Sobre la juventud de extrema derecha europea
Las formaciones de ultra derecha de Europa crecen de forma alarmante con un discurso antisistema, principalmente entre los más jóvenes.
Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta
“Tanti nemici, tanto onore” (Tantos enemigos, tanto honor), suele decir el Ministro del Interior y Vicepresidente italiano, Matteo Salvini. La frase la usaba Benito Mussolini. Mientras Il Capitano, como lo apodan, se pelea con la Unión Europea (UE), con las minorías y con las élites, su popularidad crece. Su rechazo a los inmigrantes hace que su nombre se dispare en las encuestas. Dice que hay que ahorrar en todo, menos en derechos sociales; repite bastante seguido que las izquierdas han olvidado a los trabajadores en favor de otra agenda, que nada tiene que ver con ellos, por lo cual él los va a proteger. Mientras tanto, ninguno de sus enemigos, que son muchos, saben muy bien cómo vencerlo. Similar al refrán mussoliniano que utiliza, a medida que lo critican su figura se engrandece. Lo cierto es que Salvini es cada día más popular en Italia, y su influencia comienza a extenderse por el resto de Europa. En sus redes sociales, critica a Emmanuel Macron al mismo tiempo que reivindica constantemente a los Chalecos Amarillos franceses.
La Lega de Salvini arrasó en las elecciones de la región de Abruzzo, ubicada en el sur, una zona que fue un histórico bastión socialista durante casi todo el último medio siglo. Sucede que las socialdemocracias y las izquierdas parecen haberse alejado tanto de sus pueblos que líderes como el italiano, el húngaro Viktor Orban o la francesa Marine Le Pen, vienen siendo los únicos que están logrando darles voz a los excluidos de la globalización. Especialmente los integrantes de las capas medias bajas urbanas, cuyas fábricas se trasladaron debido a los costes laborales, pequeños granjeros del interior que no pueden competir con los mercados abiertos o inclusive intelectuales jóvenes, entusiasmados con el discurso “antisistema”.
Es innegable que en los últimos años, la extrema derecha ha logrado volver a ser cool para algunos sectores de la juventud, recuperando incluso el elemento dinámico y antisistema del fascismo original. Mussolini, por ejemplo, no llegaba a los 40 años al momento de alcanzar el poder; era periodista, escribía novelas y contaba entre sus amistades a la vanguardia artística italiana, que lo apoyó en su ascenso político. Lxs jóvenes que integran la extrema derecha europea hoy son antiglobalización, discuten el reparto del capital, a la vez que rechazan lo multicultural, la inmigración, las diversidades, y todo lo que sea “políticamente correcto”. No es de extrañar que, mostrándose como la “nueva contracultura”, cosechen cada vez más adeptos, enojados con la política tradicional.
Ejemplo de esto, en Italia, es CasaPound. Llamados así en honor al poeta estadounidense Ezra Pound, icono de la generación perdida e influencia para autores como Ernest Hemingway o D.H. Lawrence, entre otros. Pound terminó condenado por traición y recluido en un establecimiento psiquiátrico en 1945, debido a que apoyó fervientemente el régimen fascista italiano. El movimiento juvenil lleva adelante distintas acciones, especialmente de ocupación de viviendas. Rechazan la especulación inmobiliaria, se reivindican antiglobalización y a favor de la cultura nacional italiana. Al mismo tiempo que proponen cerrar las fronteras y expulsar inmigrantes, exaltan un modelo de familia tradicional, en consonancia con los valores del fascismo italiano de las décadas de 1920 y 1930.
Igual que el Duce, Salvini tuvo coqueteos con la izquierda durante su militancia juvenil. Se fogueó en manifestaciones antiglobalización y estuvo cerca del movimiento okupa italiano. A finales del año pasado, hubo una gran concentración en la capital de Polonia. Unos 300.000 jóvenes de extrema derecha europea asistieron. El italiano, en sus redes sociales, saludó el encuentro y felicitó a quienes consideran “el futuro de Europa”. Su éxito entre algunos sectores de la juventud no solo se debe a su hábil manejo de las redes sociales -a cargo de Luca Morisi-, sino también a que su discurso tiene una gran aceptación entre quienes se encuentran hartos de la globalización, las fronteras abiertas y todo lo que representa la Unión Europea.
Más allá de algunas similitudes, es importante hacer notar que esto es un movimiento nuevo y que asimilarlo directamente con el fascismo o el nazismo es un ejercicio de pereza intelectual que no se corresponde con la realidad. No obstante, tampoco deja de ser importante investigar sobre la situación política y económica de la Europa de entreguerras. Especialmente, los primeros años de la Italia pre-Mussolini. La Lega fue durante dos décadas un partido marginal, confinado a algunos sectores del norte rico e industrial. Ahora, gracias a la figura de Salvini, y a su éxito entre los jóvenes, arrasa incluso en el sur. En mayo próximo serán las parlamentarias europeas y todo indica que la formación ganará cómodamente en Italia. Otros partidos de extrema derecha como AfD en Alemania o el Frente Nacional en Francia, también encabezan las encuestas en sus países. Las elites políticas tradicionales parecen no entender las verdaderas necesidades de los de abajo, y mientras esto siga sucediendo, la tendencia es prácticamente irreversible. Estará por verse cómo sigue la disputa que, por ahora, se está definiendo por goleada.
*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta