Expiación: lo que fue y la belleza de lo que podría haber sido

Expiación: lo que fue y la belleza de lo que podría haber sido
28 mayo, 2018 por Gilda

Expiación, película dirigida por Raúl Perrone, «trae al presente el genocidio perpetrado por la última dictadura militar. Versión que resulta acuarela de clases, antes que diagnóstico político, anotada por los versos que lxs personajxs rezan, a veces lloran o dicen como si fuera su lengua, su manera de reír o de temblar ante el horror».

María Iribarren para Agencia Paco Urondo 

Todos los días, la muerte se parece un poco más a mí. A mi boca, a mis manos, a mis pies”, declara (apremia) una de las criaturas (¿hay más de una?) en Expiación, la película (nunca es la última película) que Raúl Perrone presentó en el BAFICI 2018. Es inexorable que el enunciado se incruste en algún lugar de lo que llamamos “el espectador”. Así empieza la experiencia Expiación.

El grupo de personajes es pequeño y poco importa la verificación parental que los vincula (si es que los vincula algún lazo concreto). Acaso dos mujeres y dos varones (¿espectros o sobrevivientes o abstracciones?) que habitan la idea de un arca profana y dividida en dos. Lo que fue (o quedó de lo que fue) un hogar, revisitado a través de la modestia de los actos familiares, sagrados, inútiles. Los cuatro van y vienen por el confort de otra época que persiste en los detalles del mobiliario, como si fueran esperpentos corridos de una obra de Beckett, después de deambular en bucle y en gerundio.

El otro ámbito es bastante más inhóspito e indeterminado, de no ser por la historia nacional que aturde al espectador con su resonancia simbólica y material, avivando la memoria de las crónicas escuchadas o leídas, así como las películas vistas, memoria de la imagen entonces que se restituye por efecto de la lírica del desastre. Se trata de una fábrica abandonada (según explicó el director la noche del estreno), desbordada de aguas (que si olieran, olerían mal), de sangre presumible y de cadáveres prematuros o su insinuación artificial. Algo de ese “paisaje” viene de Cínicos (el film de Perrone que será el primero de la “Trilogía del tiempo”, seguido por Cosini, aún en progreso).

Expiación es, por lo tanto, una película política en la que, el director argentino radicado en Ituzaingó, trae al presente (en el sentido de actualizar y de poner en acto) el genocidio perpetrado por la última dictadura militar (“la noche con su ruina de azufre”). Versión que resulta acuarela de clases, antes que diagnóstico político (aunque el diagnóstico no deja de penetrar la imagen), anotada por los versos que lxs personajxs rezan, a veces lloran o dicen como si fuera su lengua, su manera de reír o de temblar ante el horror.

Corrijo entonces:  Expiación es una película política y poética  (¿pueden escindirse en la obra de Perrone, la política y la poética sin dañar el resultado?), antes por el procedimiento continuo de evocación y fuga, de condensación y desplazamiento, que por los versos que la atraviesan, astillando la convención del relato. De todos modos, los versos salidos de la mano del Perro y de Damián Zeballos resultan categóricos. Poesía de la Historia, si se me permite, ensayo de la verdad (contra la tradición aristotélica), que sirve para radicalizar, incluso, el contraste entre lo que fue y la belleza de lo que podría haber sido (“También se me niega la simetría de los besos”).

Quizás sea oportuno aclarar que no hay belleza posible en el episodio histórico que Expiación descompone. No podría haberla y no es ése el proyecto de Perrone (cuya poesía visual abona una forma de la crítica social que se emparienta aquí con la de Pasolini en Teorema). Tampoco hay belleza en la evocación de los crímenes cometidos. Ni en el verbo que nombra la película ni en los designios personales que pudiera motivar.

En cambio, hay maestría en la cámara que Perrone (ése que, en 2013, emergió del fondo de la historia del cine para reconfigurarla) hace balancear entre la escopeta y el pincel. Cine-ojo en modo “ensayo poético” que dibuja el fragor sistemático de los asesinos, la órbita generacional de su matanza y la complicidad de lxs que, aún hoy, sostienen la devoción y la fe, la familia y la propiedad privada.

Como en Cínicos y Cumparsita, en Expiación Perrone organizó una escena compleja, sembrada de signos que anclan su sentido en el territorio del dolor y de la ausencia. No hay fuga ni purificación. No hay datos precisos. La verdad (lo que fue, lo que queda o lo que ya no será) puede (podría) asomar en el montaje de las imágenes con la poesía. Es decir, en todo caso, en los ojos del espectador.

*María Iribarren para Agencia Paco Urondo.

Palabras claves: Cine, Expiación, Raúl Perrone

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