Ceci Raspo: el arte es el transporte a un mundo maravilloso
La cantante y chelista cordobesa apuesta a las producciones culturales dedicados a niños y niñas, convidando espectáculos para toda la familia donde la música es, junto a una cuidada propuesta escénica, el motor para llegar a la magia y al disfrute.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Suena Latinoamérica en escena, suena la felicidad de hacer lo que apasiona. Tiene un vestuario que explota de texturas y colores. Hace bailar, con su pelo rojo fuego y el amor por la música -heredado de su familia sinfónica- a pequeños, pequeñas y no tanto. Congrega en sus realizaciones audiovisuales el trabajo de ilustradoras y artistas locales que estallan de creatividad.
Ceci Raspo es una de las referentes y embajadoras de la música infantil de nuestra ciudad. Junto Natalia Terán en flauta traversa, Nacho Martínez en guitarra y Pablo Blojas Rojas en percusión, recorre la provincia y el país con obras donde lo más importante es el encuentro con la cultura y con los y las demás.
Con Taracatun, su segundo disco solista en mano, la actriz y musiquera -que es parte del MOMUSI (Movimiento de Música para la Infancia) y del MOCILYC (Movimiento de la Canción Infantil Latinoamericana y del Caribe)- habló con La tinta para contarnos cómo ingresó al quimérico mundo del arte para la infancia, y qué propone en este nuevo disco que tendrá su presentación en el Teatro Real.
—Viniendo del mundo de la música de orquesta y academia…¿cómo fue que te decidiste a hacer música para peques?
—Yo vengo de familia de músicos clásicos, desde mi bisabuelos, y abuelos, que fueron fundadores de la orquesta sinfónica. Mis padres trabajaron ahí, mis hermanos también, y yo cuando me dediqué a estudiar, me mandaron a estudiar junto con mis hermanos al Conservatorio y a maestras particulares, que me enseñaron a tocar el violonchelo del cual egresé: soy profesora de violonchelo.
Pero a la hora de decidir en qué iba a trabajar, me incliné por hacer música para niños y dedicarme a la docencia. Fue, bueno, una gran decisión porque en mi casa no era esa la línea en la que esperaban que yo trabajara, pero fue una decisión muy importante, porque realmente sentía que esa área, esa rama del arte de dedicarse a la infancia, poca gente lo hacía. De hecho, todavía hoy poca gente se dedica a ese rubro y a mí realmente me apasiona, me encanta trabajar y hacer música para niños.
—¿A qué nos invita este nuevo disco?
—Taracatun es un disco que, a diferencia de mis discos anteriores, está dedicado especialmente a los niños de la primera infancia: esos pequeñitos de 0 a 4, 5 años y a sus posibilidades motoras a la hora de jugar. ¿Por qué digo esto? porque cada una de canciones invita a jugar desde los dedos, desde las manos, desde un baile que son pequeños saltitos, desde un repetir parte de la canción pero simples palabras, a modo de estribillos cortitos. Donde los niños de esa edad se encuentran realmente desafiados ante estas canciones que para los adultos son super simples, pero para ellos realmente significa una gran logro poder hacer lo que se les está pidiendo desde la canción. Es un repertorio seleccionado de canciones latinoamericanas de autores conocidos algunos, desconocidos algunos otros… canciones que son viejas, o nuevas, pero en todas dedicadas especialmente a los más chiquitos.
—Le das mucha importancia a lo visual: a tu ropa, a la gráfica… claramente tenés un gran laburo con otros y otras artistas: ¿cómo es eso de armar todo un espectáculo?
—Yo, en realidad, pienso mi trabajo como una integralidad, donde ofrezco al público lo que a mi me gustaría recibir de un artista. No sólo que las canciones sean lindas, y los instrumentos interesantes, y que las canciones estén afinadas, si no toda una propuesta escénica. A la hora de mirar lo que estoy presenciando -es distinto a un disco, por ejemplo, que puedo estar en mi casa cocinando y escuchando- estoy viendo a una persona que se dedicó especialmente a mí en este momento del espectáculo, donde yo le pagué una entrada, y entonces para mí, todas esas contemplaciones son importantes a la hora de referirme a mi público.
Por eso busco, no sé, pintarme el pelo de rojo y cortármelo de manera especial, para que tenga una cosa diferente. Para eso me alío con distintos ilustradores a la hora de pensar las gráficas de los discos. Para eso me junto con artistas plásticos que se dedican a hacer vestuarios y escenografías, y así… Siempre pensando en cordobeses ¿no?
Digo, como soy de salir mucho de la ciudad y de la provincia, busco que todo nuestro trabajo esté identificado con un toque particular de Córdoba, lo que hacemos acá. Entonces he trabajado con Daniel Marín, con la Gabriela Cavallone, con Luis Paredes, con Cundo, con distintas personas que se dedican a lo plástico, los colores, las formas, las figuras, que yo claramente no sé nada de todo eso y junto con ellos logramos cada una de las puestas, tanto escénicas como de los discos, que son otro mundo aparte.
—¿Por qué crees que todos los niños y niñas deberían acceder a disfrutar del arte?
—Porque el arte te transporta, por un momento y sólo por un momento, que va a ser efímero, a un mundo que es maravilloso.
No estás pensando en lo que pasa realmente, ni cotidianamente, ni lo que va a pasar después de que salgas de sala de teatro, ni antes de lo que pasó. Estás pensando y conectando, por ese rato, con un mundo irreal, mágico, y sobre todo -desde mi propuesta- a un mundo de placer. Entonces, es un momento en que podemos estar juntos, disfrutando de lo que hacemos. Por eso creo que es tan valioso hacer espectáculos para niños y ofrecérselos y en la medida de nuestras posibilidades, llegar a la mayor cantidad de niños posible.
Es verdad, es un momento efímero: se va a ir. Va a ser una hora, hora y media, pero esa hora y media puede ser maravillosa y realmente conmover, si lo logramos, a los niños y niñas y abstraerlos de la realidad que están viviendo, que puede ser fantástica, pero tiene eso de particular.
—¿ Cómo ves el momento actual en relación a las políticas en cultura?
—Lo veo como al resto de las cosas: creo que estamos en un momento de transición de un montón de cuestiones tecnológicas que nos empujan a cierto tipo de comportamientos, a cierto tipo de abstracción del compartir… creo que se apunta hoy desde lo tecnológico a la soledad frente a una computadora, frente a la televisión, frente a un celular que nos hace creer, nos hace ilusionar, que estamos acompañados de un otro que está del otro lado, chateando con nosotras, o mostrándonos una parte de un espectáculo o una canción. Y todo eso nos empuja a no compartir un concierto, un libro o una salida… mirarnos a los ojos o charlar entre nosotros.
Creo que estamos en un momento de transición, y todo eso no se si es malo o bueno, simplemente vamos para ese lado… y algunos renegados como yo todavía nos negamos a no mirarnos a los ojos, y a no hablarnos despacito, a no escucharnos y entendernos, y a no atendernos, y seguimos apostando a hacer espectáculos a donde invito, a no solo los niños, si no las familias que los acompañan a compartir un momento diferente.
Desde las decisiones más políticas, en cuanto a los ministerios de cultura y todo eso, creo que están desbordados por una cantidad de eventos de cosas que necesitan cubrir, una agenda con bajísimo presupuesto -casi nulo- y decidiendo pagarles a pocos artistas mucha cantidad de dinero, para ser convocantes. Jugándose poco por los artistas independientes que hacemos arte desde otro lugar, que tal vez cobramos menos, que capaz que convocamos menos, pero si también la gente no nos conoce es más difícil ¿no? Bueno, creo que hay mucho por evaluar en ese punto, creo que es difícil, pero una sigue apostando. Yo desde lo independiente a seguirle poniendo el lomo como siempre, como hasta ahora, como lo he hecho desde hace veintipico de años.
Y por lo otro, por la cuestión tecnológica, apostando a mirarnos y hablarnos clarito.
*Por Soledad Sgarella para La tinta.