No habrá más penas ni olvido, se mata y se muere invocando a un Ausente
Por Manuel Allasino para La tinta
No habrá más penas ni olvido es la segunda novela del escritor y periodista Osvaldo Soriano. El título proviene del famoso tango de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel: “Mi Buenos Aires querido” (Mi Buenos Aires querido / cuando yo te vuelva a ver/ no habrá más penas ni olvido). Fue llevada al cine por el director Héctor Olivera en el año 1983 con el mismo nombre.
Soriano relata la lucha interna en la localidad de Colonia Vela entre peronistas de izquierda y peronistas de derecha. En el prólogo de una de las tantas reediciones, José Pablo Feinmann describe que en esta novela “pareciera que hay buenos y hay malos. Pareciera que los malos se quedan con la victoria de la batalla y los buenos con la pureza del alma. Pero hay algo demasiado incómodo. Todos, buenos y malos, creen en lo mismo. Luchan por un ideal que se resume en un solo nombre. El de Perón, el del Ausente”.
Interesadamente, muchos creen que la novela fue escrita durante el exilio, pero el autor ha recalcado muchas veces que sólo fue publicada durante su exilio en Europa y que fue escrita cuando todavía vivía en Argentina. “Escribí No habrá más penas ni olvido en el ’74. Y la escribí acá, aunque muchos creen que fue durante el exilio. (…). Yo estaba muy sensibilizado por lo que ocurría en el país. Todo esto, que tiene explicaciones políticas, a mí me parecía poéticamente siniestro. Y me pareció un material interesante para trabajar (…)”.
. La Argentina de los años setenta es el escenario y trasfondo de una de las novelas más exitosas y políticamente directas de Osvaldo Soriano. Mediante el uso de una narración y un diálogo sumamente gráfico y recursos asociados con el humor negro, Soriano logra una tragicomedia que apela a diversas emociones. La novela comienza con acusaciones políticas contra Ignacio Fuentes, el delegado municipal de Colonia Vela, y su asistente Mateo. No son claras, no se sabe exactamente por qué existen esas acusaciones ni quiénes las han promulgado, pero el ambiente descrito es el de una gran corrupción y división política. A su vez, Fuentes y su administración son acusados de ser infiltrados marxistas haciéndose pasar por peronistas. El responsable de “limpiar” el gobierno municipal de elementos “rojos”, es el Secretario Suprino, que también se considera peronista pero, obviamente, de otra índole. Así, rápidamente se configuran dos grupos de combatientes, el de Ignacio Fuentes y el de Suprino.
“Che, Guzmán- dijo el comisario por lo bajo, con una sonrisa de complicidad. -¿Qué? – ¿Te acordás cuando eras gorila? –Vamos, nunca fui gorila. No era peronista y ahora sí, porque Perón se hizo democrático. Esa es la verdad. Suprino y Reinaldo llegaron en un Torino que se detuvo lejos del fuego. Se acercaron Llanos y Guzmán. -¿Qué pasa? –preguntó Suprino. –Ignacio se retobó –dijo el comisario. Suprino miró la hoguera que crecía sobre los vehículos y escupió con fuerza. –Bueno, la cagada la hizo él. Hablé con el intendente y me dijo que manda diez civiles más. Arriba quieren que el trabajo se haga rápido y limpito. Los pibes terminan esta noche y a la mañana se van a Mar del Plata. Eso sí, tenemos que mostrar algunos policías lastimados. Para los periodistas. -¿Y cómo? –Mandalos a atacar el edificio. Los van a balear. –Mandarlos al muere, decís. –No es para tanto. Con algún herido estamos hechos. Les voy a dar la orden de parte tuya”.
La novela se divide en dos capítulos, el segundo tiene una cita de Césare Pavese: “Con amor o con odio, pero siempre con violencia”. Colonia Vela, es siempre el sitio donde se suceden los hechos. Cerca de Tandil, este pequeño poblado es testigo de la intensa lucha entre los peronistas de izquierda y peronistas de derecha.
No hay pausas que aburran al lector mientras se relata la sublevación del delegado que enfrenta al poder policial y luego, al propio intendente de Tandil.
“Suprino estacionó el coche en la banquina. Apenas llovía y el sol se filtraba entre los abiertos nubarrones. Miró al intendente. No podía ir con él al comando del ejército. Estaba demasiado asustado y era un débil. Un politiquero flojo. Encendió la radio. Un boletín especial informó sobre los sucesos en Colonia Vela. La policía federal había enviado tropas para restaurar el orden alterado por elementos extremistas alentados por el delegado municipal. Las últimas informaciones señalaban que habría un muerto. -¡Un muero! –Suprino no pudo contener una carcajada -. ¡Tu amigo se va a querer cortar las bolas! El intendente tardó un instante en comprender. -¿Quién? –Tu amigo. El asesor de Perón. En la radio cantaba Gardel. -¿Y vos? ¿Qué le vas a vender a los milicos? Suprino lo miró. Pensó otra vez que Guglielmini era un idiota. –Nada, no necesito venderles nada. Ellos tienen que meterse a la fuerza. No les queda más remedio. Detrás de la Federal van ellos”.
Acción vertiginosa, diálogos apretados y chispeantes, y un estilo rápido, seco y tragicómico hacen de esta novela una lectura verdaderamente apasionante.
José Pablo Feinmman se preguntaba y se respondía: “¿Cómo narrar una guerra en la que todos se matan y mueren invocando a un Ausente? Sólo Soriano supo hacerlo (…) como si corriera. Porque perseguía hechos escurridizos. Y sabía que, sí uno solo de ellos se le escapaba, no lograría reflejar cómo fue posible que un peronista muriera por la exacta, idéntica causa por la que él mataría a ese otro peronista que ahora estaba matándolo”.
*Por Manuel Allasino para La tinta