012, Rojava fue declarada una región autónoma por sus habitantes, Amina volvió. Lo hizo en marzo pasado y también ese 9 de octubre fatídico: el mismo día en que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ordenó la operación militar “Primavera de Paz”, con el objetivo de robar grandes porciones de territorio kurdo, desbaratar a la Administración Autónoma de Norte y el Este de Siria (AANES), y aplicar un cambio demográfico en la zona, con la excusa de “reasentar” a los más de tres millones y medio de refugiados sirios que se encuentran en Turquía.
Hace poco más de una semana, Amina salió de Qamishlo para volver a España. Durante un mes, recorrió las calles de su ciudad y denunció, a través de sus redes sociales, la invasión militar de las fuerzas armadas turcas y una constelación de grupos de mercenarios y yihadistas, muchos de ellos que, hasta hace poco tiempo, integraban Al Qaeda y el Estado Islámico (ISIS).
En esta entrevista con La tinta, Amina Husein relata sus sensaciones más profundas sobre el mes que vivió en Rojava con la invasión turca en pleno apogeo. También habla del rol que juegan Rusia, Estados Unidos y el gobierno sirio en medio de los ataques militares turcos, que ya dejaron 300 mil personas desplazadas. Y rescata que, hasta la invasión, en Rojava, se había logrado construir una sociedad donde las mujeres tenían plenos derechos y todas las nacionalidades y religiones convivían pacíficamente.
—En tu última estadía en Rojava, ¿cómo viste a la población frente a la invasión turca?
—La verdad es que, como puedes imaginar, la población está bajo bombardeos. La gente está muy asustada, decepcionada y se ven solos por la retirada de las fuerzas norteamericanas. La población no estaba preparada para ayudar a tantos desplazados por los bombardeos, más de 300 mil personas huyeron de sus hogares por los ataques del ejército turco y los grupos yihadistas que apoya Ankara. La situación es de terror, miedo, además de que, debido a los bombardeos, muchos miembros del Estado Islámico (ISIS) que estaban encarcelados huyeron. Desde el 9 de octubre, ha habido varios atentados con coches bomba en varias ciudades del norte de Siria y Rojava. La prioridad es defender a la población civil, luchar contra Turquía, y el tema de la seguridad o la lucha contra el Estado Islámico es ahora la parte menos importante, porque hay otra prioridad: salvar vidas ante los ataques del gobierno turco.
—¿Cuáles pensás que son las razones del Estado turco para invadir Rojava?
—Eso siempre Erdogan lo menciona, no son mis palabras: es para establecer una zona segura en el norte de Siria para que los más de 3,5 millones de refugiados sirios que viven en Turquía puedan volver a sus casas. Pero tenemos que recordar que no todos los refugiados que viven en Turquía son de la zona de la frontera. La mayoría ni siquiera son kurdos. Erdogan quiere reubicar a estas personas en Rojava para hacer un cambio demográfico en la zona y poder echar a los kurdos hacia el sur de Siria, o hacia el desierto, y así quedarse con esta zona de la frontera. Recordemos que es una zona rica en petróleo, agricultura y agua dulce. Para hacer esto, Erdogan comete una limpieza étnica contra la población kurda. Los primeros refugiados llegaron hace dos días a las zonas de Serekaniye (Tal Albyad), pero ellos son de Ghuta, de Homs, que son regiones sirias que quedan bastante lejos de la frontera. Ahora ocupan casas de civiles kurdos que huyeron por los ataques de Turquía.
—¿Qué opina la población sobre las posturas de Rusia y Estados Unidos?
—Un día antes de que empezaran los ataques contra Afrin el 18 de marzo de 2018, Rusia retiró todas sus fuerzas que estaban en la zona. Eso mismo pasó en Serekaniye en octubre pasado, porque, después de una llamada telefónica entre Erdogan y Donald Trump, al día siguiente, las fuerzas norteamericanas se retiraron de la zona con las armas pesadas que tenían las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) y quedaron solo con ametralladoras, que son armas que no pueden hacer frente a la aviación y las armas de última generación que tiene el segundo ejército de la OTAN. La gente odia a las fuerzas norteamericanas, no confían ni en Rusia ni en el ejército sirio. La zona es un caos. El día que me fui, vimos patrullas turcas, rusas, del ejército sirio, norteamericanas, por la noche sobrevuelan aviones, y la gente ya no sabe quién controla cada zona. Es un caos y una inseguridad total.
—¿Qué responsabilidad tiene Europa ante la invasión turca?
—Cuando empezó la invasión turca, yo estaba ahí, porque llegué a mi ciudad el día 9 de octubre. Vi que muchos países europeos condenaron el ataque, pero, desgraciadamente, ningún país hizo nada, solamente suspendieron la venta de armas a Turquía. Eso no sirve de nada, porque Turquía ya tiene armas para ocupar no solo el norte de Siria, sino para luchar contra otras fuerzas del mundo, porque es el segundo ejército dentro de la OTAN. Esa suspensión de envío de armas se va a cumplir en uno o dos años, y no afectará a Turquía.
Europa debería hacer frente a Erdogan, o aplicar más sanciones contra el gobierno turco, pero tiene miedo por la carta de Erdogan sobre los refugiados, que la utiliza dos por tres. Erdogan dijo que abriría las puertas para que los refugiados entren en Europa. Europa tiene miedo y no creo que haga más que suspender la venta de armamento y condenar con palabras vacías que no sirven de nada.
—¿Qué sentiste en tu lugar de nacimiento y ver lo que estaba pasando?
—La verdad es una pregunta muy difícil. Justo llegué el día 9 de octubre a las cuatro de la tarde, en el mismo momento que Turquía empezó sus ataques. Me sentí mal, no sabía qué hacer, me sentía inútil más allá de que escribía desde ahí, lo denunciaba por las redes sociales, pero lo veía inútil y no servía de nada. Me sentí decepcionada. Después de tantos años de lucha contra el Estado islámico, de más de 12 mil muertos (de las FDS) y 13 mil heridos en la lucha contra ISIS, de gente que ha perdido brazos, piernas, gente que se ha vuelto loca por la lucha contra ISIS, los kurdos quedaron solos y eso me afecta mucho. Mi pueblo ha hecho todo este sacrificio y, al final, se ha quedado solo frente a un ataque brutal, delante de los ojos del mundo y el silencio cómplice de la comunidad internacional. Es una sensación frustrante. Cuando me preguntan esto, me quedo sin palabras, no sé explicarlo exactamente, porque es ver tu casa debajo de las bombas. Fui a mi casa, estaba toda destrozada, mi pueblo había quedado todo vacío, y eso destroza el alma y mata el corazón. Te dejan sin tus recuerdos, te roban la infancia y destrozan todo lo bonito que había quedado en esa parte de Siria.
—¿Qué aciertos y errores pensás que tiene el proceso en Rojava?
—Se lograron muchas cosas, se dio un papel muy importante a las mujeres, se construyó una aldea de mujeres (Jinwar) para las víctimas de la guerra en Siria. El ejemplo de copresidencia en Rojava es un ejemplo en el mundo, las administraciones están ocupadas por una mujer y un hombre; además, está la economía de las mujeres, los proyectos para que las mujeres se puedan hacer independientes, puedan cuidar de sus familias, aparte de la lucha armada, que es única en la zona. Se acabaron con muchos estereotipos machistas de la sociedad, con el patriarcado. El papel que la revolución de Rojava les dio a las mujeres es importantísimo y es, quizá, único en toda la zona. Medio Oriente es una región de países conocidos históricamente por su conservadurismo y machismo.
El error, tal vez, fue confiarse demasiado en Estados Unidos o Rusia. No creo que Rusia haga nada, aunque ahora vemos las patrullas rusas junto al ejército turco en la frontera. El sábado, las fuerzas turcas atacaron la zona de Ain Aissa, donde había banderas rusas, pero no hubo ninguna condena por parte de Moscú Rusia. El problema es la confianza en estas dos potencias y creo que no harán nada, y, entonces, Turquía continuará con su plan.
—¿Cómo ves el futuro de los pueblos de Rojava?
—He pasado un mes ahí, la gente sigue resistiendo, luchando, se manifiestan todos los días. Hay muchas manifestaciones cerca de las fronteras, la gente civil ataca con piedras las patrullas turcas que pasan por la zona. El futuro lo veo un poco inseguro y poco claro; en cada pueblo, hay un ejército diferente y la gente se siente insegura. En Rojava, hay cinco millones de personas: cristianos, árabes, kurdos, yezidíes, armenios.
En marzo pasado, estuve y había una convivencia pacífica y era una zona que no formaba parte de la guerra en Siria. Había muchos desplazados sirios que habían llegado de otras partes del país, todos vivían en paz, no había ningún problema, había tres idiomas oficiales (asirio, kurdo y árabe), la gente tenía sus derechos, la economía funcionaba muy bien, había muchos planes de construcción, pero ahora lo he visto todo parado. En cada ciudad, había un check point en la entrada y en la salida, pero ahora estaban vacíos. La amenaza yihadista volvió, ISIS volvió a reorganizarse en la zona. Pensaba que la guerra estaba terminando poco a poco, pero, desgraciadamente, vuelve otra vez. Parece que no tiene fin, desgraciadamente.
*Por Leandro Albani para La tinta