Geografías de lo residual
«Los que abandonan esta herencia rompen su
espejo y caminan ciegos
por siempre, sin saber lo que son,
lo que fueron y a donde van».
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
Por Silvina Pachelo para La tinta
Llegar a La Matanza desde CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) no es nada fácil, menos a La Matanza profunda. El viaje es largo. Trenes y colectivos, aproximadamente dos horas, pero todo depende de las condiciones del tránsito. Leo en el viaje, llueven cadenas de whatsapp con las peores noticias del día. Mujeres que mueren por aborto clandestino y hoy son noticia porque la Ley no fue Ley, pero recién ahora nos ven, represión, toma de colegios, mueren maestros por falta de control en las instalaciones en esos colegios que hoy funcionan de contenedores de niños y niñas que llegan con hambre y frío.
La Escuela Pública debería ser la columna vertebral de un país, la prioridad, con fines puntuales donde la batalla cultural, ideológica, material. Son la llave de un futuro mejor y un porvenir más digno. “Caer” en la educación pública en peligro de extinción es entrar en conflicto directo con un Estado que se propuso deliberadamente aniquilar nuestro derecho a educarnos.
Esta Argentina duele
La Matanza que me toca transitar está abandonada, entre un pasado de conquista y usurpación, y un presente que no deja de recordarnos que somos equilibristas en un universo perverso y cínico donde nos queda una resistencia prolongada. La vista me sangra, registro el horror. «Sacar belleza de este caos es virtud», dice un tema musical en la radio y me debo ese esfuerzo. Llevo un anotador donde escribí todo para no perderme, porque esta geografía es nueva para mí.
La ruta que me ofrece “google maps” dice que baje sobre la ruta 3 km 35, a la altura de Virrey del Pino, pero no arroja referencias sobre el Barrio Nicole, que es al que debo llegar. Hablo con mis compañeras y dicen que me tengo que tomar un auto remis para entrar al barrio, de esos a los que no llega ni la ambulancia y te morís por pobre. En la jerga, lo llaman “barrio caliente” y que NICOLE refiere a una abreviatura de ni colectivos ni luz ni nada. Una de las referencias es que allí funciona el CEAMSE, ese mega proyecto basural de empresarios que no tienen que convivir cada día con esa contaminación constante y letal.
Existen zonas de La Matanza que no tienen comunicación con la realidad de otras locaciones, no la tiene. En el Barrio Nicole, la basura es parte del paisaje residual donde Dios aún no llegó a realizar su tarea, menos los proyectos inmobiliarios ni las cloacas ni el cemento. El peronismo intentó resolver el problema socioeconómico de estas clases postergadas, cuya columna vertebral se afirma en las clases más bajas, pero no alcanzó. El auto remis avanza por una calle de tierra, mierda y agua, con el miedo a enterrarnos porque los pozos son profundos y el conductor no es vidente.
El camino es un cementerio de basura. En el barrio, donde, como ya dije, funciona el CEAMSE, nadie recolecta la basura de donde juegan niños y niñas que, a la fuerza, les toca ese destino elegido y dirigido por hombres y mujeres de Poder, por malos gobiernos y que recrudece con el pasar de los días. Rememoro todos esos conceptos que fui aprendiendo, pero ninguno entra en concordancia con esta cruenta realidad.
La memoria hoy es un baluarte, es el esfuerzo más grande que tiene y debe tener un revolucionario. Sin memoria, no hay nada para adelante. Recuerdo los años cuarenta, en pleno colonialismo cultural, cuando las capas medias negaban a las capas bajas para no identificarse ni siquiera reconocerlas. “No hay en el mundo un sólo pobre diablo linchado ni hombres y mujeres torturados y torturadas en los que yo no sea asesinado y humillado”, decía Aimé Césaire y así me siento yo. Somos cómplices de esta naturalización, la batalla cultural fue insuficiente, desigual, la miseria humana de quienes nos gobiernan, de quienes dan la espalda, crece desmedidamente.
Camino, siento que mi espalda va encorvada, me siento mal, llego al sitio, las mujeres en su mayoría me esperan a mí y a otras compañeras con una sonrisa, mate y galletitas. Comienza el día laboral.
Mi tarea consiste en registrar con su DNI su identidad y de qué agrupación o cooperativa vienen, ya que depende de su asistencia la asignación que el Estado les deposita. Observo sus rostros respecto a su edad. Mujeres de 40 años que parecen de 60, pieles avejentadas por la tristeza, por el sol, por la mala alimentación, mujeres sin dientes, que fueron golpeadas en su mayoría y que la vida las arrojó a esta matanza. Estas mujeres tienen hijos e hijas que crían solas, a veces tienen un compañero, son mujeres que tienen otro cuero, tienen una resistencia animal, son mujeres que conservan un instinto de supervivencia excepcional que yo no tengo y ahí es donde veo la furia, el humano demasiado humano.
Hablando con ellas, me cuentan las desgracias que viven cada día, de no poder hacer las dos comidas básicas, de no tener un mango para comprar ropa y zapatillas a sus hijos/as, de caminar por la mierda hasta las rodillas cuando el barrio se inunda. Se me revuelven las tripas, las veo sonreír y jugar, porque las actividades incluyen el juego que yo no puedo jugar porque quedo imantada en esa imagen, de cuerpos fracturados por un sistema que nos atraviesa, a algunas más, a otras menos. Es un tema de mujeres porque en su mayoría son ellas las que sostienen sus casas, sus hijos/as, son las que alimentan, bañan y corren a la salita en la madrugada, tratando de que alguien las atienda. Una de las compañeras cuenta con el asco que la miran los porteños y porteñas cuando cruza a CABA. Se ríen de la situación todas, se ríen de ellas mismas, de sus ropas «feas», sus dentaduras deterioradas.
Quiero salir de ahí y gritar de bronca, porque tienen razón, porque el sistema es cruel con los y las que menos tienen. Ganó el blanco, el miedo, el servilismo, somos cómplices de esta estratificación racial, cultural y humana. El Subcomandante Marcos (EZLN) en Chiapas, lo explica en sus conferencias en las que habla de las dos muertes, la muerte real y la muerte del olvido.
Para cerrar la actividad, hacemos una ronda (mandala). El deseo de ellas es poder hacer algo por los demás, son mujeres que tienen comedores a pulmón, que cocinan y dan de comer a pibes y pibas ¡más pobres que ellas! La ronda consiste en agarrarnos de las manos, como símbolo de fraternidad. Juana llora, se emociona, tiene una enfermedad y tiene miedo de no ver a sus hijos/as crecer. Cada una nos debemos un elogio en el juego del mantra, me toca hablarles, se me hace difícil, tengo un nudo en la garganta.
Vivimos en un tiempo que fue creado por y para los de arriba, la ofensiva internacional del Capital Financiero es cruda, construye muros raciales, culturales y humanos. Nosotras y nosotros estamos pagando la humillación de quedarnos sin trabajo, sin educación, sin asistencia médica gratuita. Me animo a decirles (a decirme) que no pierdan sus espacios, porque nadie más que ellas, que nosotras y nosotros, podemos asegurarnos un lugar en la historia. Una rebeldía ética, sin entregar el poder a los poderosos, sin arrodillarnos como vencidos.
Hago una declaración de militante sin fronteras. Porque estas mujeres, este barrio, me identifican e inclino mi corazón por las mismas causas que ellas, que los que resisten y que no abandonan su lucha hasta la victoria siempre.
*Por Silvina Pachelo para La tinta.