Crónicas Marcianas, historias sumergidas en los misterios del alma
Por Manuel Allasino para La tinta
Escritas en 1940 por Ray Bradbury, Crónicas Marcianas reúne relatos de la colonización de Marte por parte de la humanidad que abandona la Tierra en sucesivas oleadas y sueña con reproducir en el Planeta Rojo una civilización de perritos calientes, cómodos sofás y limonada en el porche al atardecer. Pero los colonos también llevan en su equipaje las enfermedades que diezmarán a los marcianos y mostrarán muy poco respeto por una cultura planetaria, misteriosa y fascinante.
Jorge Luis Borges en el prólogo expresó: “¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo <fantástico> o a lo <real>, a Macbeth o a Raskolnikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión a Marte. ¿Qué importa la novela, o la novelería de la science – fiction? En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street. Acaso La Tercera expedición es la historia más alarmante de este volumen. Su honor (sospecho) es metafísico; la incertidumbre sobre la identidad de los huéspedes del capitán Jhon Black insinúa incómodamente que tampoco sabemos quiénes somos ni cómo es, para Dios, nuestra cara (…)”.
Crónicas Marcianas, está considerada una de las obras cumbres de Ray Bradbury. Algunos de los relatos se leen como ingeniosas historias de ciencia ficción clásica, mientras que otros tienen muchos elementos psicológicos. Es importante resaltar, que no hay una línea argumental lineal, sino acontecimientos y anécdotas diversas que dan cuenta del proceso de colonización de Marte. Sobrevuela siempre una visión negativa del ser humano. Ni siquiera en Marte podremos escapar de nuestras miserias, ya que las llevaremos con nosotros.
“Febrero de 2002. Las langostas. Los cohetes incendiaron las rocosas praderas, transformaron la piedra en lava, la pradera en carbón, el agua en vapor, la arena y la sílice en un vidrio verde que reflejaba y multiplicaba la invasión, como espejos hechos tizas. Los cohetes vinieron como langostas y se posaron como enjambres envueltos en rosadas flores de humo. Y de los cohetes salieron de prisa los hombres armados de martillos, con las bocas orladas de clavos como animales feroces de dientes de acero, y dispuestos a dar aquel mundo extraño una forma familiar, dispuestos a derribar todo lo insólito, escupieron los clavos en manos activas, levantaron a martillazos las casas de madera, clavaron rápidamente los techos que suprimirían el importante cielo estrellado e instalaron unas persianas verdes que ocultarían la noche. Y cuando los carpinteros terminaron su trabajo, llegaron las mujeres con tiestos de flores y telas de algodón y cacerolas, y el ruido de las vajillas cubrió el silencio de Marte, que esperaba detrás de puertas y ventanas. En seis meses surgieron doce pueblos en el planeta desierto, con una luminosa algarabía de tubos de neón y amarillos bulbos eléctricos. En total, unas noventa mil personas llegaron a Marte, y otras más en la Tierra preparaban las maletas…”.
En los distintos relatos encontramos ciencia ficción poética, surrealista e introspectiva, y quizás también, al mejor Bradbury. El dominio del lenguaje y la fértil imaginación hacen de Crónicas Marcianas un libro apasionante.
“Noviembre de 2005. Fuera de Temporada. Sam Parkhill, armado de una escoba, barría hacia afuera la arena azul de Marte. –Y bien –dijo-. Mira eso –y señaló con la mano-. Mira ese letrero: Salchichas calientes de Sam. Es hermoso, ¿no es cierto, Elma? –Sí, Sam –dijo Elma. –Dios, ¡qué cambio! ¡Si los muchachos de la cuarta expedición me vieran ahora! Es bueno tener un negocio mientras todos los demás andan todavía armas al hombro. Ganaremos millones, Elma, ¡millones! Elma lo miró largamente, en silencio. -¿Qué fue del capitán Wilder? –preguntó al fin-. El que mató a aquel hombre que quería acabar con todos los terrestres, ¿cómo se llamaba? –Spender. Un chiflado, un extravagante… ¿El capitán Wilder? Me dijeron que partió para Júpiter. Sí, se lo quitaron de encima con un ascenso. Me parece que Marte lo dejó un poco trastornado también. Quisquilloso, ¿comprendes? Volverá de Júpiter y Plutón dentro de unos veinte años… Si tiene suerte. Eso es lo que ha conseguido abriendo la boca. Y mientras él se muere de frío, ¡mírame, mira este sitio!
Dos carreteras muertas desembocan en aquella encrucijada, perdiéndose luego en la oscuridad de la noche. Allí había construido Sam Parkhill una casa de chapas de aluminio de brillo enceguecedor, sacudidas ahora por la música del fonógrafo automático. Sam Parkhill se inclinó y enderezó los vidrios rotos que bordeaban el sendero. Había sacado los vidrios de unos viejos edificios marcianos de las colinas. – ¡Las mejores salchichas de dos mundos! ¡El primer hombre en Marte con un quiosco de salchichas calientes! ¡Las mejores salchichas, los mejores pimientos y la mejor mostaza! No dirás que no soy un hombre emprendedor. Aquí las carreteras, allá la ciudad muerta y las minas. Los camiones de la colonia terrestre Ciento Uno pasarán por aquí las veinticuatro horas del día. ¿No he elegido bien el sitio? Elma se miraba las uñas. -¿Tú crees que esos diez mil nuevos cohetes llegarán a Marte? –dijo al fin. –Dentro de un mes- afirmó Parkhill- ¿Por qué pones esa cara? -No confío en los terrestres. Creeré cuando vea llegar esos diez mil cohetes, con eso cien mil mexicanos y chinos a bordo. –Clientes –dijo Parkhill con aire soñador-. Cien mil individuos hambrientos. –Si antes no estalla una guerra atómica –dijo Elma lentamente, alzando los ojos al cielo. Desconfío de las bombas atómicas. Hay tantas en la Tierra que no se sabe qué puede pasar. –Ah –dijo Sam, y siguió barriendo (…)”.
Ray Bradbury, también se permite en algunos relatos, hacer guiños a otros autores. Por ejemplo en «Usher II», hace una cita del comienzo del cuento “La caída de la Casa Usher” de Edgar Allan Poe: “durante todo el día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher”. En “Aunque siga brillando la luna”, le dice a H.G Wells que ocurrió lo mismo en Marte. Aunque en este caso, los invasores fuimos los humanos.
Crónicas Marcianas es un camino que hay que recorrer, es un viaje lleno de colores y sabores que tenemos que disfrutar como lectores. Estas historias, aparentemente sencillas, sirven de excusa para que Bradbury se sumerja en los misterios del alma humana y desarrolle una de las hazañas más apasionantes de la humanidad.
*Por Manuel Allasino para La tinta