Más que un club
Rayo Vallecano es todo lo que queremos de un club de fútbol. O al menos se esfuerza a diario para seducirnos a aquellos que añoramos las historias que describen a los clubes como «clubes sociales», «clubes barriales», puntos de encuentro de la sociedad.
La convivencia entre el fútbol profesional y ese halo de amateurismo parecen una alquimia imposible en los tiempos que corren. Sin enceguecerse ante el brillo de los lujosos Real Madrid y Atlético de Madrid, el Rayo (también de la ciudad capital), volvió a competir en primera división desde 2011 a 2016, sin dejar sus convicciones en la puerta.
Pese al reciente descenso a la segunda división, la entidad mantiene su perfil, sus políticas apegadas a causas sociales y culturales. Desde allí construye su identidad y los resultados ya son una parte y no el todo de la cuestión.
Quizá todo esto está resumido en pocas palabras en el mismísimo himno del club: «El Rayo Vallecano, del jugar hace virtud. El Rayo Vallecano, es fuerza y juventud».
Los hermanos
Este fin de semana se pudo observar algo no muy usual en España o en cualquier otro rincón del mundo donde se respire fútbol. Los hinchas del Rayo Vallecano celebraron el «Día de la Afición» en compañía de sus invitados de honor: los simpatizantes del Cádiz.
Ambas hinchadas tienen una historia particular que los hermana y que explica los festejos en conjunto que desarrollaron, con peñas de por medio, en los alrededores del estadio de Vallecas.
A comienzos de los ´90 nace la agrupación de hinchas Bukaneros, «colectivo rayista» (tal como se definen) que se propuso disputarle el control de las gradas a los Brigadas Franjirrojas, un grupo de «ultras» (barrabravas) simpatizantes de Real Madrid y de la extrema derecha.
El objetivo era depurar a la idiosincrasia rayista de ideas fascistas y revalorizar la esencia fundacional del club como «símbolo y orgullo de la clase obrera», a contramano de los gigantes madrileños.
Fue entonces cuando los Bukaneros conocen a los «Brigadas Amarillas» de Cádiz. El reconocimiento fue mutuo al observar que perseguían los mismos sueños: expresar desde las tribunas sus ideas sociales, culturales y políticas.
La incorporación de los fanáticos de Cádiz a la causa de este nuevo grupo antifascista fue fundamental para disputar y ganar las gradas del Nuevo Estadio de Vallekas.
Desde entonces, ambas facciones comparten ideas y pasiones. La desgracia del descenso significó también la oportunidad del rencuentro tras 6 años de estar separados. El Rayo venció 3 a 0, pero todos celebraron la hermandad.
La abuela
El alejamiento de los «ultras» fascistas y de derecha se condice con un intento por retomar las viejas bases del club por parte de sus socios, jugadores y dirigentes. Es parte de todo un cambio institucional hacia lo viejo, hacia lo original.
Por eso a finales de 2014 la historia entre Rayo Vallecano y Carmen Martínez Ayuso sorprendió a todo el mundo menos a los habitantes de Vallecas. La mujer de 85 años había servido de garante a un hijo. Tras los incumplimientos de pagos en medio de la crisis española, la anciana recibió la fatídica intimación a abandonar el hogar en el que vivió más de 50 años.
“Nosotros no nos vamos a quedar parados, vamos a ayudar a esa señora. No solo yo, sino el cuerpo técnico, el club y los jugadores, que son los que dieron el primer paso. Dentro de nuestras posibilidades vamos a ayudarle y a echarle una mano para que encuentre un sitio para que pueda vivir dignamente y no se sienta sola”. Sí, después de explicar cuestiones futbolísticas post partido, el DT y símbolo del club en los últimos años, Paco Jémez, era consultado sobre una iniciativa digna de un centro vecinal o club de barrio.
El jueves 27 de noviembre de 2014, el Rayo Vallecano dio a conocer cómo apoyaría a Carmen Martínez, su fanática. Anunciaron la creación de una cuenta bancaria para recibir aportes y la donación de 5 euros por cada una de las entradas del partido contra Sevilla, el 7 de diciembre de 2014.
En un final que dignifica aún más el espíritu que rodea al club y al barrio, el 23 de enero de 2015 la abuela recibe un cheque de 21.106,90 euros y decide ahí mismo donar la mitad del monto para que los hijos de Wilfred Agbonavbare (ex arquero de la institución) pudieran viajar de Nigeria a España y acompañar al exdeportista enfermo de cáncer en sus últimas horas.
La camiseta
Desde 2015 el club también usó a su camiseta como herramienta que fortalezca sus ideales tanto en el plano discursivo como la acción directa.
Para la última temporada que disputó en primera división, Rayo Vallecano confeccionó una casaca suplente color negra atravesada por la tradicional banda pero, en lugar de roja, en múltiples colores. La idea fue ayudar económicamente a distintas asociaciones en un homenaje a «los héroes anónimos de la sociedad». Por cada camiseta vendida, 7 euros fueron a parar a un fondo que se entregó un año más tarde.
Para esta temporada, la camiseta suplente es celeste con la misma franja arcoiris. Pero también se confeccionó una tercera, negra y rosa, que servirá para apoyar a la lucha contra el cáncer.
Con cada color, el institución deportiva acompaña a distintas organizaciones: los que luchan contra el sida (CESIDA); los que lucha por la integración de las personas con discapacidad (CERMI); los que nunca pierden la esperanza (Teléfono de la Esperanza); los que luchan por proteger el medio ambiente (WWF); los que luchan contra el abuso infantil (Save the Children); los que luchan contra la violencia de género (Asociación de Mujeres Unidas contra el Maltrato, MUM); los que luchan contra la discriminación por orientación sexual (FELGTB) y los que luchan contra el cáncer.