Bernardo Bertolucci: genialidad y cultura de la violación
La muerte del cineasta italiano puede ser una oportunidad para una revisión crítica de la historia del cine, en la que se reconozca y se repare la normalización de la violencia hacia las mujeres en la gran pantalla.
Por María Castejón Leorza para Pikara Magazine
Ha fallecido Bernardo Bertolucci. El cineasta italiano, uno de los directores más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, ha muerto a los 77 años y deja como legado películas como Novecento (1978), El último emperador (1987), Belleza robada (1996) o Soñadores (2003). También dirigió El último tango en París en 1972, que, en España, no se pudo estrenar hasta enero de 1978 por su alto voltaje sexual. Melodramas, sagas proletarias, sagas históricas, historias incestuosas, películas de iniciación conforman una filmografía ecléctica y sólida que le valió el reconocimiento de la crítica y del público.
El último tango en París ensucia la trayectoria del cineasta. En el año 2013, el propio Bertolucci contaba que la secuencia en la que el personaje interpretado por Marlon Brando agrede sexualmente a Maria Scheneider se había rodado sin informar previamente a la actriz. Bernardo quería naturalidad, que el horror de la actriz fuera real. Si habéis visto la secuencia, podréis constatar efectivamente la verdadera angustia de la actriz.
Cuentan que fue Marlon Brando a quien se le ocurrió la secuencia y usar la mantequilla. A Bertolucci le pareció una idea brillante. ¿Os imagináis la conversación? “Oye Bernardo, que se me ha ocurrido mientras estaba desayunando que esta tarde podemos violar con mantequilla”, “perfecto, Marlon, y si no le decimos nada, mejor, que sufra de verdad, total…”. Escalofriante. Scheneider se sintió humillada y violada, y, hasta su fallecimiento en el año 2011 (dos años antes de las declaraciones del director), protagonizó una errática carrera. Es difícil aventurar cómo afectó la película a su posterior carrera profesional. Pero el trabajo desigual y las adicciones suelen ser el destino de las jóvenes que protagonizan películas con alto voltaje sexual a las órdenes de directores varones y por exigencias de un guión androcéntrico. En el denominado ‘destape’ en el cine español, actrices como Nadiuska o Amparo Muñoz siempre estuvieron marcadas por el estigma de haber enseñado sus cuerpos (no os podéis perder la película Los años desnudos de Dunia Ayaso y Félix Sabroso). La sociedad celebra la agencia sexual en las mujeres, pero luego siempre termina condenándola.
En el año 2016, por estas mismas fechas, cercanas al 25 de noviembre, se viralizaron las declaraciones de Bertolucci. Tras su muerte, vuelve a saltar el fantasma de esta agresión que empañó su carrera y de la que nunca se arrepintió. Algunas voces claman al cielo y consideran que únicamente nos tenemos que fijar en el Cine, así con mayúsculas. Incluso un profesional de la talla de Carlos F. Heredero pide ayuda por un titular en el que se menciona la susodicha mantequilla. Habla de memez, incultura, frivolidad y papanatismo. No estoy de acuerdo.
La violencia sexual implícita en El último tango en París debe denunciarse siempre. No podemos pasar por alto que estaban agrediendo a la actriz, que desconocía las intenciones del actor y del director. Scheneider tenía sólo 19 años y Brando casi 30 años más. Debemos visibilizar siempre. Porque no hacerlo, ver sin más la secuencia, supone naturalizar la cultura de la violación.
Tampoco podemos perder de vista el sistema que posibilitaba que en los rodajes se pudiera agredir a las actrices. La impunidad de saberse dueño de la situación, de sentirse libre para actuar así es ejercer una violencia atroz. Ese poder masculino y la indefensión de las actrices tienen que ver con una violencia estructural que se cuela en todas las relaciones (personales, profesionales, económicas) que se dan desde determinadas pautas de poder.
Y este poder debe denunciarse para poder dinamitarlo. ¿Invalida la obra cinematográfica de alguien de la talla de Bertolucci? Para mí, sí. Nunca voy a mirar la película igual. Nunca voy a poder ver esa secuencia sin tener en cuenta que fue una agresión sexual.
Si Bertolucci fue un excelente cineasta, la historia del cine así se lo reconocerá. Pero esa historia no puede olvidar su complicidad con la violencia hacia las mujeres. Debemos verlo como una gran oportunidad para construir genealogía e historia crítica. Las feministas sabemos que la Historia de Mujeres, la herstory, no se puede permitir hablar de las sufragistas sin denunciar el racismo de cierto sector de sufragismo norteamericano y el clasismo y las alianzas capitalistas de las sufragistas inglesas. En la Historia del Cine, escrita por hombres, parece que cuesta mucho más hacer una revisión crítica.
*Por María Castejón Leorza para Pikara Magazine.