“Lo que tenemos por construir está lleno de alegrías, está lleno de libertad”
Angel Sorkin es un comunicador y productor audiovisual santafesino, formado en Córdoba, que vivió en Venezuela los últimos diez años. Allá, siendo parte de la Cooperativa Audiovisual La Célula, participó en la realización de «Juntera«, un largometraje documental que registró la vida, el trabajo y la organización política chavista en cinco comunas socialistas campesinas del occidente y sur del país. Nos reunimos con él y hablamos del proceso colectivo de producción del primer filme realizado por Comunas, pero también de porqué mostrar este documental como producto artístico y político en Córdoba hoy.
Por Soledad Sgarella para La tinta
-¿Cómo definirías Juntera?
-Bueno, Juntera es, en términos objetivos, el primer largometraje documental producido por comunas socialistas campesinas en Venezuela. En paralelo a eso, es un registro sensible de la vida y las formas de la vida familiar colectiva comunal en esas cinco comunas, cuya cosa en común es que todas son orientadas por una organización política territorial que es la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora, uno de los movimientos de construcción de poder popular más importantes del país.
-¿Y por qué se llama así?
-Ahí hay una apuesta por nombrar, de otra forma, lo nuevo ¿Viste esa vieja consigna -o no tan vieja- de que no podemos categorizar al mundo que queremos nuevo y que pretendemos como una experiencia de liberación con las mismas categorías de lo viejo? Bueno, entonces jugando un poco con eso Juntera es una especie de neologismo que dice que de lo se trata es de estar juntos y juntas. Juntera puede ser juntadera, puede ser juntismo, puede ser todas las diversas formas de estar unidos.
-Contanos cómo fue la forma de producción de Juntera, que por lo que sabemos fue colectiva.
-Sí, la forma de producción también fue de manera conjunta. Es de lo más importante que tiene la película, porque la película no se hizo con plata de nadie. Sólo recién al final, cuando la película ya estaba hecha, interviene el Estado, y el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (después de que nosotros presentamos el proyecto) nos dá una plata para la fase de posproducción. En el único momento en que entró la plata, fue la plata del Estado para favorecer una parte técnica que tenía que ver específicamente con la colorización y con hacer las copias para las salas de cine y para distribuirla.
Entonces por eso, la particularidad que tiene la película en su forma de producción es que es colaborativa. Es una película que está producida por la Cooperativa Audiovisual La Célula (como equipo de realización) que es el colectivo de producción que yo integro y La Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (como organización política) que nos brindó primero considerar la posibilidad de darle forma a la película y empezar a pensar que se podía hacer un proyecto de este tipo, sin plata, nosotros poniendo nuestro trabajo y nuestros equipos y ellos poniendo la logística, fruto de la relación política que íbamos entablando con ellos.
-¿Y las comunas mismas?
-Las comunas se encargaban de garantizar dónde dormirían los equipos, qué comerían, llevarlos, favorecer la logística y producción vinculadas al trabajo de realización propiamente dicho. La guionización también fue colectiva en el sentido que fue un guión de montaje más que un guión previo.
-¿Cómo sentiste o sintieron trabajar de esa manera colectiva, entre siete organizaciones?
-Yo creo que fluyó. Fue una forma de hacer solidaria, colectiva y de intercambio de saberes y bienes. La película es bastante personal también. Yo digo “la hicimos nosotros” como grupo, pero fundamentalmente la hizo uno de nosotros, un compañero, que se llama Giuliano Salvatore que es el director. Si bien entre todos la emprendimos y todos nos la pusimos al hombro, el proyecto fue algo que surgió primero de una necesidad individual de él de la cual nos pudimos sentir partícipes todos.
-¿Como artistas?
-Más que como artistas, como sujetos políticos en orfandad.-¿En qué sentido?
-Se muere Chávez y eso produce obviamente un cataclismo muy fuerte y obvio a nivel social, pero también a nivel subjetivo, en los militantes y en todos nosotros que de alguna forma trabajábamos y trabajamos, y poníamos nuestra fuerza creativa y nuestra energía desde lo que hacemos en la tarea de construir el socialismo, en la construcción de una sociedad distinta.
Aunque parezca en el aire, o utópico, visto desde acá, en Venezuela es algo muy aterrizado. Decir que nosotros estamos construyendo la sociedad nueva, en Venezuela en estos últimos años quiere decir que hacemos cosas concretas, que van hacia un camino, que tienen un fin y que no están en el aire, que no son un ideal sino que son cosas puestas y que tienen las contradicciones propias de la realidad.
-Y en ese sentido, ¿cuál crees vos que fue la intención principal de Juntera?
-La intención principal de Giuliano, de él como persona, como te decía: en términos subjetivos, que finalmente es la intención de Juntera, surge de la necesidad creativa, artística si querés, pero también política, e indisociable una de otra, de salir a buscar en la sociedad venezolana y fundamentalmente en las comunas (proyectos bandera del Chavismo) dónde está ese espíritu de Chávez, ese germen de Chávez. Dónde está lo que Chávez sembró. Ir a buscar en la base social, ir a buscar en el campo, ir a buscar en la organización colectiva de las comunas lo que Chávez nos legó, lo que nos ayudó a ser y nos guió para construir. Esa es la intención fundamental de la película como búsqueda documental, antropológica y política.
-¿Podemos decir que Juntera es cine documental?
– Es una película bastante observacional en términos formales, es decir, no vemos una narración ajustada a un guión que va llevándote y construyéndote la historia, no hay una voz en off que te lleve ni te traiga. Es una historia que se va construyendo a partir de que la cámara está puesta en lugares que muestran cómo es la vida en estas comunas. Ahí vemos: juego, organización, trabajo, adultos, niños, familias, dificultades, potencias. Los diferentes aspectos que muestran que la vida colectiva no es fácil ni hay fórmulas para llevar en conjunto una vida entre diferentes familias. Lo que hay es ganas, y una voluntad, una vocación democrática de resolver los problemas que van surgiendo de un modo asambleario, de un modo horizontal.
-¿Cuál creés que es la función política del arte, del cine, o más precisamente de Juntera, que es una muestra de lo que puede ser el cine documental latinoamericano?
-Primero, que es una verdad de perogrullo, no hay cine no político. O no hay relato del mundo que no sea político. Es decir, podemos ser más o menos explícitos, más o menos implícitos, elaborar y narrar historias o discursos más objetivamente políticas o menos, pero la visión del mundo siempre está allí, de alguna forma. Entonces creo yo que Juntera, como documental primero, hace explícita su posición política que es una intentar contribuir con la construcción del socialismo en Venezuela. Más bien con intentar contribuir con el socialismo comunal en Venezuela, que no es el único socialismo que está disputando espacios de poder, ni es el único proyecto político que en el país está disputando poder.
Para nosotros la comuna es la expresión máxima de lo que es el proyecto del socialismo venezolano y no solamente para nosotros como realizadores o productores culturales sino como sujetos políticos. Y más importante que eso, que la comuna -y Chávez nos enseñó esto- más importante que la organización efectiva, real, organizada de unas personas en una figura jurídica que se llama comuna, es lo que Chávez llamó el “espíritu de la comuna” ¿y cuál es el espíritu de la comuna? Bueno, el igualitarismo, la justicia por crear, eso que se nos brinda a todos nosotros (a un nosotros amplio de identidad territorial o de identidad sectorial), que nos moviliza a estar juntos y que nos moviliza a, juntos, crear una convivencia igualitaria, justa, horizontal y democrática.
Creo que eso es lo más importante, ese espíritu, lo que la película intenta buscar, por eso no baja línea en el sentido tradicional, sino sólo muestra y abre el micrófono a personas que están en la situación de construir la comuna en su cotidiano. ¿Y qué es lo que nos muestra ese cotidiano?: muestra gente trabajando, muestra niños jugando, muestra que se puede vivir de otra forma. Muestra que la comuna es difícil pero que también es feliz, que salirse de las reglas de la ciudad y del mundo capitalista si bien de entrada es difícil y lo que tenés por delante es una muralla (porque es difícil salirse de las relaciones del mundo objetivas en el cual nos movemos), lo que tenemos por construir está lleno de alegrías, está lleno de libertad sobre todo, y eso es lo que la película intenta reflejar: las dificultades pero también la libertad inherente a la construcción de un modelo nuevo y justo de sociedad y de convivencia.
-Cuando ví Juntera el año pasado me pareció clarísimo eso, que mostraba las dificultades pero con un relato que no dejaba de visibilizar la alegría genuina de los que viven un proyecto en el que creen.
-En términos más estéticos el filme es el reflejo exacto de su modo de producción. No es un película que haya tenido búsquedas estéticas previas a su realización pero es verdad que desde lo narrativo la película sí va a buscar lo que finalmente se ve: un determinado tempo del relato, las escenas, los tipos de planos, el tipo de cine documental que pretende dar cuenta, involucrarse, no fragmentar la realidad. Que sostiene un plano de dos minutos y medio aunque la tensión del espectador decaiga porque considera que el valor del documento que está registrando se fortalece.
Allí está la apuesta documental en términos artísticos y políticos, incluso de un modo natural, supongo que nosotros no sabemos hacer documentales de otra forma. Ahora, muchas cosas, como el color, cómo quedaron los planos, cómo se construyó la narración no fueron intencionalmente buscadas sino que mucho tuvo que ver con la forma en que se dio el proceso de registro y de rodaje.
-¿En cuánto tiempo se hizo?
-La película tuvo más de un año de rodaje y otro tanto de edición. No es que sumamos 700 días, claramente. Me refiero a que Juntera se hizo al ritmo del rodaje, que fue largo y tuvo los tiempos de la realidad. Se hizo al ritmo del esquema de producción: si se podía ir a tal comuna porque había un jeep que salía, allá íbamos, grabábamos y volvíamos. Un mes después había una asamblea, allá íbamos. Entonces el proceso de rodaje fue laxo y largo, y la mayor parte de la película fue grabada sólo por Giuliano, con algunas compañeras y compañeros que apoyaban. Eso es un signo muy importante que en el producto final se ve: es un tipo con la cámara, no hay más.
-La experiencia de la economía comunal en otro país, que tiene un proyecto muy claro, explícito y concreto. ¿Por qué creés que estaría bueno mostrar Juntera en Córdoba hoy o qué crees que nos aportaría en este contexto actual?
-Dos cosas y en dos niveles distintos: uno, porque me parece importante compartir que en Venezuela más allá de las dificultades, las contradicciones, la guerra en la que está inmersa, existe un movimiento grande, importante, y también en cierto sentido marginal, que cree en construir una nueva forma de nación. Marginal me refiero a que claramente el proyecto comunal y los comuneros no son el sector dominante en el proyecto bolivariano, ni tienen el control del Estado, sino que siguen siendo campesinos organizados que aprovechan el marco legal y político establecido por la revolución que les permite luchar por muchas cosas, es decir que hay un marco de relaciones políticas que les dan amparo para construir un proyecto territorial comunal. No es que el proyecto comunal es dominante ni hegemónico en Venezuela, para nada.
Mostrar Juntera es para que se vea, se pueda compartir que no es una locura, que no es una cosa decimonónica ni setentista de pensar que podemos construir una sociedad de iguales. Es cuestión de enfrentarse a los poderes que hay que enfrentarse, a veces más grandes, a veces más chicos, pasa que en Venezuela tenemos la suerte de que pudo haber un movimiento tal como el Chavismo, el movimiento bolivariano que surgió a finales del siglo XX y tuvo en estos últimos 15 años un desarrollo importante que le dio cauce histórico a una idea más vieja que mear en los portones, que es la idea de vivir bien el uno con el otro, sin joderse la vida y respetándose mutuamente, algo por lo que el hombre viene peleando desde que es hombre y contra algo tan viejo como eso, que es el querer joder al otro.
La dualidad del ser humano está expresada allí: es tan viable y tan natural (si la palabra cabe y esa es otra discusión), en el hombre el querer joder al otro como el querer colaborar y crecer junto a otros. Eso me parece importante de entrada. Existe un proyecto que no surge de un grupo de locos ni es una utopía: existe en la realidad, los comuneros tienen miles de problemas como todo el mundo, pero creen en lo que construyen. Unos podrán valorar si eso es mejor o peor, pero de lo que se trata es de una búsqueda de un modo de vida colectivo, compartido, no dogmático, no preelaborado, democrático, propio, genuino, asambleario. De lo que se trata es de hacer el intento de vivir de una forma distinta.
Por otro lado, me parece que tiene que ver con poder compartir una idea de lo comunal que no necesariamente tiene que ver con Venezuela; lo comunal es lo común, lo que tenemos en común, lo que podemos construir con otros desde lo que tenemos en unión. Como dice uno de los entrevistados en la película: no hay nada más simple que eso. Yo creo que puede ayudar a mostrar que no necesitamos demasiadas referencias, ni demasiadas garantías, ni demasiadas direccionalidades políticas o caudillazgos y liderazgos para poder ver que si nos juntamos entre los diez, cincuenta, cinco, quinientos, seis millones, los que seamos que podamos identificar cosas en común porque vivimos en el mismo barrio, porque trabajamos en el mismo laburo, porque somos todos asalariados, porque todos criamos chanchos, osea, diferentes formas de lo que tenemos en común, para utilizar el poder de la comunalidad y aglutinar voluntades, trabajos, sueños, atrás de algo que es más importante que uno mismo, que supera a uno mismo.
Podemos ser cinco y cinco es mucho más que cinco por uno. De lo que se trata es de poder pensar y ayudar a pensar que no es “demodé” el comunismo, y que incluso al concepto lo podemos reformular, agarrar, tirar al piso, aplastarlo, agarrarlo y volver a reformularlo, lo llamamos como queramos… de lo que se trata es de apostar a lo común, lo que somos como colectivo, lo que compartimos, hacer cosas juntos desde los criterios de igualdad, de respeto por el otro y de horizontalidad.
Por Soledad Sgarella para La Tinta