“El gobierno de Bolsonaro va a generar un caos social”
El referente máximo del Movimiento Sin Tierra de Brasil habla sobre el triunfo de la ultraderecha en las elecciones y los desafíos de la izquierda.
Por Brasil de Fato
“Salimos de este proceso aglutinados, con capacidad y fuerza organizada para resistir a la pretendida ofensiva fascista”. La afirmación es de João Pedro Stedile, referente de la coordinación nacional del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) y hace referencia al resultado de las elecciones presidenciales del pasado domingo.
En entrevista con la Radio Brasil de Fato después de la victoria de Jair Bolsonaro (PSL), Stedile resaltó que a pesar de la derrota electoral, la victoria política es del campo progresista, que creó una fuerte unidad en las últimas semanas. En su opinión, el gobierno de Bolsonaro, que comienza el 1 de enero de 2019, se asemejará a la dictuadira de Augusto Pinochet en Chile, debido a su naturaleza fascista.
“Es un gobierno que va a usar todo el tiempo la represión, las amenazas, el amedrentamiento. Va a liberar a las fuerzas reaccionarias que están presentes en la sociedad. Por otro lado, va a intentar dar libertad total al capital en un programa neoliberal. Sin embargo, esa fórmula es inviable, no da cohesión social y no resuelve los problemas fundamentales de la población”, afirma Stedile.
—¿Qué decirles a los más de 46 millones de personas que votaron por el candidato Fernando Haddad, apoyado por el MST?
—Aún estamos al calor de los resultados y necesitamos, sobre todo, tener mucha serenidad y entender el contexto de la lucha de clase y no considerarnos derrotados por este resultado. Aunque las urnas hayan dado legitimidad a Bolsonaro, no significa que tuvo la mayoría del apoyo de la población. Hay un alto índice de abstención, 31 millones de personas. Haddad tuvo 45 millones de votos. Sólo ahí son 76 millones de brasileños que no votaron por Bolsonaro.
Por lo tanto, la sociedad brasileña está dividida. Incluso con el resultado electoral, acompañado por las encuestas anteriores, queda claro que quien apoya el proyecto de Haddad es quien gana menos, de dos a cinco salarios mínimos y tiene hasta educación primaria. Y, claramente, los más ricos y adinerados votan por Bolsonaro.
Pero también hubo una división electoral geográficamente clara. Cuando miramos el mapa de Brasil con los gobernadores electos, tenemos 12 candidatos progresistas del campo popular en la región que va desde Pará hasta el gobernador Renato Casagrande (PSB), en Espírito Santo. El Nordeste y parte de la Amazonia son un polo de resistencia geográfico que demuestran que aquella población no quiere seguir los rumbos del proyecto fascista de Bolsonaro.
Por último, como un breve balance, como todos están comentando, además del resultado electoral, la última semana se consagró una victoria política de la izquierda y de los movimientos populares. Tuvimos innumerables manifestaciones de todas las fuerzas organizadas: sindicatos, intelectuales, estudiantes, universidades.
Nunca antes en la historia de Brasil se habían movilizado más de 500 mil mujeres en todo Brasil, en 360 ciudades, que fueron a las calles para decir “Ele Nao”, “Fascismo no”, de manera que creo que el balance no es de una derrota política. Sufrimos una derrota electoral, pero salimos de este proceso aglutinados, con capacidad y fuerza organizada para resistir la pretendida ofensiva fascista.
—A pesar de las bravatas de Bolsonaro, sabemos que en el campo institucional hay limitaciones. Él ya dijo que tiene la intención de tipificar al MST y al MTST como organizaciones terroristas. ¿Considera la posibilidad real e institucional de que eso acontezca?
—Creo que el gobierno de Bolsonaro va a parecerse, si hacemos un paralelo, con lo que fue el de Pinochet en Chile. No por la forma que llegó, sino por su naturaleza fascista. Es un gobierno que va a usar todo el tiempo la represión, las amenazas, el amedrentamiento. Va a liberar las fuerzas reaccionarias que están presentes en la sociedad. Por otro lado, va a intentar dar libertad total al capital en un programa neoliberal. Sin embargo, esa fórmula es inviable, no da cohesión social y no resuelve los problemas fundamentales de la población.
Brasil vive una grave crisis económica que es la raíz de todo ese proceso. Desde 2012 el país no crece. Por eso, por no crecer, por no producir nuevas riquezas, los problemas sociales, económicos y ambientales solo van aumentando.
Con su programa ultraliberal, de defender solo los intereses del capital, Bolsonaro puede hasta ayudar a que los bancos continúen teniendo ganancias, puede ayudar a las empresas transnacionales para que tomen por asalto el resto de lo que tenemos aquí. Sin embargo, al no resolver los problemas concretos de la población con respecto al empleo, a los ingresos, los derechos laborales, las pensiones, la tierra y la vivienda, eso va a ir aumentando las contradicciones.
Eso va a generar un caos social que permitirá a los movimientos populares retomar la ofensiva y las movilizaciones de masa. Y, en el fondo, además de lo que está en la Constitución, cosa que él no va a respetar mucho, lo que nos va a proteger no es escondernos debajo de la tienda. Lo que nos va a proteger es la capacidad de aglutinar al pueblo, seguir desarrollando luchas de masas en defensa de los derechos, por la mejora de las condiciones de vida. Esas movilizaciones populares son las que serán la protección de los militantes, de los dirigentes. No nos asustemos. Las contradicciones que ellos van a enfrentar serán mucho mayores que las posibilidades que tienen de reprimir impunemente.
—Hay otra lucha, que tiene relación con los comicios, que desde que comenzó la campaña electoral quedó en segundo plano: la prisión ilegal e injusta del ex presidente Lula. ¿Cuál es la perspectiva de los movimientos populares sobre ese otro frente de batalla?
—El presidente Lula fue secuestrado por el capital, por medio de un Poder Judicial completamente servil a esos intereses. Está preso ilegalmente. Hay muchos otros, no sólo políticos sino también ciudadanos, que están respondiendo en libertad, cumpliendo la Constitución, que solo permite la prisión después de que el proceso pasa por todas las instancias.
En el caso de Lula, aún falta que sea juzgado en el STJ y después en el STF. Además no lo dejaron participar (en las elecciones) luego de inscribir su candidatura. Otros 1.400 candidatos participaron en las mismas condiciones que Lula, pero a él le fue prohibido, y finalmente, le prohibieron hablar, cuando cualquier criminal de quinta categoría puede dar entrevistas en O Globo. Fue famoso aquel caso del ex arquero del Flamengo que todos los días estaba en O Globo solo para darle audiencia. Y a Lula se le prohibió comunicarse con el pueblo. En realidad, ellos sabían que Lula es el principal líder popular que aglutinaría amplias fuerzas del pueblo brasileño, que pondría a discusión un proyecto. Es evidente que parte de los electores de Lula, que creen en Lula, son trabajadores engañados por una campaña de mentiras, que acabaron votando por Bolsonaro.
La izquierda y los movimientos populares, tenemos un desafío enorme de aquí en adelante: organizar comités populares en todo Brasil, organizar un verdadero movimiento de masas y una verdadera campaña internacional por su liberación y por la designación del Premio Nobel de la Paz el año que viene, como es la campaña encabezada por el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
Vamos a tener una tarea enorme de organizar esos comités y transformar la lucha por la campaña en una bandera popular. Evidentemente, habrá otros desafíos de los que nosotros, la izquierda y los movimientos populares, tendremos que ocuparnos en el próximo período para aglutinarnos, como ya viene siendo sugerido. Tenemos que transformar el Frente Brasil Popular, el Frente Pueblo Sin Miedo, quien sabe si juntarnos todos en un Frente Popular por la Democracia y Antifascista.
Podría ser un instrumento más amplio que el propio Frente Brasil Popular. Tenemos mucha lucha por delante. La lucha de clases es así. Es muy parecida a jugar fútbol en un largo campeonato. Hay domingos en los que se pierde un partido, hay otros en los que se gana. Pero lo fundamental es ir acumulando fuerza y organizando a nuestro pueblo. Y eso es lo que cambia la correlación de fuerzas.
—¿Cómo sale la izquierda de esta batalla? ¿Los partidos, los movimientos, el propio Fernando Haddad?
—Me involucré personalmente en nuestro movimiento y en el Frente Brasil Popular, y se notó claramente, en las últimas dos semanas, un nuevo aliento, una nueva interpretación para lo que está ocurriendo en Brasil. Mucha gente se movilizó independientemente de partidos y movimientos, o sea, hay energías en la sociedad y conseguiremos resistir al fascismo.
Ahora no podemos caer en el reduccionismo de la vida partidaria y quedarnos en las especulaciones de lo que acontecerá con fulano o mengano. Las personas poco importan en este proceso. La lucha es de clases y, por lo tanto, es la dinámica de la lucha de clases que altera la correlación de fuerzas, la que va a resolver los problemas del pueblo. En medio de esas luchas de clase van surgiendo nuevos líderes y nuevas referencias. No podemos apegarnos a esas lecturas.
“Haddad tiene posibilidades para 2022”, “Ciro tiene posibilidades”. Ciro Gomes salió muy bien en la primera vuelta, con moral, y después lanzó esa moral a la basura al abstenerse de la disputa política en la segunda vuelta. La vida útil de Ciro duró tres semanas. Es así la lógica de la lucha de clases.
Creo que la izquierda y los movimientos populares que tienen causas bien específicas, de mujeres, vivienda, tierra y el movimiento sindical, tenemos que ocuparnos con serenidad, hacer las evaluaciones críticas y autocríticas, y retomar nuestra agenda histórica de la clase trabajadora para enfrentar los desafíos de la vida y de la historia.
Quedó claro durante esa campaña: tenemos que retomar el trabajo de base, hasta Mano Brown nos jaló la oreja y tenía razón. Si hubiéramos tenido la paciencia de, a lo largo de estos seis meses, haber ido de casa en casa, en los barrios de la periferia, donde vive el pueblo pobre, creo que tendríamos otro resultado electoral. El pueblo entiende, pero nadie va allá a hablar con él.
Tenemos que tener claro que lo que altera la correlación de fuerzas no es el discurso, no son los mensajes en el WhatsApp. Lo que altera la correlación de fuerzas y resuelve los problemas concretos de la población es si organizamos a la clase trabajadora y a la población para hacer luchas de masa y resolver sus problemas.
Si falta trabajo, tenemos que hacer la lucha contra el desempleo. Si el gas está muy caro, tenemos que hacer la lucha para bajar el precio del gas. Eso exige lucha de masa. De la misma forma, la izquierda abandonó la formación política. Las personas fueron engañadas por las mentiras de la campaña de Bolsonaro en WhatsApp. ¿Por qué? Porque no tienen discernimiento político para saber lo que es mentira y lo que era parte del juego. Eso solo se resuelve con formación política e ideológica, cuando la persona tiene discernimiento, conocimiento, para juzgar por sí misma y no esperar orientación de nadie.
Así como tenemos que potencializar aún más ese bello trabajo que ustedes hacen en Brasil de Fato, con la radio, periódicos, tabloides, internet se puede potencializar nuestros medios de comunicación populares. De hecho, la televisión dejó de pensar en la formación de opinión de las personas. Entonces, tenemos que construir nuestros medios de comunicación. Ahora es el tempo ideal.
Finalmente, tenemos que hacer un nuevo debate en el país sobre un nuevo proyecto soberano para una sociedad igualitaria y justa. Como la campaña de Bolsonaro se basó en las mentiras y en la lucha contra ellas, nosotros no discutimos el programa, no discutimos un proyecto estructural para el país. Ahora tenemos que recuperar ese debate y en los próximos meses y años, reconstruir una unidad popular entorno de un proyecto. Un programa de soluciones para el pueblo, porque del otro lado, del lado del gobierno, no vendrá.
*Por Brasil de Fato