Renta Básica Universal: ¿utopía o posibilidad?
En varios países del mundo se discute la aplicación de una renta universal para paliar las necesidades básicas de la población.
Por Lucas Gatica, desde España, para La tinta
¿Se imagina cobrar una renta digna al mes sin tener que trabajar? ¿Cómo sería un mundo donde los robots paguen impuestos y que ese dinero sea utilizado para políticas sociales? ¿Qué pasará dentro de cincuenta años cuando trabajos y oficios que hoy existen dejen de estar disponibles u ocupados por máquinas?
En relación a la automatización y la Inteligencia Artificial (AI), en Estados Unidos, por ejemplo, se calcula que casi tres cuartas partes de la población ven con preocupación y miedo el futuro de estos fenómenos y los trastornos que causarán.
En los últimos años, el movimiento a favor de una Renta Básica Universal (RBU) ha venido ganando fuerza en buena parte del mundo, particularmente en Europa. Los argumentos que esgrimen sus defensores apuntan a que esta renta básica ciudadana sería la fórmula más eficaz para combatir la pobreza, disminuir las desigualdades y garantizar la dignidad humana, dando como resultado sociedades más justas.
¿Qué es la RBU?
A grosso modo, se trata de una prestación monetaria que el Estado -o alguna institución- abona a sus ciudadanos de manera incondicional y por el mero hecho de formar parte del entramado social. Es decir, no se exige a las personas que justifiquen bajos o nulos ingresos para cobrar este tipo de renta, ni tampoco se harán miramientos si la persona posee ingresos por otras vías.
Según los expertos, la financiación de una renta de estas características partiría de una fuerte suba del impuesto sobre las riquezas y de un alza en la supresión de otras prestaciones monetarias. En opinión de varios economistas, la renta básica podría ser una posible medida para hacer frente a los desafíos que vienen planteando los cambios estructurales que evidencia el mercado laboral por la creciente automatización y robotización de la industria.
Experiencias
Una de las promesas del Movimiento 5 Estrellas, partido que gobierna en Italia junto a La Liga, fue la creación de una renta ciudadana, una suerte de sueldo básico universal de 780 euros. Aunque hay decir que esa idea parece estar tambaleándose en los hipotéticos presupuestos de las últimas semanas. Por su parte, académicos en España han propuesto una reforma que daría 7.471 euros anuales a cada ciudadano por el solo hecho de habitar el país. El debate sobre una RBU se ha reavivado y esos dos ejemplos muestran la fuerza que ha tomado esta idea.
En Suiza, luego de un referéndum, se rechazó la iniciativa de instaurar una renta básica mensual de 2.300 euros. Sus defensores esgrimían que esta política podría garantizar una vida digna para todos los suizos. Sin embargo, el 78 por ciento optó por el “No”. Incluso, ningún partido político se hizo eco de la idea.
En Holanda se están llevando a cabo algunos experimentos. Según Rutger Bregman, analista de ese país, la pobreza es cara, en el sentido de que genera delincuencia, malos resultados académicos y enfermedades mentales. Estos experimentos están direccionados a participantes de programas de asistencia social, y desde las arcas públicas se les exige a los beneficiarios que busquen trabajo.
Un poco más al norte, en Finlandia, el gobierno escandinavo llevó a cabo una experiencia de dos años acerca de los efectos de una renta básica. Lo que se hizo fue seleccionar dos mil personas al azar. Estas recibieron un extra de 560 euros al mes en su salario y, si estaban desocupadas, no era requisito buscar empleo. Es decir, si trabajaban seguían percibiendo el extra de 560 euros. Lo último que se sabe sobre el experimento finlandés es que el país ha decidido no renovar el ensayo de la renta ciudadana.
Saltando el charco, en Canadá, el gobierno del estado de Ontario estuvo probando en tres de sus ciudades un salario básico universal. Han participado 4.000 personas elegidas al azar del universo de adultos con bajos ingresos. Los montos de los ingresos rondaron los 11.000 euros anuales. Al igual que en otros países, no se exige la búsqueda de un empleo si se está desocupado. Lo que se intenta investigar aquí es la seguridad alimentaria, el estrés y la salud psicofísica.
Por su parte, en los Estados Unidos, Sam Altman escuchó por ahí lo de la RBU y se lanzó en su propio experimento, ya que cree que “la tecnología creará más riqueza que nunca, pero que acabará en manos de poca gente; si no intervenimos, la desigualdad será insostenible”. Altman es un joven empresario, de ascendencia judía, fue boy scout en sus años mozos y es amigo cercano de Elon Musk, el controvertido emprendedor y presidente de OpenAI, una fundación cuyo objetivo es el fomento de la Inteligencia Artificial y que está comprometido con la fabricación de automóviles eléctricos.
Para el bueno de Altman, todo se reduce a un problema de ingeniería, de mecanismo, incluida la desigualdad socioeconómica. Su mantra es que las matemáticas pueden resolverlo todo. Así que ha lanzado su propio experimento. Aún no hay novedades sobre él.
Críticas
Por el lado de los críticos, el panorama no es tan optimista ya que consideran a una renta de este tipo como un engaño que desmantelaría los Estados de bienestar y ven en ella una respuesta equivocada para los problemas estructurales del capitalismo actual. Además, creen que una política de este tipo les quitaría a los ciudadanos la sensación de orgullo y autorrealización que otorga el trabajo.
Más allá de eso, una renta de este tipo nos podría ampliar las opciones que tenemos dentro del sistema económico, colaboraría para mejorar las negociaciones entre empleados y patrones. Sería también una alternativa a los empleos de mala calidad y bajos ingresos, empleos que solo sirven para sobrevivir. Nos daría la posibilidad de aprender nuevas habilidades, de dedicar tiempo a nuestras familias, permitiría a los trabajadores pensar en lógicas laborales por fuera de la dinámica tradicional de capital y trabajo. Asimismo, se cree que todos esos beneficios redundarían, también, en la economía general.
Lo que queda claro es que el tema ha entrado en agenda, política y mediática, y que se mantendrá haciendo ruido de aquí en adelante. El volumen irá en aumento.
En definitiva, la RBU nos ofrece la posibilidad de imaginar una economía que recompense la innovación y, al mismo tiempo, permita que todas las comunidades y grupos sociales subsistan de forma equitativa. La posibilidad de soñar con una economía más humana y solidaria.
*Por Lucas Gatica para La tinta