José Delgado: la música como lugar de encuentro latinoamericano
El cantautor venezolano pasó por Córdoba y aprovechamos para conversar con él sobre su música, sus proyectos y su visión acerca del arte y la política, en estos tiempos en que las expresiones culturales son el soporte de las banderas del respeto por las diversidades y de la patria latinoamericana, rica, frondosa y en lucha.
Por Soledad Sgarella para La tinta
Con su acento indiscutible, y una mirada chispeante e inquieta (como sus letras y melodías), José Delgado sube al escenario con la guitarra, el cuatro venezolano y una sonrisa para comenzar con su repertorio.
Muy cercano a la trova, y con canciones que -con humor y poesía- van y vuelven por ritmos populares y tradicionales de su país y por el jazz, la salsa y el pop, el artista caraqueño (que el año pasado presentó Algo, su sexto disco y que ha compartido escena con Marta Gómez, Vicente Feliú, Cecilia Todd y Kevin Johansen, entre otros) compartió con La tinta sus pareceres y sentires después de hacer una sincera presentación en Los Siete Locos.
—¿Es la primera vez que haces gira por Argentina?
—No, desde el 2008 estoy viniendo a Argentina. He tenido una relación muy bonita con este país, y con amigos músicos que he ido conociendo. Estuve en el 2014 (que es la venida más reciente), en Festival Americanto: ahí toqué y fue una experiencia muy hermosa. He estado en espacios pequeños, haciendo cosas en colaboración con músicos y productores también de una movida pequeña pero muy sincera, y recién últimamente he estado trabajando buscando una manera más efectiva en cuanto a posicionar mis trabajos en medios de aquí: es decir, buscar una persona local para hacer este trabajo de medios que es tan importante para hacer conocer las propuestas musicales, y también, bueno, continuar con productores y músicos amigos… Esa ha sido la ruta que he trazado las veces que he venido a su país.
—¿Porqué sentís que es importante presentarte acá… porqué te interesa el camino en los otros países de Latinoamérica?
—Mi interés de moverme por la región nuestra, latino-indo-afro-americana siempre ha sido importante para mí. Siempre me ha llamado la atención cómo nos han sembrado diferencias para que nos mantengamos creyendo que nuestros problemas son distintos, mientras son tan similares… creo que la música ayuda a acortar distancias y a hacernos más cercanos. Sobre todo a sentirnos también como partes de una misma región, como piezas de un rompecabezas muy amplio y muy hermoso que tiene que ver con nuestras culturas ancestrales, con nuestras músicas tradicionales.
—En el 2016 presentaste tu nuevo disco Algo: ¿de qué hablás en esta última producción discográfica… o mejor aún, a qué o a quiénes les cantás en tus canciones?
—En este disco del año pasado hice un viaje más introspectivo… cuando ciertas estructuras hacia afuera se estremecen, se mueven -como ha sucedido en la región y en mi país, Venezuela- uno creo que tiene el principal aliado y el principal enemigo muy cercano, que es uno mismo con sus vicios y sus virtudes, y para saber cómo responder en estos tiempos donde cambian tanto estas estructuras (en donde unas se derriban, se derrumban, y no lo esperábamos, y otras se levantan, y tampoco las esperábamos, y pueden ser muy esperanzadoras y muy sinceras), en esos momentos en que todo tambalea, uno se va hacia el centro de su corazón, o busca, por lo menos eso… y la música siempre ha sido para mí ese refugio, una manera de armonizar, una manera de meditar tal vez. Es un escape y a la vez es un refugio, es una forma de vida más allá de un oficio: a través de su filtro veo muchas cosas.
También lo lúdico forma parte de mi búsqueda: la música empezó en mí como un juego. Nunca la estudié a nivel académico, sino que eran elementos que estaban en mi casa: un cuatro, una guitarra. Esos elementos eran con los cuales yo podía ponerme a jugar, y cuando el camino se me va haciendo complicado, cuando me cargo de tantas tareas -propias del oficio de quien se autoproduce-, trato de recordar que esto comenzó jugando y que no puede parar el juego, que de alguna manera creo que es lo que esperan a quienes les gustan mis canciones: no perder esa capacidad de desarrollar un juego, también como muy responsable, que es la música y trato de aliarme con gente que me enseñe en ese camino, producir con otras personas, tocar con músicos maravillosos… y estoy muy agradecido por eso.
—Respecto de eso: has compartido escenario con musicazos y musicazas… ¿cómo sentís eso de hacer música con otros y otras?
—Tengo sí mucha influencia de tantos músicos y músicas, invisibles, de la música tradicional venezolana que son un cable a tierra para mí y que juegan un papel muy importante en mi vida musical… ellos suelen ser músicos muy invisibilizados también, y muchas veces tampoco buscan ser visibles, simplemente su rol es sencillo, es armonizar con su tierra: terminan siendo raíz, agua, árbol, y eso es muy hermoso, que no buscan la trascendencia a través del objeto artístico como algo comercializable, sino que más bien como una especie de encuentro, y eso yo trato de salvarlo y de estudiarlo mucho. Esa posibilidad la encuentro a través de la música: siempre que tienes un interlocutor, alguien con quien trabajar una canción, siempre que he tenido esa experiencia para mí ha sido muy hermoso poder aprender de otra gente.
Para mí, el camino del aprendizaje así es muy importante, sobre todo porque desarrollé la música de forma autodidacta, entonces pues todo momento te ofrece una posibilidad de aprender cosas nuevas, y por supuesto cada persona con quien uno se va juntando es un mundo, y más si es de otros países: son otros mundos, también muy similares pero con otros códigos, que los hacen muy suyos y eso es muy bonito ponerlos a dialogar. Código con código, músicas que son nuestras raíces junto con otras raíces de otras personas.
He compartido sí con muchos músicos con los que después nos hemos hecho amigos, algunos más conocidos que otros, tal vez unos con mayores experiencias en algunos ámbitos que otros, de mi país y de otros países. lntimamente he estado haciendo algunas colaboraciones con artistas que admiro como Marta Gómez -que es una hermana y hermosa de la música que es colombiana- con la que hay un video muy bonito en youtube. Si me miras tú, la gente lo va siguiendo y los comentarios que nos llegan son maravillosos. Compuse también una canción, que se llama María, y la canté con Carlos Varela y Kelvis Ochoa, que son dos cantautores extraordinarios cubanos. En este paso por Argentina, logré concretar una colaboración con Kevin Johansen, que es también un artista lleno de un don de gente increíble, y con una calidad indiscutible, y un camino muy bonito trazado desde una forma muy sincera de desarrollar el arte y la vida. Es un artista que admiro mucho y con quien he compartido un par de veces en Venezuela, porque he abierto dos concierto de él allá, y hay una amistad también… y se convierte cada encuentro en un tejer de emociones y de afectos, y eso para mí es un momento importante.
—En varias entrevistas hablás del lugar del artista en la militancia, en la política… ¿podés contarnos un poquito más acerca de esa mirada sobre tu arte y tu participación?
—El arte, el artista, yo creo y reivindico ese rol, es político. No solamente político partidista -que puede ser una fracción de lo político-, pero al tú tener una cantidad de seguidores, de tener un disco, de hacer música y tener gente que esté escuchándote, ya tú vas siendo parte, vas posicionando ideas, discutiendo ideas, formas de ver la misma música, empezando. La música en sí misma no es nada si no es porque comunica, porque hace que logremos encuentros, porque posicionamos ideas y sentires y, al repercutir esto en más personas, ya hay ahí una función que no podemos perder de vista y es su calidad política. Estoy en contra de esa visión del artista apolítico, que no existe en mi manera de ver.
Eso es algo que nos ligó la industria enorme para posicionar una forma de política y unos artistas claramente politizados hacia una visión del mundo que te venden: que es algo relajado, que no tiene que ver con política… y es algo absolutamente político, ¿no? Absolutamente político y comercial: el hecho de valerse de un elemento como la música, que llega directamente al corazón y la mente de las personas, en cuatro minutos para posicionar marcas y productos comercializables. Eso existe ahí y nosotros tenemos que buscar cada vez menos pelear con eso y sí cada vez más plantar y plantear alternativas, buscar nuestra manera de hacer nuestras rutas. Con nuestra gente similar, y ver también que eso de esa gran industria no funciona y ver qué nos hacemos de ahí para posicionar lo que pensamos.
La música ha sido muy importante en el devenir social, político, y cultural de Latinoamérica creo yo, se han tomado banderas de lucha en muchas épocas de nuestra historia, muchas canciones que tienen que ver con nuestros pueblos y las rutas reivindicativas que yo las he aprendido mucho, he paseado mucho por ahí, he militado mucho ahí también, en mi país. He estado sumamente inmerso en ese despertar social, en esa búsqueda de nuestra identidad venezolana y latinoamericana también, ser de una región,
de romper todas esas fronteras para vernos.
La música ayuda mucho, ha estado como compañera y ha estado muchas veces en el foco, en el centro de la acción, porque para mí también es la acción. Viajan códigos de comportamiento ahí, las cosas que uno dice, cuánto puede hacer de esas cosas que dice, qué dice el pensar y qué dice la música. Tener una visión también poética de la misma vida, tener una visión no institucionalizada, rebelde, transgresora… en eso también la música tiene ese papel hermoso, que no podemos perder de vista y que es muy reconfortante a la vez.
Por Soledad Sgarella para La tinta