La soledad y el Estado
Reino Unido creó un ministerio para abordar la problemática de la soledad, generada por una sociedad hipercompetitiva y cruzada por el neoliberalismo.
Por Lucas Gatica, desde España, para La tinta
En este ya caminado siglo XXI, la soledad emerge como uno de los males que nos acecha. Tal es así que en Reino Unido se ha creado un ministerio específico para lidiar con este problema, convirtiendo a la soledad en un asunto de Estado prioritario. Según fuentes oficiales, este flagelo afecta a más de nueve millones de personas en el país, algo así como el 14 por ciento de la población de las islas del norte europeo. Lo paradójico es que la creación de esta cartera, impulsada por la ex primera ministra Theresa May, se da en un contexto de hiperconexión gracias a las redes sociales y la bendita internet.
Puede que escuchar por primera vez el nombre ministerial resulte algo ridículo, pero la cosa va en serio. Se cree que en Reino Unido la mitad de las personas mayores de 75 años viven solas y son unos 200.000 adultos los que tienen, como mucho, una conversación al mes con un amigo o familiar. Según informes recientes, la soledad puede ser tan perjudicial para nuestra salud como fumarse 15 cigarrillos diarios o sufrir obesidad. Un poco más al sur, en España, otra investigación sobre soledad y riesgo de aislamiento en personas mayores indica que el 34 por ciento de las personas entre 20 y 40 años, se sienten solas. Dato llamativo porque aleja la relación positiva entre vejez y soledad, y porque extiende este tipo de patología a cualquier generación, apuntando a la profundidad y el tipo de relaciones sociales y familiares como posibles factores de riesgo.
Si bien este fenómeno no discrimina ni por clases, edades ni grupos culturales, son las personas mayores las más afectadas por la soledad. Hay que entender que este tipo de patologías emergen espoleadas por nuestro modo de vida moderno, y hay que darles la respuesta tanto humanitaria y psicológica acorde, pero sin descuidar que un problema de este tipo se afronta planificando políticas sociales que permitan y promuevan el disfrute de una calidad de vida óptima.
Las autoridades británicas tomaron conciencia de que la gente sola cuesta mucho dinero. Este problema afecta a las arcas públicas en 32 mil millones de libras en costes sanitarios anuales. Una fortuna. Es por eso, más que nada, la creación de este ministerio. ¿Qué funciones tiene este Ministerio de la Soledad? La principal tarea es el diseño de un método para medir la soledad y definir acciones en consecuencia, diagramando nuevas fórmulas y estructuras que permitan encarar el fenómeno de la soledad de forma sostenible.
Resuenan las palabras de Margaret Thatcher cuando gobernaba con pie de hierro. “No hay tal cosa como la sociedad –declaraba-. Hay individuos, hombres y mujeres. Familias. Es nuestro deber cuidar de nosotros mismos”. Según Thatcher, si la gente está sola, o es pobre, es porque quiere. Esta creación ministerial podría ser una tibia respuesta a aquel desmantelamiento del Estado de Bienestar llevado a cabo por la Dama de Hierro. Fue durante su gestión que comenzaron a cuajar dos discursos. Uno, el que alzaba al dinero como si fuera una nueva religión y, otro el de la meritocracia más acérrima, esto es, las almas capaces serán prósperas por sí mismas.
Sin dudas que a muchos les fue bien en estas últimas décadas. Según Oxfam, cinco familias del Reino Unido acumulan más riquezas que 12 millones de sus compatriotas. La desigualdad reinante en el mundo también florece en las islas del norte como si de una rosa roja se tratara. Y a la par que se agrava la desigualdad, la soledad va tomando cada vez más cuerpo.
“Ningún hombre es una isla”, escribió John Donne, poeta inglés del siglo XVII mientras sondeaba la soledad y la nostalgia.
*Por Lucas Gatica para La tinta