Presente brillante, futuro sin límites
Por Christian Jurmussi para La tinta
Brandon Paak Anderson nació hace 31 años en Oxnard, California. Vio a sus padres entrar en prisión y llegó a quedarse literalmente en la calle junto a esposa y su hijo. Decidió firmar con un punto por delante de su apellido –.Paak- como una manera de recordar los detalles y el camino recorrido.
Gran parte de su exitoso presente ha tenido que ver con su participación en el fantástico disco de Dr. Dre, aunque lo cierto es que su actual momento de expansión está marcado por el lanzamiento de su segundo disco, Malibu, que deja entrever mimbres de artista con un futuro muy interesante por delante. Anderson .Paak publica este álbum en la mejor coyuntura posible para su música, con otros nombres californianos como Thundercat, Lamar o Flying Lotus, reivindicando el pasado de la música de color estadounidense.
Como cualquier búsqueda en Internet les mostrará, .Paak fue baterista en la banda de la iglesia local a la que acudía su familia, cuidó una plantación de marihuana, trabajó como ayudante de estudio y publicó un primer disco en 2012 bajo en alias de Breezy Lovejoy.
Pero no cabe duda de que no fue hasta que Dr. Dre le echó el ojo que sus planetas se alinearon y pusieron la maquinaria en marcha. Hasta que eso ocurrió, .Paak había publicado el EP de versiones Cover Art o ese suculento álbum -más rap que Malibu– titulado Venice, junto a amigos como Tokimonsta. A partir de la colaboración con Dre las cosas se aceleraron.
A lo largo de 2015, .Paak grabó junto a artistas como The Game, King Chip o Busdriver, al tiempo que se sumergía en la gestación de Malibu, un disco que aparece en el momento y lugar ideales para servir de trampolín definitivo hacia el público estadounidense.
De vez en cuando se habla de Anderson .Paak como de un ídolo surgido de la noche a la mañana, pero en realidad este rapero y cantante de la Costa Oeste lleva casi una década trabajando con empeño y amor. Solo así se puede entender su dominio en todo lo que se pueda imaginar: .Paak pasa del ‘flow’ más atlético a un exquisito susurro rockanblusero -a veces dentro de una misma canción- como quien se ata los cordones. Toca la batería como un animal y enamora al público con sus bailes (la lista de cualidades sigue…).
De espíritu old school y talante moderno, refinada pero nunca ostentosa, su impecable producción conjura una bacanal de grooves negros y veraniegos que se funden en un pegajoso huracán de R&B, hip hop, funk, rock y música disco.
Tendremos la oportunidad de disfrutar de él por partida doble en Argentina: el miércoles 14 de marzo en Niceto Club y el 16 de marzo en la primera jornada del Lollapalooza. Ahorren, vale la pena.
*Por Christian Jurmussi para La tinta