Agosto, el pasado cuestiona al presente
Por Manuel Allasino para La tinta
Agosto es una novela de la escritora Romina Paula, publicada en el año 2009. La protagonista emprende un viaje a su Patagonia natal para participar del ritual fúnebre de su gran amiga: la familia de Andrea ha resuelto, a cinco años de su muerte, esparcir sus cenizas en algún lugar de las afueras de Esquel. Por lo tanto, Agosto es una extensa carta en donde Emilia le cuenta a su amiga muerta, Andrea, todo lo que sucede en el viaje. Pero el reencuentro con su ecosistema de una niñez y adolescencia, por momentos, idealizadas y, por momentos, trágicas trae para Emilia un cuestionamiento a un presente estable, pero insatisfecho.
“Cinco años, la puta madre, no lo puedo creer, cinco años ya. Claro que sí, claro que tengo algo que decir, un montón de años sin hablar o comentando siempre con las mismas-pocas-personas, claro que tengo qué decir. Trato de hablar, intento plantarme, refuerzo con un trago, un trago largo del chablis hacia la atención de tu viejo, que mira por la ventana, que tiene tiempo, que está tranquilo y ahí nomas me entra una emoción terrible, una angustia incontrolable, y no le quiero llorar a tu padre, justo que está tan entero, llorarle. No sé si el vino blanco favorece o qué, al temblor digo, porque hace rato que puedo nombrarte sin perder la compostura, incluso hablar acerca de lo que pasó, de lo que te pasó, decir después de la muerte de y ya no después de lo de, que, sabemos, es más ambiguo y se presta a confusión. O por lo menos no lo nombra, eso, la desaparición total. ¿Ves? Incluso ahora puedo decir, nombrar, escribir todo esto sin conmoverme, pero en ese momento no sé, pobre tu papá. Tal vez fue la sorpresa también, porque claro, me iba a encontrar con él y estaba contenta, de verlo, de saber de tu familia, y no estaba preparada, no estaba preparada para nada triste, o excesivamente triste y entonces me sorprendió. Y el vino, yo nunca tomo vino blanco. Así que me dice lo de la cremación y que qué me parece, que le interesa mi opinión y bueno, yo hago un esfuerzo, intento componerme, controlar mi quijada, mi mandíbula y le digo, no sé cómo, que estoy de acuerdo, que me parece bien cualquier cosa que decidan, porque en realidad todos esos rituales que tienen que ver con la muerte son más para los que se quedan que para el que se fue. Y que si a ellos les parecía mejor, si el cementerio no les significaba nada en particular, como lugar de visita, de referencia, que lo hicieran , que para mí estaba bien y que incluso me parecía un buen cierre, considerando que se cumplían cinco años. Algo así le dije, hablé con vehemencia, creo, por el vino, supongo, porque quería tanto que no se me notara la tristeza que habló con convicción. Espero no haber sobreactuado. Después brindamos y yo trataba de recurrir mentalmente a Six Feet Under, a la naturalización, a la muerte como cotidiano, como sosiego, para tranquilizarme, para enfriar. Pero me costó, por alguna razón no llegaba a generarme la sensación de cotidiano de los Fisher. Después seguimos hablando de cualquier otra cosa y me recompuse hasta que nos despedimos. Cuando me abrazó tu papá, me temblaron las rodillas y casi se me vuelven a vencer, como ese día. Me emocioné, él se dio cuenta, él también estaba movilizado”.
A lo largo de la novela, la escritora Romina Paula va develando datos sobre la protagonista Emilia. A ello, contribuyen el recorrido por su pueblo natal y las conversaciones con su papá, otra amiga y la madre de Andrea, su amiga muerta. Sin embargo, no aclara qué fue lo que sucedió con ella. ¿Se suicidó? ¿La asesinaron? ¿Hubo una historia de amor entre ellas? Estos interrogantes no son respondidos, aunque sí hay alusiones.
“Desde que llegué acá no paro de dormir. No puedo, no puedo parar de dormir. Me da un poco de vergüenza, por tus viejos, no sé qué van a pensar, que estoy deprimida, en el mejor de los casos, no sé. Tal vez no, Úrsula me deja el plato de desayuno en la mesa, con una notita, cuando se va a trabajar. Es increíble tu vieja. Y sueño unas cosas rarísimas, porque me paso de rosca, venzo la barrera del sueño y llego más allá, voy más allá y entro en un estado extrañisimo. Y es tu cama, tu casa, tu habitación, es muy raro todo esto, muy raro. Aunque no se parezca mucho a antes. Digamos que está como neutralizado. Creo que entre medio vivió tu hermana acá un tiempo y ahora pareciera ser de huéspedes, se volvió itinerante. Siempre me pareció bien que tus viejos habilitaran tu cuarto, que lo habitaran, porque de esta manera ni es tuyo ni deja de serlo, no sé cómo explicarlo, es tuyo, pero neutralizado, aplacado. Y sin embargo vos estás, en algunas cosas. Algunos cuadritos quedaron, los recortes de revistas, el Berni de revista ¿o era un Petorutti? No me acuerdo, no dice, el que recortaste de la revista, sigue ahí, prendido a la biblioteca por una chinche. La foto de Bulgo también sigue ahí, debajo del plastificado del escritorio y al lado quedó un pedazo de cara de Johnny Deep que, se ve, intentaron arrancar, pero Johnny se aferró al plástico con todo y ahí está, ahí sigue, joven y bonito. Hay un par de cosas más. Sobre todo en los cajones. Pero eso ya te lo dije. No regalaron todas tus cosas. Tu vieja se quedó con bastante ropa, algunas cosas las usa, alguna que otra me había llevado yo también, en su momento, el pulóver azul de bolitas, dormí con él hasta hace muy poco, ya está medio asqueroso pero todavía no pude tirarlo, aunque ya no signifique, el pulóver quiero decir. Es raro ver prendas tuyas, muy tuyas, encontrarlas acá, prácticamente intactas, y que sigan siendo”.
En su estadía en el sur argentino, Emilia se reencuentra con Juli, su novio en la adolescencia, a quien vuelve a desear sin proponérselo. A raíz de ello, se replantea su relación con Manuel, su actual pareja en Buenos Aires.
La habilidad de la prosa de Romina Paula para trasladar la oralidad a la narrativa es uno de los factores que hacen de Agosto una novela vertiginosa.
“Ceremonia y parrilla, así fue. Primero ceremonia, después parrilla, asadito. Sobre el puente hacía un frío que no te puedo explicar. No estuvo mal eso, ese factor, el del viento. Porque hizo que todo fuera corto, expeditivo, y entonces lo que duró fue el asado. Eso estuvo bien. No lo hizo tu viejo esta vez; fuimos a comer afuera, a una parrilla, para que nadie tuviera que trabajar, eso dijeron, que tu mamá no tenía ganas de lavar los platos. Así que fuimos a la del boulevard, no estaba tan buena, parece que cambió de dueño, pero daba lo mismo. Estaba tu hermana que, ni bien terminó de comer -y no comió mucho- se fue; y vino mi papá también, pero solo. Yo no sabía que venía, se ve que Úrsula lo había invitado y era una especie de sorpresa, no me doy cuenta para quién, supongo que para mí, hoy me embistieron por todos lados, pero no pudieron conmigo. Ni una lágrima derramé, aunque hubiera querido. Me emocioné, no lo niego, sobre todo ahí en el puente, como había propuesto el tema del lanzamiento, de esparcirte en caída libre, y tenía la imagen de la china cayendo entre nubes, no pude evitar conmoverme, pero fue tanto que no lloré. Supongo que hubiese sido cursi llorar, redundante. Propongo la ceremonia y después me deshago en lágrimas, con tus padres ahí, no quedaba bien. Fue más bien como conmoverse para adentro, una conmoción interna, como si algo, tus cenizas, eso que caía, se abismara, como si cayera dentro mío también, como si hubiera caído de espaldas hacia adentro, algo, sin gravedad. Persistió un rato, esa sensación, la de caer para adentro y no dejar de caer mientras que lo de las cenizas no duró más de tres segundos, eso quiero decir, el desvanecerse no duró más que eso. Uno dos tres y ya no se veía, ya no se podía reconocer ni una sola partícula de nada, de eso, la materia, vos. Nadie habló, no nos movimos mientras duró el descenso, la evaporación, no sé cómo llamarlo, aquello, nos quedamos un ratito más así, el viento era terrible, filoso, pegaba en la nuca, pero yo llevaba capucha. Hasta que tu hermana dijo que nos fuéramos, que se estaba cagando de frío y subimos al auto, los cuatro y tu abuela, que no dijo nada, en ningún momento. Creo que nunca entendió de qué se trataba todo. No la culpo. Y de ahí a la parrilla. Mi viejo estaba acicalado, con barba de un par de días pero muy pulcro. Con ropa planchada y sobriamente combinada, un galán maduro. El factor Carmen. Casi no tomó vino y habló mucho con tus padres, de cosas, de otras cosas. Yo no tuve mucho para decir, la verdad es que no tenía y tampoco se me preguntó gran cosa. Fui tan hija ahí, con todos los adultos. Se me permitía estar callada, no tener opinión acerca de nada por un rato, supongo que hasta podría haberme quedado dormida sobre la mesa o extendida sobre un par de sillas y a nadie le habría llamado la atención. De hecho estuve a punto de hacerlo. Tan hija fui. Después llevamos a tu abuela al geriátrico, ella queriendo saber adónde iba, pobrecita, qué momento terrible, que si a su casa o adónde y tu viejo que no, mamá, que no te acordás, que ahora vivís en el hogar, que está Flavia, la enfermera, esperándote, la que a vos te gusta, la que te hace reír, no te acordás y tu abuela que nada, absorta, no entiende de qué le hablan y mete la mano en la cartera y revuelve y no encuentra las llaves de la casa que ya no tiene. Volví con ellos en silencio, todos estábamos en silencio, dejamos a papá en su casa y yo me retiré a dormir, vestida, acá en tu cama, no daba más, no quería pensar, no quería pensar más. Después tuve unos sueños muy turbulentos, así de siesta, y me despertó la noche”.
Agosto de Romina Paula es una novela con una prosa atrapante que narra una historia de amor. La escritura da vida a una intimidad indirecta, porque está contada para nadie o, mejor, para adentro, como esos diálogos con nosotros mismos en los que imaginamos lo que el otro nos diría y en los que no hay censura alguna.
Sobre la autora
Romina Paula nació en Buenos Aires en 1979. Publicó las novelas ¿Vos me querés a mí? (2005) y Acá todavía (2016), ambas por Entropía. Como dramaturga y directora, estrenó las obras Si te sigo muero (basada en textos de Héctor Viel Temperley), Algo de ruido hace, El tiempo todo entero y Fauna (estas últimas reunidas en el volumen Tres obras).
*Por Manuel Allasino para La tinta. Imagen de portada: Dinkar Jadhav.