Venezuela: apuntes urgentes sobre la coyuntura
Este domingo en Venezuela las urnas definen la continuidad del chavismo en el gobierno, en medio de una profunda crisis económica y el injerencismo de Estados Unidos.
Por Neirlay Andrade (desde Caracas) para La tinta
Contemplar desde lejos y estudiar de cerca es el modo de análisis que José Rafael Pocaterra le atribuía a Simón Bolívar. Veamos pues qué hay en la línea de horizonte sin perder de vista las vicisitudes más cercanas; en otras palabras: atendamos al sistema de contradicciones que actúan en Venezuela.
Para darle una justa dimensión a las venideras elecciones del 20 de mayo hay que volver la vista a 2008, cuando estalla la más reciente crisis global del capitalismo. La gravedad de esta crisis nos permite comprender la agudeza de la ofensiva que han desatado las potencias imperialistas contra los pueblos que luchan por su definitiva emancipación.
Ni el más reputado ideólogo de la burguesía ha podido devolverle la sonrisa a un sistema que había proclamado el triunfo definitivo del mercado apenas hace tres décadas. Todos los pronósticos son nefastos e incluso los más optimistas apenas hablan de un crecimiento débil cuando no echan mano de figuras retóricas próximas al oxímoron como, por ejemplo, el famoso “equilibrio inestable”.
La tendencia a la caída de la tasa de ganancia es más que evidente y como fue advertido desde hace más de un siglo, las fuerzas productivas bajo el yugo del capital no pueden devenir sino destructivas. Como bien han alertado autores como Iñaki Gil de San Vicente, “la civilización burguesa vive de prestado, devorando el futuro”.
Esta brevísima descripción es el tétrico telón de fondo para el soliloquio sordo del capital trasnacional que aparece en una delirante escena marcada por un aparente sinsentido, pero que al contemplar de lejos (recordemos nuevamente a Bolívar) cobra un perverso orden: asistimos a la cruzada global de las clases dominantes para recuperar la tasa de beneficio. Este es el hilo secreto que vincula la salvajada contra Siria, la amenaza de guerra comercial entre Estados Unidos y China y, desde luego, la agresión contra el proceso venezolano.
Ofensiva imperialista
Sí, estamos en guerra; las elites quieren -una vez más- hacer pagar a los trabajadores la crisis y no han escatimado en afinar sus armas (la sobreexplotación y reducción de salarios son algunas de ellas).
Pero esta contradicción (fundamental) entre el capital y el trabajo no es la única. En el propio seno del imperialismo se desarrollan confrontaciones entre fracciones por hacerse con el control de enclaves comerciales y fuentes de energía. Allí se sitúan las disputas entre Estados Unidos-Unión Europea (UE) y Rusia-China. Y aquí también está Venezuela, con su clarísimo papel de proveedor de petróleo en la división internacional del trabajo; Venezuela, con un agotadísimo modelo rentista; Venezuela, en el centro de la caída global de los precios de las materias primas; Venezuela, cercada por el avance de la reacción en Nuestra América.
A partir de 2014 se desató un recrudecimiento de la ofensiva imperialista contra el proceso de cambios en el país. En marzo de 2015, el ex presidente Barack Obama declaró a la República Bolivariana como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional estadounidense.
Un año más tarde, el Citibank (filial de Citigroup) decidió unilateralmente cerrar las cuentas del Banco Central de Venezuela con el objetivo de obstaculizar los pagos de deuda externa del país y boicotear las importaciones estatales de alimentos y productos de primera necesidad. Simultáneamente, las principales calificadoras de riesgo (Standard and Poor´s, Moody´s y Fitch) declararon “basura” los bonos soberanos, aun cuando el gobierno nacional ha pagado oportunamente la deuda.
En agosto de 2017, Donald Trump amenazó con el uso de fuerza militar norteamericana; ese mismo mes, el mandatario impuso una orden ejecutiva en la que se prohíbe “realizar transacciones con títulos de deuda y acciones emitidos por el gobierno venezolano y su compañía petrolera”.
Entendiendo que más de 80% del ingreso por exportaciones proviene de la venta de petróleo, estas sanciones financieras han implicado un duro golpe a la importación de alimentos y medicinas.
Además, las acciones dirigidas a asfixiar al pueblo venezolano incluyen el bloqueo de las líneas de crédito de PDVSA y su filial en Estados Unidos, CITGO. A esta retahíla de agresiones se suma la reciente orden ejecutiva de Trump para neutralizar la criptomoneda venezolana, “El Petro”, y los contantes llamados a la insurrección militar hechos por figuras del Partido Republicano con el aplauso de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que centró su accionar político en promover la intervención extranjera para “salvar” al pueblo de la “crisis humanitaria”.
El cuadro interno (apuntes)
Ahora veamos de cerca lo que ocurre en Venezuela en esta disputa por el poder político y a sabiendas de que, si bien es cierto que las causas externas condicionan los cambios, en definitiva son las causas internas la base de tales cambios:
1- El reformismo tocó techo (tal y como ha sucedido en el resto de América Latina); la lucha anti-neoliberal no devino lucha anti-capitalista y hoy en día el poder económico está en manos de los enemigos de la liberación del pueblo venezolano.
2- La revancha de las clases dominantes contra el insolente pueblo venezolano es a muerte; no está en juego un cambio de gobierno sino aniquilar cualquier vestigio de ideario emancipador.
3- Hay una falsa cruzada contra el rentismo que no se materializa en un decidido plan nacional de desarrollo productivo; al contrario, las importaciones crecen de manera exponencial.
4- El salario ha sido pulverizado por una consolidada tendencia de bonificación agravada por el alza (casi a diario) de los precios de los productos, especialmente alimentos.
5- La precarización de las condiciones de vida del pueblo ha conllevado a un estancamiento del activismo político en los sectores populares y deslizamientos hacia la derecha.
6- Las denuncias de corrupción e ineficiencia en empresas del Estado son contrarrestadas con retaliaciones y acoso laboral, mientras el fantasma de la reprivatización se cuela en el discurso de algunos altos funcionarios.
7- La negativa del partido de gobierno a construir una verdadera alianza política con los sectores patriotas y revolucionarios se ve contrastada por los numerosos intentos de pactar un “acuerdo nacional” con las fuerzas de la reacción.
¿Encrucijada o callejón sin salida?
Impedir que la reacción tome el poder político y mantener la unidad de las fuerzas patrióticas en defensa de la soberanía son cuestiones de primer orden. Así lo han entendido las fuerzas políticas y sociales que hoy impulsan la candidatura de Nicolás Maduro a la reelección.
Pero además de la cuestión nacional está el asunto de fondo: el drama que vive el pueblo en esta guerra sin cuartel. Las elecciones del 20-M han sido presentadas por algunos analistas como una encrucijada, pero no es cierto: el proceso de cambios en Venezuela no está en un cruce de caminos, sino en un callejón sin salida. ¿Cómo conseguir una salida en un callejón sin salida? Esto no es un juego de palabras; la respuesta a esta cuestión es decisiva: no hay salida en un callejón sin salida (eso lo sabemos), así que no queda otra que desmontarlo ladrillo por ladrillo. En otras palabras: solo un decidido paso al frente en favor del pueblo y sus intereses (y no hablamos de las migajas lanzadas mes a mes) puede preservar el proyecto bolivariano de los embates de la crisis capitalista y abrirle perspectivas nuevamente a las aspiraciones populares.
*Por Neirlay Andrade para La tinta