El clown como percutor de reflexión, sensibilidad y lucha
Tomás Masariche y Eva Palottini cuentan con una amplia trayectoria en el teatro y el clown. En conversación con La tinta hablan sobre Huellas de Mariposa y sobre su nueva obra Silenciadas las mareas silenciadas que presentarán en Córdoba a fin de año.
Por Tomás Astelarra para La tinta
Eva Palottini participó del Grupo de Teatro Catalinas Sur de La Boca, cursó tres años de la carrera de Formación del Actor en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), y tomó cursos y seminarios con César Brie, Sergio Mercurio, Gabriel Chamé, Jean Jacques Lemetrè (Theatre du soleil) y Guillermo Angeleli entre otros. Como docente dio diversos talleres de acrobacia, participó en Proyecto 30 dictando talleres integrales de trabajo corporal y creativo para jóvenes privados de su libertad en institutos de menores y formó parte de la cooperativa de payasas A la Bartola (un proyecto educativo y artístico que trabaja sobre el vínculo de los niños con la tierra, las plantas y el alimento).
Tomás Masariche hizo títeres, toca el saxo y la guitarra, también estudió en el EMAD y con Cesar Brie, Guillermo Angelelli, Jean Jacques Lemetrè y tomó cursos de improvisación en Barcelona. Formó parte del Grupo Teatro Libre y el Grupo Teatral Abeja Reina dedicado a generar teatro callejero en espacios marginados.
En el 2016 ambos participan de proyecto de investigación de “Huellas de Mariposa”, una obra teatral poética que refleja el conflicto de los pobladores del barrio Ezpeleta de la zona sur del conurbano bonaerenese tras la instalación de una Subestación Eléctrica que termina por abandonar y desalojar al pueblo.
Pasaron por Córdoba el año pasado en un gira autogestiva que los llevo a Chile y Bolivia, donde actuaron en el Teatro de los Andes, de Yotalla, Sucre. Actualmente estrenaron la obra Silenciadas las mareas silenciadas, que trata la problemática de la violencia contra la mujer.
En una gira por Argentina llegaron a Córdoba para dictar talleres dentro del Ciclo Itinerante de Entrenamiento Teatral. El taller Un Cuerpo para mi identidad, en Teatro La Luna (Pasaje Escuti 915), Taller de Parada de Manos en La Burbuja Córdoba (Bv. Los Andes 469) y Sacudir el Espacio, encuentro-taller de Teatro para Niños en Espacio Ramona (Perú 766- B° Güemes). En noviembre vendrán con su nueva obra a Córdoba.
—¿Como fue el trabajo para crear Huellas de Mariposa?
—La creación de Huellas de mariposa se trató de un trabajo intensivo de un año y medio entre quienes en ese momento eramos Abismo Teatro: un grupo de actores que nos planteamos la necesidad de crear de una obra de teatro con la cual sentirnos realmente comprometidos. Rebotamos por distintos temas hasta que llegamos a una historia que nos conmovió porque es una historia que hasta el día de hoy sigue siendo un presente. La lucha de los vecinos de Ezpeleta en contra de la instalación de una subestación eléctrica, lucha que lleva más de treinta años en vigencia y aún no tiene respuesta. A mediados del 2014 empezamos a visitar el barrio y a tener entrevistas con los vecinos que levaban adelante la lucha, lo cual fue generando en nosotros un profundo compromiso, ya que fuimos construyendo un vínculo con esas mujeres.
La obra se estrenó en noviembre de 2015 con esas mujeres en primera fila escuchando y agradeciendo aquel trabajo. Luego en 2016 emprendimos una gira de cuatro meses con la que llegamos a Córdoba. Nos presentamos en Jesús María, en Pico de Tinta, en Capital fue en Bataclana y una última en Ramona, la última función la hicimos en Río Cuarto en el Mascaviento. Fue un público super interesado en la propuesta y en varias oportunidades tenían la intención de contarnos las diferentes problemáticas que se iban sucediendo de igual manera aquí en Córdoba y que tenían que ver con la misma lucha de los vecinos de Ezpeleta. Eso fue quizás lo mas enriquecedor, la obra se fue modificando a partir de la convicción que íbamos ganando alrededor de la obra, íbamos descubriendo el potencial que tenía el Teatro para construir, armar foros con el público en dónde automáticamente se abría un espacio se reflexión y sensibilidad, pero también de lucha. El ambiente era muy parecido a cada charla que habíamos tenido con los vecinos durante la investigación. Un clima ameno y en primera instancia alegre, pero al mismo tiempo que seguía construyendo ese foco de resistencia que significa la visibilización de lo que los medios, las empresas y en general el sistema quiere ocultar. Así, mediante una problemática particular de una zona del conurbano bonaerense, fuimos conociendo gente que nos agradecía por hacer esa obra porque de alguna forma le encontraba parangones con las luchas de sus pueblos, barrios o ciudades.
Fue muy difícil para nosotros dejar esa obra, pero teníamos la convicción también de que no es sólo una obra de teatro, sin duda fue un germen que pudimos plantar en algunos lugares y que ahora con otro grupo y otras inquietudes teníamos en nuestras manos la posibilidad de seguir trabajando por un teatro que hable de verdad y no sea mero entretenimiento y forma, que no lo juzgamos, pero sí sabemos que es una forma de hacer arte de la cual nos queremos alejar. A tal punto que para la obra que actualmente estamos haciendo nos fuimos a Yotala, Bolivia a laburar casi un año.
Otra de las condiciones era continuar con la idea de que no queríamos hacer un teatro inútil. Todos nosotros estamos en este momento atravesados por una temática de carácter urgente que es la cuestión de los géneros. Hoy en día por suerte se está visibilizando cada día más la violencia hacia las mujeres, pero aún no es suficiente, las mujeres somos hoy en día un agente de lucha en resistencia tanto de la violencia física como psicológica, y nosotros queríamos hacer una obra que al igual que con la anterior experiencia sea gatillante de foros debates y encuentros con la gente alrededor de esta temática.
—¿Cómo fue el proceso de la nueva obra?
—En eso fue lo que profundizamos desde octubre del 2016. ¿Cómo? Qué decir, que no decir, aprender a decir desde el lenguaje escénico esto que queremos plantear. De toda ese investigación que fue sumamente rigurosa, ya que trabajamos durante ese ocho meses un promedio de 12 horas por días los siete días de la semana sin descanso, pudimos desplegar todo tipo de investigaciones y formas de trabajar la escena. Hoy en día, todo eso se condensó en una obra de 55 minutos: Silenciadas las mareas Silenciadas. Al crear de forma colectiva absolutamente toda la obra, realmente tuvimos que hacer un gran recorte para lograr que la obra dure 55 minutos. Ahí fue que llamamos a Lorenzo Ariel Muñoz, un director boliviano que nos gustaba su trabajo. Ya con el Teatro de Los Andes se había cumplido un ciclo y realmente queríamos alejarnos de su estética artística, así que por más de tenerlos cerca no quisimos trabajar con ellos. Estamos en un proceso de búsqueda personal como grupo de La Ruda Teatro y nos interesaba seguir buscando con ayuda de directores que también fueran emergentes como es el caso de Ariel Muñoz. Ahora mismo estamos entonces con ese trabajo: Silenciadas las Mareas Silenciadas y con una investigación en paralelo de carácter pedagógico. Ese último trabajo es con el que vamos a llegar esta semana a Córdoba.
Durante el proceso creativo de la última obra tuvimos que indagar mucho sobre el despojo en la escena, alejarnos de la forma de la idea que tenemos de lo que es «actuar», dejar de «actuar». No queremos dar recetas de creación para una obra o dar «las cinco claves del buen teatro», ni currar con técnicas de maestros que murieron hace años, o que no murieron pero que pareciera que sí. La serie de trabajos que hacemos son para seguir buscando la construcción de un espacio en donde podamos vernos, encontrarnos con los otros, en fin comunicarnos de otras formas.
Por eso también vamos a dar un taller para niños, es una área que nos super interesa trabajar, porque los chicos tienen la enorme capacidad de estar donde están y nada más, de disfrutar. Les gusta o no, disfrutan o no, o se divierten o se interesan o se aburren de tu super estrategia pedagógica. Entonces creemos que es un lugar super lindo para investigar sobre todo eso que requiere la imaginación, la sensorialidad y el simple estar ahí, en presente.
—¿Como ven su vuelta a Córdoba?
—Volver a Córdoba después de un año entero trabajando en otro proyecto es algo que nos inquieta, tenemos buena expectativa porque en Córdoba la gente va al teatro y le interesa también tomar talleres, es de las ciudades más importantes a nivel cultural, es muy rica en salas independientes y también hay mucha gente moviendo para que el teatro se haga realidad. Siempre es un placer venir a provincias, ciudades en donde hay gente moviendo energía.
—¿Cómo es Silenciadas las mareas Silenciadas la obra con la que vuelven a Córdoba en noviembre?
—Es la historia de Ana, una prostituta, sus recuerdos y su presente: quiere irse del lugar en el cual trabaja desde los 16 años. Dos hombres se lo quieren impedir a toda costa. Elegimos la historia de una trabajadora sexual (no es víctima de trata), porque consideramos que es un sujeto social que encarna una lucha de reivindicación y empoderamiento. Es un lugar incómodo para ciertos sectores de la sociedad, incluso desde sectores militantes que no las reconocen como trabajadoras legítimas, que se oponen a la regulación de su trabajo. Fue difícil escribir este texto, pero creemos que es una historia particular que nosotros creamos de forma colectiva y que defendemos porque queremos poner en escena una obra que funcione de gatillante de algunos debates, hoy por hoy desde la lucha y la reivindicación de la mujer.
*Por Tomás Astelarra para La tinta