“El fuego no está sólo en el Amazonas, sino que Brasil entero está en llamas”
El referente de la comunidad guaraní de San Pablo, David Karai Popygua, calificó al Estado brasileño como “ecocida y genocida de los pueblos indígenas”
Por Gastón Rodríguez para Tiempo Argentino
David Karai Popygua, referente de la comunidad guaraní de San Pablo, en el sudeste de Brasil, pide salir unos minutos al patio de eso que alguna vez fue una vieja casona y hoy es la sede del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), a metros de la porteñísima avenida 9 de Julio. En un rato va a conferenciar -junto a otros colectivos como Identidad Marrón y Passarihno–-sobre la resistencia de los pueblos indígenas en tiempos de gobierno de Jair Bolsonaro. “Necesita despejar la cabeza, la ciudad lo aturde un poco”, explica un asesor.
Las multitudes, en cambio, parecen no afectar demasiado a Popygua. En abril, sobre el escenario principal del Festival Lollapalooza en su edición brasileña, el líder guaraní denunció la persecución de las comunidades originarias y la explotación de los recursos naturales. “Los indios representan el 5 por ciento de la población mundial. Protegemos el 82 por ciento de la biodiversidad del mundo. Dicen que es demasiada tierra para tan poco indio, pero es poco indio protegiendo la vida para que todo el mundo sobreviva”, vociferó ante miles de fanáticos que no habían ido por él y que terminaron ovacionándolo. “Fue una oportunidad única para llegar a las clases media y alta”, dice, ya repuesto del agobio urbano.
—¿Cuánto retrocedió Brasil en políticas indigenistas y de protección del medio ambiente con la llegada de Bolsonaro al gobierno?
—Antes de la elección de 2018, los candidatos a presidente ya habían presentado sus propuestas. Bolsonaro nunca escondió que iba a entregar territorios protegidos del Amazonas a iniciativas privadas, que iba a acabar con las reservas forestales, que serían explotados los trabajadores y los recursos naturales. Los indígenas ya estamos sintiendo los efectos de las declaraciones violentas, racistas y homofóbicas de Bolsonaro. Hay un aumento de la minería ilegal y de los madereros en territorios indígenas y de la criminalización de los líderes. Ya el primer día que asumió, entregó el órgano indigenista brasilero que es la Fundación Nacional del Indio al Ministerio de Agricultura, que está en manos de los ruralistas. Eso fue un retroceso histórico. Las políticas de Bolsonaro siempre fueron anti-indígenas y también en contra de la protección de la naturaleza.
—¿Los incendios en el Amazonas son consecuencias de estas políticas?
—Es muy evidente que los incendios fueron provocados por los mineros, madereros y por todas esas personas que quieren explotar el Amazonas. En otros años, para esta época, había aproximadamente 30 focos de incendio en el Amazonas. Este año ya son más de 70, es decir, más del doble. Es consecuencia de un gobierno que está quemando la naturaleza para entregarla a la iniciativa privada. La gente percibe que el fuego no está solo en el Amazonas, sino que Brasil entero está en llamas.
—¿Cómo se puede revertir esta situación?
—Los países miembro de la ONU, por ejemplo, deberían señalar al Estado brasileño como ecocida y genocida de los pueblos indígenas. Depende de todos los movimientos sociales del mundo frenar la entrega de toda la naturaleza a la explotación de la iniciativa privada.
—En su visita a la Argentina se ha reunido con los colectivos indígenas. ¿Han encontrado similitudes en los procesos de lucha y resistencia?
—Hoy existe una articulación muy grande entre los pueblos indígenas de América del Sur, inclusive con países de América del Norte o África, en el sentido de que la lucha y la defensa indígena de nuestros territorios es global. En el mundo hay aproximadamente 350 millones de indígenas, y todos esos territorios fueron dominados y explotados. La lucha y conciencia de los pueblos indígenas es que la tierra no es una propiedad, no se puede transformar a la naturaleza en economía. Tenemos los mismos problemas porque los gobiernos tienen la misma visión, que incluye un modo de vida basado en la economía y explotación de nuestros suelos sagrados.
*Por Gastón Rodríguez para Tiempo Argentino