Gaza vuelve al punto de mira
Desde el viernes, Israel bombardea la Franja de Gaza, un territorio palestino bloqueado y asediado por Tel Aviv desde hace más de diez años.
Por Eugenio García Gascón para Público
Los acontecimientos de las últimas horas en la Franja de Gaza e Israel resaltan un nuevo deterioro, de considerable gravedad, en esa zona donde la violencia es endémica, deterioro que puede adelantar una próxima confrontación militar directa entre Israel y Hamás, la organización islamista que gobierna en Gaza desde 2007.
La última escalada se agravó el domingo por la noche, cuando un comando del ejército israelí penetró en la Franja en una operación que a la postre resultó fallida. Siete milicianos y un teniente coronel druso israelí, Mahmud K., resultaron muertos.
De las distintas informaciones recabadas, algunas no oficiales, se desprende que la inusual incursión del comando tenía por objetivo capturar a un jefe miliciano de Hamás o darle muerte, lo que al fin ocurrió. Sin embargo, el comando fue detectado y perseguido por los milicianos, lo que obligó a la aviación a correr en su rescate.
Este incidente, seguido por la réplica de Hamás y de la contrarréplica de Israel a lo largo del lunes, coincide con la aplicación de una nueva estrategia por parte del primer ministro Benjamín Netanyahu, y que consiste en paliar puntualmente y muy someramente la dramática situación de los más de dos millones de habitantes de la Franja.
Se ha de señalar que la incursión del domingo se produjo mientras Netanyahu se hallaba en París participando en los actos del centenario de la Primera Guerra Mundial, y que decidió regresar inmediatamente acortando bruscamente la visita europea.
Esta circunstancia ha suscitado algunas cuestiones, la primera de las cuales es determinar si Netanyahu estaba al tanto de la inusual operación o si fue decidida de manera unilateral por el titular de Defensa, Avigdor Lieberman, sin contar con la aprobación del primer ministro.
Netanyahu y Lieberman han mostrado en los últimos meses divergencias con respecto a la política a seguir en la Franja, divergencias que se han agudizado en los últimos días. Lieberman es partidario de llevar a cabo una operación militar de gran envergadura, mientras que Netanyahu prefiere ahorrársela ahora que en Israel se habla de una inminente convocatoria electoral que se podría concretar en las próximas semanas.
El pasado jueves entraron en la Franja 15 millones de dólares en efectivo con los que Hamás ha pagado solo una ínfima parte de los salarios que debe a sus funcionarios. El dinero fue donado por Qatar, un país que no mantiene relaciones oficialmente con Israel, pero contó con la aprobación de Netanyahu. Otros ministros han declarado que ese dinero es una “especie de soborno que algunas personas pagan a malhechores”.
Además, también con el consentimiento de Netanyahu, Qatar ha financiado la entrada en Gaza de camiones de combustible israelí. Con este combustible se conseguirá dar un alivio a los hospitales y a las familias que, a partir de ahora y si esta medida se mantiene, verán aumentado el número de tiempo de electricidad que tienen hasta llegar a las doce horas diarias.
Estas dos medidas no van a resolver los problemas de la Franja, que son muchos y graves, pero es un gesto que ha sido autorizado por Netanyahu con la mediación de Egipto. Naturalmente, el presidente Abdel Fattah Al Sisi no se habría atrevido a tener una iniciativa de este tipo sin contar con el visto bueno previo de Netanyahu.
Pero si Netanyahu estaba al tanto de la operación del domingo, esto significa que quiere marcar sus distancias con Hamás y que la actuación del comando podría tener por fin provocar a Hamás para una escalada de la violencia, una táctica de provocación que Israel practica a menudo, tanto en la Franja como en la Cisjordania ocupada.
Con un Hamás cuyas actuaciones se parecen cada vez más a las del Hezbollah libanés, cabe preguntarse si se está caminando hacia una confrontación del estilo de la de 2014. Recordemos que desde que las protestas se iniciaron en marzo último, más de 200 palestinos han muerto y más de 200.000 han resultado heridos sin que Hamás haya conseguido ninguna contrapartida, salvo el gesto ya comentado.
Las dos partes han corrido riesgos antes de llegar al último gesto. Hamás ha sido acusada de colaborar con Israel en detrimento de los intereses de los palestinos. La acusación ha partido del presidente Mahmud Abbas, quien por su parte ha impuesto duras sanciones contra Hamás, pero colabora estrechamente con Israel en Cisjordania.
Por su parte, Netanyahu tiene que aguantar la presión de los ministros partidarios de una intervención armada de grandes dimensiones. La proximidad de unas elecciones que se huele en el ambiente puede hacer que Netanyahu reconsidere su actitud con Gaza o que la mantenga, en función de lo que crea más adecuado para sus intereses.
El viernes pasado, Hamás redujo el lanzamiento de globos incendiarios contra Israel de manera significativa, una práctica que enfurece a los israelíes. Sin embargo, un palestino prendió fuego a un invernadero después de cruzar la frontera. Este tipo de acciones no aclaran hasta qué punto Hamás está a favor de un acuerdo de larga duración con Israel, que es lo que Netanyahu se ha marcado según sus propias declaraciones.
Una guerra de grandes proporciones es una aventura tanto para Hamás como para Israel, pues ninguna de las dos partes puede estar segura de que vencerá de una manera holgada. Hamás ha tenido cuatro años para preparar un nuevo conflicto y probablemente puede sorprender al ejército israelí en más de una dirección.
*Por Eugenio García Gascón para Público