Puertas adentro, un universo asfixiante y misterioso
Por Manuel Allasino para La tinta
Puertas adentro es una novela de la escritora cordobesa Lilia Lardone, publicada en 1998. Ambientada en un pueblo de la pampa gringa a mediados del siglo XX, y con Perón en el poder, la historia hace foco en la casa de una familia: sus movimientos, sus mandatos, su escala de valores, sus misterios y silencios.
Ottavia es la mayor de cinco hermanos y, a través de su sostenido monólogo, percibimos la sociedad en la cual se desarrolla todo. La importancia de qué dirán los demás, el chisme, la falsa moral, el ninguneo hacia la mujer y el matrimonio como objetivo máximo a alcanzar en la vida son algunos de los aspectos que prevalecen en el pueblo en donde vive la familia Ferraro.
“A la hora del la cena el Ñato tira la bronca, ¿qué andabas haciendo hoy por la plaza?, no te hagás la viva que a mí me cuentan todo. Y salta la Tina, no haga caso mamá, esos vagos están verdes porque no les llevo el apunte. Yo sirvo y escucho, sentarme no me siento porque para qué, si a casa rato les tengo que alcanzar algo. Sólo los miro, mi cuerpo cuchara listo para llenar, repartir, raspar, para atender a mis hermanos porque soy la mayor y ya me quedé para vestir santos como dice doña Concepción, já, vestir santos yo, si ni siquiera tengo tiempo de ir a la iglesia. Ni sé cuánto hace que no salgo de la casa, el Ñato era chico, tendría unos cinco años… ¿tanto hace? Me acuerdo que el zonzo se cayó del techo y como la mamá no estaba lo llevé en brazos hasta lo del doctor. Feo el golpe que tenía, que se queden en cama un mes sin moverse, ¿vos solita lo trajiste?, y el médico me miraba la espalda. Yo me apoyé en la pared pero ya me había visto la joroba, ¿todavía no te hicieron atender?, les dije que tenían que llevar a la ciudad las radiografías. Joroba, jorobita, jorobeta, jorobate, por qué no me atendieron, qué sé yo por qué. Jorobate, ¿no ves que estoy pintando?, me dice la Milena si le pido que me ayude a cargar el fuentón para lavar. Al que da y quita le sale la jorobita, gritaban los chicos cuando les prometía caramelo para que se callaran a la siesta, y al final no podía sacar azúcar de la despensa porque la mamá se había levantado con la chinche. Tan trabajadora esa muchacha, dice doña Concepción y me toca la espalda, tres veces me la toca, seguro que para llamar a la suerte. Joroba, jorobate, me jorobo, da y quita. ¿Te duele?, dijo el médico. Qué sé yo si me duele. Mi cuerpo cuchara de espuma, raspa, llena, reparte. Mi cuerpo”.
En la segunda parte de Puertas adentro, todo girará en torno a Tesa, una niña dejada por sus padres a unos chacareros que pronto buscan devolverla a su familia y que, en casa de su abuela a cargo de tías solteras, sueña con tener una vida diferente y sobreponerse a la mediocridad que gobierna el pueblo; y en donde los secretos familiares solo están a salvo puertas adentro.
“Ya sé que no le da la cabeza ni el cuerpo, pero el Ñato se tendrá que buscar otro trabajo. Flaco como un fideo anda el santo día en esa bicicleta llevando diarios y revistas por todos lados y con lo que gana no alcanza a parar la olla, si se enferma quién va a traer la comida a la casa, quién le va a comprar a la nena las cosas para la escuela. Aunque también le trae tanta golosina, puro pasto para los bichos, como decía la mamá, un chocolatín blanco todos los días, la malcría y después desperdicia la comida. Ayer Tesa preguntó de nuevo por qué está escrito en el cuadro Florentina Ferraro y agarré y le dije, aunque la Milena me comía los ojos. Ma sí, qué tanta historia, le conté que lo había pintado su mamá cuando tenía quince años, que nosotros le decíamos Tina porque Florentina era un nombre muy largo, le conté que copió el paisaje de una postal de la Italia del pueblo del papá, bah, de su nono, le dije. Le expliqué que la Tina tenía un delantal para no mancharse y la Milena de vuelta a las señas, que mezclaba en la paleta las pinturas que sacaba de unos pomos y las ponía sobre la tela con el pincel y me empecé a acordar que para pintar el cielo se había tenido que subir a un banco porque no llegaba y seguí con la vez que se le cayó la paleta para abajo y enchastró todo el piso, y la vez que…. Entonces Tesa preguntó dónde estaba y fui a la piecita del fondo a buscar la caja sucia de tierra y le mostré la paleta, pero ahí empezó a pucherear y dijo que no, que dónde estaba su mamá”.
Puertas adentro es desafiante y provocadora. El relato de la autora cordobesa Lilia Lardone cuenta con una exquisita prosa. El recurso del monólogo es notable y la descripción de los distintos personajes es bien nítida y precisa.
La historia de un país y de una familia pueblerina se entrecruzan en una crueldad cotidiana que pareciera pasar desapercibida, pero que deja huellas, resignación, frustración y rencor.
“Al final el Ñato tenía razón, se iba a acabar nomás. Cuando la Tesa volvió diciendo que habían suspendido las clases, pusimos la radio y enseguida nos enteramos que las tropas avanzaban, los comunicados, un lío tremendo en todos lados. La Milena no lo podía creer y se puso a decir que eran mentiras de los pitucos de Buenos Aires, hasta que fueron con la Tesa a pispear, porque doña Concepción nos avisó que había muchísima gente que gritaba y tiraba piedras a la comisaría. Me dio bronca porque la Milena volvió llorando, ni hablar podía con ese hipo fuerte que casi la hizo vomitar, hasta que la ayudé a acostarse y le puse paños fríos en la cabeza. Dice la Tesa que se puso así cuando lo vio al Conti a caballo, arrastrando alrededor de la plaza la estatua de la Eva que habían puesto en la entrada de la Municipalidad, la gente aplaudía y decía que viva el doctor Conti carajo, se acabó el tirano. Y encima parece que metieron preso al marido de la Crespi, dice el Ñato que el doctor le contó que en la ciudad hay un montón de muertos, no quieren decir pero han peleado en las calles y los conscriptos cayeron como moscas. La culpa de todo la tienen los negros, insistió el Ñato, ya van a ver cómo ahora se dejan de joder con tanto reclamo y agachan la cabeza para trabajar. Y miró adonde estaba la Milena”.
Puertas adentro de Lilia Lardone ilumina los lugares más oscuros y secretos de la familia Ferraro, inmigrantes italianos radicados en el infierno cotidiano de un pueblito y sumergidos en un universo misterioso y asfixiante.
Sobre la autora
Lilia Lardone nació y vive en Córdoba. Licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, se especializó en literatura para niños y jóvenes, desarrollando asiduamente cursos, seminarios y talleres de formación para docentes referidos a criterios de selección y promoción de la lectura. Ha participado y participa como Jurado en concursos literarios de Córdoba y Buenos Aires. Desde 1988, coordina talleres de escritura y corrección de estilo. Empezó a escribir ficción después de los cincuenta años. Ha publicado poesía, cuento, novela y libros informativos para niños y adultos. En 1999, recibió el Premio Latinoamericano Norma/Fundalectura en Bogotá, Colombia, por Caballo Negro (reeditada en Comunicarte en 2014).
La novela Puertas Adentro fue distinguida por el Fondo Nacional de las Artes en 1998 y el libro Papiros (reeditado en 2013) figura desde el 2003 en el listado The White Ravens por la Biblioteca para jóvenes de Munich. También obtuvo el Premio Saúl Taborda 2009 de Letras por su trayectoria a favor de la lectura y la escritura.
Algunas de sus obras: Esa chica (novela, 2006), Vidas de mentira (cuentos, 2003), El nombre de José (2000), El Cabeza Colorada (cuentos, 1997), El día de las cosas perdidas (2011), Pequeña Ofelia y diario del río (poemas, 2003), 20.25: Quince mujeres hablan de Eva Perón (entrevistas, 2012) y La gran persecución (novela, 2015).
*Por Manuel Allasino para La tinta. Imagen de portada: Lucette Dalozzo.