“No me dejes morir, negro”
Hace más de dos años, efectivos de la Policía de la Provincia de Córdoba dispararon contra dos jóvenes en barrio Los Cortaderos. Esa madrugada del 26 de julio de 2014, Fernando “Güere” Pellico fue fusilado por la espalda, mientras que su primo Maximiliano Peralta sobrevivió. A pesar de lo sucedido, la familia nunca bajó los brazos y confía en que a través de un juicio, se podrá reparar la historia.
Era mediodía y los sánguches de milanesas estaban listos. Güere y Maxi la pasaban bien. La siesta pintaba para estar en el patio y arreglar el jardín. Pasó la tarde y se fueron a dar unas vueltas en moto por esos campos áridos que hay en Los Boulevares, cerca de los cortaderos de ladrillos. A la noche jugó Talleres y vieron el partido en una casa de barrio Los Cortaderos. Era otra noche más, de esas de juntada entre amigos, o por lo menos eso creían Maxi y Güere. Aunque no fue así, y una vez más la muerte -a manos de la Policía- se llevó la vida de otro pibe.
Fue la madrugada del 26 de julio. Allá por el 2014. A mitad de camino había un patrullero. Los pibes entendieron que ese escenario era el típico recurso que usa la Policía para generarles miedo, y siguieron su curso. Sabían que si no los paraban ahí, los iban a detener en otro lado.
Los disparos se escucharon apenas cruzaron el campo. El tercer tiro se alojó en la pierna de Maxi. Éste se cayó de la moto y siguió corriendo. Los tiros continuaron. Una de las balas le dio a su primo por la espalda. Los dos llegaron heridos a la casa del abuelo de Maxi.
Maxi intentó caminar, no se pudo sostener y se cayó. Güere se reclinó hacia atrás y sollozó: “Me pegaron negro, me pegaron”. La herida era profunda y una de las camperas se teñía de rojo. “No me dejes morir, negro”, suplicó Güere. En ese momento, para Maxi todo había acabado: “Mi primo murió al ratito y yo me adormecí”.Así de una te lo puede contar Maximiliano Peralta, el único sobreviviente de aquella fatídica noche donde la Policía fusiló, hace más de dos años, a su primo Fernando “Güere” Pellico.
Se cae a pedazos
La recurrente historia del intercambio de disparos, la trampa del arma que intentan implantar en la escena del hecho, el control operativo que se salió de control, la Justicia que se tapa la cara y los medios de comunicación jugando al gallito ciego. Cuando te lo cuenta Maxi, todo eso, se cae a pedazos. “No se trató de un operativo, si nos hubieran visto caras de sospechosos, nos hubieran parado en ese momento. No le hubiera dado mi espalda para que me disparen”, relató Maxi.
El sargento Rubén Leyva y el oficial Lucas Chávez están imputados y detenidos por homicidio calificado y agravado por uso de arma de fuego. “Me quiso plantar un arma. Cuando él (refiriéndose a Leyva) dijo ‘maté a uno al fondo’, pensó que era yo. Me vieron caer y me iban a poner un arma en el piso”, contó el primo de Güere. Y siguió: “A Leyva lo conocía, un par de veces me llevó en cana por contravención. Nunca discutí con él, ni le di razones para que me agarre así”.
Para Maxi, la idea del policía bueno también se cae a pedazos y no encuentra razonamiento que le contenga su bronca. “Hasta el día de hoy siento un rencor bárbaro por la Policía. Porque lo que me hicieron no lo voy a olvidar más. No hay policías buenos, son todos iguales”.
Ni a gancho
¿Quién tiene marcado el destino? ¿Hay garantías de que en Cortaderos o en otro barrio de la ciudad no van a fusilar a otro pibe? A esos interrogantes se enfrentó Maxi, a los cuáles respondió: “Acá en el barrio no va a pasar de nuevo. Aunque nadie tiene marcado el destino. Nosotros estábamos en mi casa, pasándola bien y en un momento a otro se fue todo a la mierda, terminé en cana y con mi primo en un cajón”.
A Maxi no se le cae una lágrima. Permanece quieto, como si tuviera todo bajo control. Cuando lo recuerda a su primo, no le tiembla la voz, ni el pulso. Por el contrario, se siente más fuerte que nunca: “Lo extraño una banda a ese loco, pero no bajo los brazos ni a gancho. Hicieron algo que nunca tendrían que haber hecho. Ese pibe valía oro para todo el mundo”.
Con la misma fuerza habló de aquel día, hace dos años atrás: “No me servía caer, si tenía que sacar adelante a la familia de él. Hasta el día de hoy digo lo mismo. Lo que más quiero ahora es que salga el juicio rápido, pasaron dos años y todavía está todo igual”.
Cacería de perros
El entierro de Güere fue a las seis de la tarde y a las nueve de la noche Maxi recuperó su libertad. Los primos no pudieron despedirse. “Cuando estaba en cana llamé a mi vieja y me contó que estaban velándolo. No me llevaron al velorio porque me dijeron que ‘iba a ser una cacería’. No me pude despedir ni nada. Estaba en la enfermería de Bouwer cuando me dieron la libertad. Si les daba algún motivo, me iban a reventar ahí adentro”, dijo Maxi ante la atenta mirada su madre, Sonia Bustos.
Para Maxi, antes o después, la cuestión es que siempre se trató de una cacería. “Lo mataron como a un perro, nos cansaron a tiros. A mí no me tocó esa noche, porque las balas que nos tiraban eran para matarme. No tengo a mi primo, pero estoy acá. La voy a pelear hasta que vayamos a juicio”, enfatizó el primo de Güere.Maxi sabe que es el único testigo, pero permanece tranquilo. Lo que más le molesta es que se metan con su familia. Advirtió que cuando aparece “el famoso Palio rojo”, es que algo va a pasar. En las marchas reconoce algunos rostros de policías que vio en Bouwer. A él no lo amenazan, pero a Sonia la persiguieron varias veces.
“No estamos solos”
Tanto Sonia como Maxi, saben que no hay que pelearla solos. “Estaba en la UCA (Unidad de Contención de Aprehendidos), me bajan a enfermería y me pasan el teléfono. ‘Es tu abogado, me dicen’, ¿qué abogado?, digo yo. Después viene otro guardia y me dice: ‘¿Vos sos Peralta?’, si, le digo. Y me pregunta, ‘¿Vos estas en algún sindicato o algo de eso?’ No, le digo. Me dice ‘mirá para arriba’. Miro, y veo una banda de gente pidiendo mi libertad.
Culpa de esto te tengo que trasladar a Bouwer’, me dice. Tenían miedo de que la gente que estaba afuera entrara e hiciera algo. La misma gente que estaba en la UCA, estuvo en la Jefatura cuando me dieron la libertad. No conocía a nadie, no lo podía creer. Ahí me di cuenta de que no estábamos solos”, relató Maxi, como si ese día hubiese sido ayer.
(*) Por el Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos. Foto: Colectivo Manifiesto.