Plantar, brotar, sanar
Hasta el 7 de diciembre en el Pabellón Argentina de la UNC, se puede visitar la muestra “Brotar”, un proyecto ganador de la Convocatoria Cultura 2018 de la Secretaría de Extensión Universitaria. Plantas nativas y artes visuales hermanadas en la prolífica y bella tarea de crear.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Con la meta principal de reflexionar en torno a las maneras en que nos vinculamos -entre nosotras y con la naturaleza- Brotar es un proyecto de producción artística y de viverismo para mujeres de entre 18 y 80 años, que se desarrolló desde agosto en el predio recreativo del Colegio de Abogados de Saldán.
Cecilia Eynard (bióloga), Lorena Dolce (artista plástica), Sol Pérez (fotógrafa), Ailín Gatica (artista y abogada) y el Cuerpo de Abogadas Feministas CAF son el equipo motorizador de un proyecto que propone más que charlas y talleres acerca de las plantas nativas de nuestro monte cordobés. Brotar propone mucho más que una muestra final. Brotar conjuga el cuidado por el medio ambiente del que formamos parte con el mágico momento de dimensionar la importancia del encuentro y, sobre todo, del encuentro entre nosotras.
La tinta habló con las responsables de que artes visuales, audiovisuales, fotografía, escultura y literatura fueran entretejiéndose con la producción de plantas nativas, en un proyecto que buscó, ante todo, repensar los vínculos y los colectivos.
—¿Cómo fue que linkearon plantas y arte en el proyecto?
—Ailín Gatica: Artes y plantas están unidas por el objetivo de que sirvan de canal para repensarnos. Para repensar el modo en que nos vinculamos con otras personas y para pensar también en el modo en que nos vinculamos con el resto de la naturaleza. Es, sobre todo, una invitación a detenerse, para observar el entorno, para observarse a una misma.
Para eso, para reflexionar, y no sólo desde un lugar, o sea, no sólo desde el pensamiento convencional, sino también desde otros sentidos, sensorial, desde la percepción, de las formas, de los olores, de los sabores. Prender la antena, no solo la mental, sino la corporal y la sensorial. Por eso, durante todos los talleres, estuvimos mezclando actividades en las que nos deteníamos a observar las formas de las plantas, a percibirlas… a escuchar el sonido en la naturaleza y eso también expresarlo y mezclarlo, en preguntas, por ejemplo, acerca de la belleza. ¿Qué es? ¿Qué es la belleza del bosque?
—Sol Pérez: Quizás esto es una visión muy de artista, pero en esta experiencia que, para mí, fue nueva -en el caso de la producción de plantas nativas-, hay algo en la cosa de meter las manos en la tierra, de cuidar, de hacer crecer que viene como un poco innato, ¿no? En el ser, en el ser humano y en el caso del arte, y ese linkeo me parece que hay algo muy similar, y si tenemos que buscar una palabra clave en esto, es el sanar.
Yo siempre digo que, para mí, el arte sana y digo, me parece, porque es algo que me ha pasado a mí, trabajando con las plantas en este taller puntualmente, porque soy muy nueva en el asunto de la producción de plantas y, sobre todo, nativas, que, justamente, tienen más connotación porque nos hace enraizar más y sentirnos más parte de la tierra nuestra, cordobesa. Me parece que es eso. Es el sanar.
—Lorena Dolce: En un primer momento, la idea surge de Ailín, hace un tiempo, para poder entrecruzar estas dos manifestaciones que vienen a ser del lado del cultivo y las plantas nativas y lo artístico… ella se encargó de juntarnos a todas, conocía qué veníamos trabajando particularmente cada una y poder transmitir lo que cada una venía haciendo, ya sea de la fotografía, la escultura, la biología, el cultivo, la literatura. Lo primero que nos planteamos fue ver cómo podíamos entrecruzar y relacionar estas diferentes disciplinas, por eso nos encontramos. Ahí vimos que teníamos la misma raíz en realidad, que era usar estas herramientas, ya sea para generar alguna manifestación o generar algo interno también, cultivar desde adentro.
—Cecilia Eynard: Cultivar y cultura vienen de la misma raíz etimológica. Casi difícil de separar una cosa de la otra, en Brotar, se unieron el tema del cultivo de las plantas nativas y de la expresión del arte, a partir de las mismas cabezas… A partir de la de Ailín y de las nuestras que se fueron sumando, y de esa convocatoria de que la expresión nos permitía encontrar formatos de decir, desde lugares más sensibles, y de reflexionar y el cultivo de las nativas nos permitía las metáforas y la conexión con la tierra y con la vida. Desde ahí, fue planteado el proyecto.
—¿Cuáles creen que son los aportes a lo cultural con Brotar?
—Sol Pérez: Recién pensaba en la pregunta y decía: siempre hay un interrogante que es muy habitual en los proyectos artísticos y, a mí particularmente, me pasa, y esto es súper personal, que cuando llevo a cabo un proyecto (y lo digo como fotógrafa accionista), no estoy pensando automáticamente en cuál va a ser el aporte. No me pasa eso desde una primera instancia… una reacciona al hecho de hacer, pensando y linkeando también a la pregunta anterior, una ya sabe que esta cosa del sanar, una sabe que través del arte, siempre algo bueno va a salir.
Porque lo he vivido, me ha atravesado, a mí, el arte me ha sanado. Siempre que empiezo con un proyecto, pienso que va a ser algo bueno, a nivel espiritual.
Ahora, si tuviera que rever la pregunta, una vez ya hecho Brotar, pienso que los aportes son grandes y están muy relacionados a lo sociocultural. Porque es justamente un trabajo de mujeres para mujeres, hoy estamos en tiempos realmente fuertes, empoderados, paradigmáticos, más allá de que no sea la primera ola feminista. Pero precisamente en la Argentina, está siendo una sacudida de tierra, hablando justamente de esta Pachamama. Se están moviendo los cimientos, ¿no? El aporte viene por ahí, obviamente que la producción de plantas nativas, la fotografía, las artes plásticas no es nada nuevo, pero sí lo es la forma en que hemos trabajado, lo que hace que sea un aporte mayor.
—Ailín Gatica: Creo que a todes nos viene bien pensar cómo nos vinculamos con nuestro propio cuerpo, con el resto de las personas… con la naturaleza de la que formamos parte. Desde Brotar, pensamos en que hacer ese tipo de ejercicios nos conecta más con la percepción de que estamos todes interrelacionados, que la separación con otres y la separación respecto de la naturaleza es ficticia. Que nuestra acción y nuestra inacción tienen sus implicancias y sus consecuencias.
Entonces, creo que el aporte que pretendemos dar es la de generar un espacio en que se proponga esa conciencia de que somos agentes activas, biológica y socialmente, y que lo que hagamos y dejemos de hacer va a tener su impacto.
—Lorena Dolce: Con Brotar, lo más clave que pudimos generar fue encontrarnos entre mujeres, ahí fue lo más hermoso que pudimos hacer. Poder transmitir lo que cada una venía trayendo, todo ese bagaje… el poder observarnos, detenernos a prestarnos atención, a cuidarnos un poco, a entendernos desde adentro hacia afuera, esos son los aportes a lo cultural que pudimos hacer con brotar, ¿no?
Más que nada, por el contexto histórico en el que estamos viviendo hoy en día, con el feminismo. El encontrarnos con mujeres nos hace poder entendernos, poder abrirnos, poder descubrirnos, reinterpretarnos y lo mismo que podemos hacer con el cultivo. Yo creo que no éramos muchas, no somos muchas, las que estamos familiarizadas con el cultivo de nativas, entonces, poder frenarnos un momento, tomarnos el tiempo, movernos hacia un lugar para poder encontrarnos todas juntas y, al mismo tiempo, poder vivir las experiencias que nosotras planteamos, que creímos (mucho creímos) que desde lo que cada una estaba viviendo y materializando desde su disciplina podía llegar a enriquecernos, al grupo y a cada una.
—Claramente, es un trabajo súper colectivo. ¿Por qué así y no de otra forma?
—Lorena Dolce: No se podría haber hecho de otra forma que no fuese colectivamente. Hoy en día, trabajar desde lo interdisciplinario, tejiendo redes y fortaleciéndolas, considero que es una de las mejores experiencias que he tenido para trabajar y me encantaría seguir generando y fortaleciéndonos. Individualmente, no considero que esto se hubiera podido llevar a cabo. Hasta las plantas en solitario no pueden crecer si no están en un ambiente conformado por diferentes microorganismos, contextos.
Por eso mismo, también, este proyecto tenía que ser para mujeres y no pensarlo para otros géneros en este momento. Yo, personalmente, considero eso del trabajo en equipo, en colectivo, en red, en grupa deja muchísimo más aprendizaje que un trabajo individual, así que, por ese lado, también creemos que -obviamente- nos han quedado muchísimos vínculos, porque si una trabaja así es imposible no quedar vinculada. Es muy difícil no generar vínculos. El proyecto nos abrió muchísimos vínculos, nos ha dejado súper vinculadas entre nosotras como equipo y la grupa de taller que se ha formado, así que, por ese lado, estamos más que felices.
—Ailín Gatica: El núcleo mismo, la pregunta misma de Brotar, implica un trabajo colectivo. Estas preguntas respecto de nuestras acciones necesariamente se dan en el colectivo. En esta oportunidad, participamos mujeres de entre 18 y 80 años, cada una con su historia, con sus bagajes, con sus saberes, con sus dolores, con sus cansancios. Y todo eso enriquece.
Pensamos en que ese estado de encuentro entre distintas personas y de las personas con el ambiente, va generando algo bueno y algo distinto que es más que la suma de las partes. Es una fuente, un caudal de creación, de creatividad.
Nos pasó incluso con la gestación del proyecto: una idea se fue sumando a las ideas y a las búsquedas de cada una, que nos atravesaban humanamente, ¿no? El cuerpo y el espíritu, y, desde ese lugar, decidimos trabajar estas cosas. Es esencial el encuentro para brotar.
—Sol Pérez: Me parece que esta cosa de lo sociocultural que estábamos hablando y esto, que justamente se están moviendo colectivos femeninos, feministas, en donde nos estamos dando cuenta de que, entre grupos de mujeres, podemos hablar cuestiones nuestras, desde otras perspectivas que también era la finalidad principal de Brotar. Trabajando entre mujeres, poder sacar aquello que, quizás, está entre medio dormido, que, por cuestiones patriarcales, no se han podido hablar, que, por ahí, no se puede hablar ni en la familia ni con los vecinos, y este es justamente un espacio de contención. Y aunque, muchas veces, la contención viene por partes individualizadas, también, desde hace unos años, nosotras estamos sabiendo que la salida es colectiva, que estar juntas entre todas va a ser mucho más fuerte.
—Por supuesto, quedan vínculos después de Brotar…
—Sol Pérez: Claramente que sí, y, de hecho, esto nos hace más fuertes, nos empodera aún más y nos dan más ganas de seguir, porque los resultados con el grupo han sido óptimos y las pibas del grupo queremos seguir. La semilla ha crecido realmente y se ha multiplicado, realmente.
—Ailín Gatica: Sí, un montón, la muestra expresa muy bien que no sólo se gestaron vínculos dentro del equipo de trabajo, sino que también se gestaron vínculos del equipo de trabajo con las participantes, de las participantes entre sí y con cada una de nosotras individualmente, de todas nosotras con el ambiente y las plantas, y, a su vez, cada una en el ámbito en que se viene desarrollando y en sus relaciones.
Pensamos mucho en nuestros vínculos y algo que hemos comentado entre nosotras es esto de cómo esas preguntas que nos fuimos haciendo dentro del espacio de los talleres, luego, repercutieron hacia nuestros cotidianos y eso que vamos haciendo: nuestras familias, nuestras parejas…
—Cecilia Eynard: De hecho, Brotar todavía no termina, el trayecto de la muestra sigue siendo parte del proyecto en el que nuestros corazones, nuestras pieles, nuestras ideas, nuestras reflexiones, nuestros sentires están puestos abiertos al público. Dejó de ser un proceso interior y grupal para pasar a ser una construcción más amplia. Esta puesta en juego para ser enriquecida no es una muestra expositiva donde esté todo dicho. La idea prendió fuerte, como grupo nos consolidamos afectivamente también y la idea es seguir.
—¿Hay algo para hacer crecer hoy, en Córdoba?
—Lorena Dolce: Sí, hay algo para hacer crecer hoy en Córdoba, vuelvo a repetir lo mismo: los vínculos. Desde lo laboral, desde lo social, desde lo político, desde cualquier sentido, creo que Córdoba necesita cultivar más vínculos y fortalecer redes. Tiene muchísimas redes trabajando por todos lados y lo ideal es poder fortalecerlas y que no se sequen.
—Cecilia Eynard: Nos queda hacer crecer las conciencias y hacer crecer las relaciones más armónicas, que, en este momento, tanto a nivel ambiental como social, están las redes un poco deshilachadas y este tipo de proyecto nos permite pararnos a ver eso y generar estrategias de rearmado de contención, de revinculación y, desde ahí, pensar futuros y presentes más armoniosos.
—Sol Pérez: Realmente, Córdoba tiene una tierra, una pacha fuerte, pero que necesitamos a esa semilla que está plantada, regarla con el agua más sana. Córdoba es un lugar emblemático de muchas cuestiones, sobre todo, intelectuales… la universidad, las revoluciones… sin embargo, tiene ese perfil más fuerte conservador y me parece que estemos haciendo movidas como estas, artísticas, colectivas, feministas y el cuidado justamente de las plantas nativas con todos los últimos arrebatos políticos que se han hecho al bosque nativo, hay mucho para hacer acá. Esperemos seguir con esta semilla que ya germinó y poder seguir con este proyecto que creemos que es útil, justamente.
—Ailín Gatica: En primer lugar, incrementar el bosque nativo y frenar el desmonte. Poder concebir al desarrollo como necesariamente ligado al ambiente del que somos parte, eso primero. Lamentablemente, en esta provincia, queda tan poquito, tan poquito bosque nativo, que no por casualidad este proyecto propone el cultivo de plantas nativas, que haya más gente que pueda conocer esto, cómo cultivarlas, quererlas, encontrar belleza en ellas. Por otro lado, también creo que está re bueno que haya más espacios en los que las mujeres nos juntemos para florecer, para cooperar entre nosotras y tirarnos para adelante.
*Por Soledad Sgarella para La tinta. Fotos: Proyecto Brotar.