Editorial cartonera accesible: hoy vine con ganas de escribir una historia
Por Nicolás Ezequiel Rizzi
“Hoy vine con ganas de escribir una historia”. Y la crónica podría comenzar, en algún sentido, con esa misma explicitación de voluntad aunque, en rigor a la verdad, la afirmación encierra la consumación del relato, el grado final de su recorrido, su última línea, por así decirlo. Pero establezcamos las coordenadas del enunciado para comenzar a entender su doble carácter de origen y fin.
Estas palabras fueron pronunciadas por un niño de 11 años participante del espacio Grupo DAR que, desde hace ya más de una década, ofrece actividades culturales, recreativas y didácticas a los niños y adolescentes de barrio Ferreyra y zonas aledañas. En este espacio se sostiene, y por cuarto año consecutivo, una Editorial Cartonera Accesible cuya particularidad radica en la incorporación de diseños de insumos culturales de acceso universal. Es decir, pensados para la mayor cantidad de personas posibles (con y sin discapacidad). Para ser precisos, se combinan textos impresos en formato cartonero, escritura en braille, imágenes y dibujos en relieve. Pero además, el contenido textual es también producto del trabajo colectivo. Y es en este punto que cobra sentido literal la frase “escribir una historia”: las niñas y adolescentes que participan del espacio escriben sus propias historias que luego editan y hacen circular.
Ahora bien, ¿qué tan explícitas fueron las ganas de escribir historias? Si bien hoy resultaría difícil pensar las actividades del proyecto Editorial Cartonera Accesible prescindiendo de los procesos creativos de lecto-escritura, debemos asumir que, en un principio, estas ganas no fueron tan evidentes como lo son ahora. De hecho, en el año 2014, cuando el proyecto fue aprobado para su ejecución en el marco de la convocatoria para proyectos de Extensión-Acción de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Lenguas, los objetivos se focalizaban en el “establecimiento de la Editorial Cartonera de textos infanto-juveniles”, el “diseño de materiales novedosos y de acceso universal” y la “promoción de consumos culturales-otros”. Sin embargo, el emergente que rápidamente interpeló a todos fue justamente el deseo común de escribir historias propias y creadas a partir de dinámicas colectivas. Un deseo que, aunque no tan previsto, sorprendió gratamente y fue, claro está, muy bienvenido.
Hoy estamos seguros de que fue la inexpresa y de cierta manera implícita voluntad de escribir la que en definitiva posibilitó el desarrollo de procesos efectivos de lectura y escritura. Pensadas en su carácter político emancipatorio, estas actividades, intrínsecamente relacionadas, no pueden darse de forma plena sino en contextos de radical libertad. O dicho de otra manera: los procesos de lecto-escritura devienen en objeto de deseo en la medida en que eluden toda imposición, en la medida en que escapan al imperio de las idealizaciones hegemónicas que los sacralizan y fetichizan en un mismo movimiento. Un movimiento normalizador que a su vez los despoja de su aspecto libre y libertario, acaso el más atractivo y deseable.
El enunciado “hoy vine con ganas de escribir una historia” materializa en palabras y gesto el objetivo imposible –porque nunca pensado en un inicio– pero latente , del esfuerzo mancomunado de un colectivo comprometido en el trabajo con niñxs y jóvenes que se dejó sorprender por las inquietudes libremente expresadas por éstos. La expresión condensa, en resumidas cuentas, el menos pensado pero más íntimo logro del espacio Grupo DAR. Traduce su inesperado anhelo; su inconsciente y paradójicamente primigenia y última ambición.
*Por Nicolás Ezequiel Rizzi