“Escribir es como seducir a una persona”
Cine, música y literatura. Por estos tres caminos transita en esta entrevista Leo Oyola, autor de Kryptonita, Chamamé y Hacé que la noche venga, entre otras novelas, y guionista de la serie “Nafta Súper”, quien participó en el ciclo Escritores en Casa, organizado por la Escuela de Letras de la FFyH.
Por Pablo Giordana para Alfilo
En el oeste está el agite. Leonardo Oyola lo sabe bien. De chico caminó las calles de tierra de Isidro Casanova, la localidad del partido de La Matanza donde nació, se crió y se curtió. Allí transcurren muchos de sus relatos en tono autobiográfico, como los que recopiló Evaristo Editorial en su último libro Nunca corrí siempre cobré, una serie de textos publicados previamente en diarios, revistas, antologías y páginas web de Argentina, Uruguay y España. “El far west para vos siempre va a ser la ele que forma el camino que recorrías una y otra vez de Casanova a Morón. Y de ahí, y en el Sarmiento, todas las estaciones, en cada uno de esos pueblos del Oeste, tenés por lo menos una anécdota. Sí, sí. No te hagas el otro. Porque cuando evocás, a la hora de escribir, tus historias siempre fueron gestadas allá. Así no recuerdes bien la noche o la siesta en la que empezó el coqueteo con lo que vas a contar. Así te hayas olvidado la verdadera razón por la que arrancó el tiroteo”, apunta en ¿Así que te querés hacer el forajido?, una de sus narraciones incluida en ese libro.
Pero La Matanza dio origen también a los personajes de Oyola más conocidos: la banda del Nafta Súper. El Pini (Nafta Súper) es un ¿delincuente? fanático de Carozo y Narizota que es buscado por la policía y principalmente por su archienemigo: el Cabeza de Tortuga. A este Súperman del conurbano lo llevan herido al Hospital Paroissien los demás miembros de la banda: el Ráfaga, Lady Di, la Cuñatai Güirá, Juan Raro y El Faisán. Esa noche será inolvidable para el nochero de turno, el Doctor González (El Tordo) y la enfermera Nilda.
Estos seres extraordinarios viven en Kryptonita. La novela que publicó Leo Oyola en 2011 y que fue elegido como libro del año en una encuesta organizada por la librería Eterna Cadencia. Posteriormente fue llevada al cine por Nicanor Loreti en 2015 y vista por más de 120 mil espectadores. Después de este éxito, Loreti y Oyola se embarcaron en la creación de la serie Nafta Súper, una secuela de la película, producida por la cadena Turner y emitida por el canal Space en 2016, donde participó como guionista.
Además, el escritor bonaerense publicó los libros Santería y Sacrificio para la colección Negro Absoluto dirigida por Juan Sasturain, “Siete y el tigre harapiento” (tercera mención del Premio Clarín de 2004), “Hacé que la noche venga” (revelación 2008 en la Revista Ñ), “Bolonqui”, “Gólgota” y “Chamamé” (Premio Dashiell Hammett al mejor policial en la XXI Semana Negra de Gijón).
Oyola, junto a Liliana Escliar y al ecuatoriano Alfredo Noriega participaron el 13 de septiembre en el segundo encuentro del año del ciclo Escritores en Casa, organizado por la Escuela de Letras de la FFyH, titulado “Narrar la muerte en la literatura y el cine negro”.
—En tus novelas hay mucho cine, desde las citas que elegís para empezar los libros hasta el propio lenguaje de las obras, ¿cómo es tu relación con el cine, primero como espectador y después ya como guionista de una serie de televisión?
—Empieza de muy chico, con la televisión en la casa de mis viejos. Mi papá laburaba mucho, mi vieja también y cuando veían algo les ganaba el cansancio enseguida, se iban a dormir y ya era medianoche. Había varios ciclos de películas de trasnoche: Kenia Sharp Club, Trasnoche Aurora Grundig, y me quedaba viendo. Yo aguantaba, mi hermano a veces se quedaba dormido. Y no sabía que estaba viendo ahí cosas que ya eran clásicas.
—Pero entonces tu experiencia es más con las películas que pasaban por la televisión que por el cine.
—Sí, porque en ese momento el cine era privativo. Además yo agarro una época del retroceso del cine, cuando aparece la videocasetera y también la hiperinflación. Pero cuando ibas a los cines era como un gran evento. El cine en el conurbano era doble programa y pasaban películas que no se habían estrenado esa semana sino un par de meses atrás. Era todo muy diferente. Esos cines desaparecieron o terminaron en templos evangelistas. Entonces lo básico era la tele. Una noche podían pasar una película como “Frankestein debe morir” y yo en ese momento no tenía el bagaje de que era la Hammer Horror Films, otra noche un western y la tercera “Ladrón de bicicleta”, de Vittorio De Sica. Me acuerdo que fue la primera película que me hizo llorar mal, porque era en blanco y negro, a finales de la década del 40, en Italia, pero era así en ese momento acá. Y hoy sigue siendo también. Cuando empezás a escribir, lo que nos decía Laiseca era que volvamos a esa época, que pensáramos en quienes éramos, las historias que nos conmovían, las que nos asustaban y las que nos divertían, y aparecen inevitablemente todas esas trasnoches.
—¿Tu género favorito es el western? Me parece que en tus obras se nota esa influencia
—Sí, sí, es mi género favorito. Cuando tuve una edad en la que empezás a rever películas y buscarlas, fui a eso. También cuando tuve un poquitín de plata empecé a comprar los DVD y ahora los bajo en HD. En los westerns que han restaurado son increíbles las nociones que tenían de fotografía. Se crea el plano americano para los westerns, para que se vea el detalle de las cartucheras y las pistolas. Es impresionante. Si bien son reiterativos en cuanto al argumento general, cuando tocan la humanidad de los personajes, son increíbles.
—A la hora de crear la historia, tenés la anécdota y después vas creando las situaciones y personajes o cómo es tu experiencia
—Todo es muy diferente. Yo me forjé en un taller literario, cuatro años con Alberto Laiseca. Durante el primer año trabajé con relatos, con consignas, y después me animé a empezar con las novelas, pero me dio un training no sólo para sentarme y escribir sino muchas veces para poner primera, y para eso es bueno que te den una consigna. Después, cuando estás solo empezás a coquetear. A la hora de empezar a escribir es como seducir a una persona. Pensás a quién querés capturar. Con quién querés pasar esta noche con esta historia. Pero si estamos acá charlando, es porque antes estuve con Lai.
—¿Te gusta más el cuento o la novela?
—Me considero más novelista. Me cuestan muchísimo los cuentos y cuando me han salido cuentos de los que estoy muy orgulloso fue mucho, mucho tiempo y muchas versiones previas. En la novela, si bien después corregís, podás, sacás capítulos enteros y rescribís, me gusta la convivencia con eso porque yo siento que termino de conocer más a los personajes. También pienso que estás contando vidas y en la novela de una vida que va a tener 50 años vas a contar 15 o 20, un tramo. En un cuento, por ahí vas a contar un día. Entonces, mientras sea más acotado es más difícil para lograr potencia narrativa e imponer la historia.
—Y de los personajes que creaste, ¿cuál es el que más te gusta?
—Lady Di de Kryptonita y el Emoushon de la saga de Santería, son mis personajes más queridos. Cuando Lay Di apareció en Kryptonita me cerró todo.
—¿Sentís algún tipo de presión al laburar con una editorial comercial? Es decir, si firmás un contrato para editar una determinada cantidad de libros, ¿crees que eso atenta contra la calidad de la historia que querés contar?
—Lo que vas aprendiendo en esto es que vos te tenés que sentir bien con el texto. Punto. Lo que llegue o no. A mí me gustaría estar escribiendo más rápido como al comienzo, pero creo que por la cantidad de libros que ya tengo me voy cuidando un montón de no repetirme, me vienen más inseguridades, no tengo tanta energía como antes, entonces te vas cuidando. Los escritores damos muchas vueltas porque tenemos mucha inseguridad. Me costó mucho encontrar el tono de Kryptonita, y la entregué casi dos años después de la fecha que figuraba en el contrato, pero mi editora me bancó porque me dijo: vos estás corriendo un riesgo, es la novela de Leo Oyola que nadie está esperando. Es el libro mío que más vendió y posiblemente sea por el que siempre me recuerden.
—¿Te molesta eso?
—No. Te tenés que amigar con eso porque si no cagaste. No se puede ser gata flora en eso. Creo que tuve suerte y no podes desestimar la suerte. He leído manuscritos increíbles, de gente que son escritores hechos y derechos y que aún permanecen inéditos y no por decisión propia, sino porque están esperando algo y no se da. Hay muchos caminos para llegar, pero si vos de entrada estás buscando un atajo, cagaste. Vos lo que tenés que buscar es quedar conforme con la historia. Yo aprendí mucho escribiendo Kryptonita. Me parece que eso está genial y no me molesta para nada. Y entiendo el juego de que tenga que salir Chamamé con la faja que dice “del autor de Kryptonita”, con el mismo tamaño que mi nombre. Lo re entiendo. Sí me pone de las crenchas el precio. No puede estar a 400 mangos. Es un precio privativo.
Hacete la película
“Cuando Nicanor compró Kryptonita para hacerla en el cine y tuvimos la oportunidad de hacer la serie nos juntamos para hacer las cosas que nos hacían felices ver a nosotros. Nos contrató la Turner y Space para hacer la serie, basado en algo que yo cree pero también en algo que ellos también querían, y nosotros pensamos qué queríamos que se viera, como si fuéramos unos chicos. Entonces fue divertirse. Así que hicimos una lista de lo que queríamos. Por ejemplo, él quería una pelea anormal en una moto porque le encantaba la escena de Operación Cacería con Van Damme cuando choca de frente con la moto, yo le decía que quería aunque sea un bazookazo, porque hay una serie de películas de los 80 que terminan todas iguales: Chuck Norris o Charles Bronson se ponen la bazooka al hombro y le dan ¡Pam! Y se hace mierda todo. Tenés como seis películas que terminan igual. Fue una experiencia festiva desde ese lado”, cuenta Oyola en relación a la adaptación que hizo Nicanor Loreti de su novela.
—Sin embargo no participás en el guión
—No, lo adaptó un guionista que se llama Camilo de Cabo. El asunto es que yo en ese momento perdía guita con no hacerlo, pero Claudia Piñeiro me dio un consejo que para mí fue muy sabio y me dijo que en base a su experiencia, no lo hiciera. Siempre atiendo mucho a los colegas, porque han venido con la mejor. Porque yo puedo haber creado Kryptonita, pero obviamente la película es la visión de su director. Vos leés un libro y te hacés tu propia película. Entonces la polémica de que si te gustó más el libro o la película, o que la peli no está a la altura de la novela tiene que ver con eso, así que después estás a las puteadas porque sacaron tal parte o el casting de actores.
De todas maneras, Corona (un detective con aires al Guasón) no podía ser otro que Diego Capusotto.
Para nosotros fue genial, aparte Capu nos dijo: “Me llego a enterar de que otro lo hace y se arma” y vos decís: Violencia Rivas salió de algún lado y este te rompe el rancho. Tiene mucho rock and roll ese. Ahora me pasa que cuando voy a leer Kryptonita a escuelas o unidades penitenciarias, ya los leo y los escucho a ellos, a los actores, porque fue muy fuerte lo que hicieron, pero todo el equipo no sólo los actores. Las chicas de vestuario, de arte, como los personificaron. Fue maravilloso.
—¿Ponerle Corona al personaje del Guasón fue un guiño para Jorge?
—Sí, de hecho tanto acá como en la serie en un momento lo tratan con el nombre de pila que es Jorge y hay dos chistes populares de Corona, uno en Kryptonita y el otro en Nafta Súper, chistes que me acuerdo que se los celebraba mucho, el de gotita, el niño que cuando crezca va a ser como el padre: un gran chorro. Pero el que me mata es el que usamos en Nafta Súper, el que lo llama la mujer y le dice “mamá murió, ya debe estar en cielo”, y él le responde, “mirá mi suegra como rebota la hija de puta”.
—Si bien no participas en el guión, aparecés en un cameo
—Pero yo estuve todo el rodaje, participo desde otro lado, fui a hacer de hinchada. Iba medio salteado y un día me encararon los técnicos y actores: “Nosotros estuvimos en otras películas donde venía el escritor y no estaba bueno, pero cuando estás vos la pasamos bien. Así que nos encantaría que vengas todos los días”. Largué todo a la mierda y me fui con ellos, fue una experiencia hermosísima.
—Esa experiencia te sirvió para Nafta Súper
—Sí, porque el grupo quedó tan armado, quedo todo tan amoroso, que cuando dijeron de hacer esto, todos se prendieron y a mí me sirvió mucho encararlo con los actores y actrices. Porque yo puedo haberlo creado al Ráfaga, pero quien más lo va a conocer ahora y para toda la vida es Diego Cremonesi. Yo a Lady Di puedo haberle dado una impronta, pero ella ahora va a ser Lautaro Delgado. Esto de escribir con un deadline tan ajustado no podría haber llegado de otra manera si no era charlando con los actores.
Escritor de Policiales/DJ de asaltos
Aunque no utiliza ninguna clase de redes sociales (si aparece alguno en Twitter o en Facebook no es él), en su perfil de WhatsApp, Leo se define como “Escritor de policiales/DJ de asaltos”. El Tigre dice al respecto: “Estoy laburando de eso. Fue inesperado. Me invitó Esteban Lamothe”. El actor iba a hacer el papel del nochero en Kryptonita, pero finalmente no se dio y sólo hicieron un cameo juntos. Al finalizar el rodaje ponían música y Oyola se encargaba de los 80/90. Se hicieron amigos y como “Esteban se re copó”, lo invitó a participar como DJ de las fiestas que organiza Lamothe junto a la banda de sus hermanos, que se llama Cabeza Flotante. Aquí Oyola se encarga de las canciones de los 80, los 90 y los, como los llama él, “latinos pecaminosos”.
“La primera noche tuve miedo, pero salió re lindo y ya me empecé a animar. De a poco me fui poniendo canchero. Los actores ya me invitaron para que pase música en fiestas y después lo empecé a hacer entre los escritores. De hecho, voy a la Feria del Libro a Santa Fe para presentar Chamamé, pero también me contrataron para pasar música en una fiesta y en el cierre de la Feria”, dice.
—Más allá de tu faceta como DJ, en tus libros también hay mucha música. Además, leí que te haces un playlist para escuchar mientras escribís por las noches. ¿Qué escuchás?
—Todo lo que venga. Lo que a mí me gusta, pero sé que tiro mucho de la cuerda, son los latinos pecaminosos. Ahí es donde pongo a Marta Sánchez y Carlos Baute. Son esos temas que inesperadamente te terminan dando una mano, y que después si te pones a pensar tienen una letra de la puta madre. Cuando sacás al chabón todo tuneado, que te hace el movimiento y qué sé yo, sacás eso y decís “che, pero esta canción está buena”. Pero tenés que vencer al prejuicio.
—En Chamamé usás la canción “Llamarada de Gloria” de Bon Jovi y cada verso del tema es un capítulo del índice. ¿Esto fue pensado así o salió de casualidad?
Lo que pasa es que yo me disperso mucho a la hora de escribir y con las otras dos novelas me había servido pensar el índice. En la época en que estoy escribiendo Chamamé descubro YouTube y empiezo a buscar muchas canciones. Gastaba horas en el ciber mirando canciones subtituladas. Para mí era un flash descubrirle el sentido a las canciones. Algunas eran una pelotudez y otras tenían una letra tremenda. Y me re sorprendió Bon Jovi. Pero como se van alineando las cosas y tiene que suceder eso, amén de que estaba con ese mambo de las canciones, uno de mis libros favoritos, sobre todo en el género policial, es “Acaso no matan caballos” de Horace Mc Coy, y en ese libro el índice es la sentencia del veredicto al protagonista, que lo está dando en primera persona el juez. Es muy loco, porque vos leés todo el índice y es otra construcción, y me gustó eso, que cuando estuvieras leyendo el índice estés leyendo otro texto. En Kryptonita el índice es una canción de Poison, pero lo que hice fue cambiar las referencias de Estados Unidos a referencias matanceras.
*Por Pablo Giordana para Alfilo. Fotos: Colectivo Manifiesto.