«La fantasía es el camino»: imaginación política de la mano de La Berkins

«La fantasía es el camino»: imaginación política de la mano de La Berkins
15 noviembre, 2024 por Vir del Mar

Martes 12 de noviembre, Ciudad de Buenos Aires

Hola, ¿cómo estás? Seas o no de la comunidad LGBT+, ojalá este mes del orgullo te salpique con un poco de fiesta y alegría. Imagino que si estás leyendo esta carta escrita por manos travestis, con el sello de La tinta, es porque estás de este lado del charco político y, si es así, la desazón, bronca y tristeza que producen estos tiempos que nos tocan vivir es compartida. Pero, como dice el lema de Taty Almeida, “militancia y joda”. Y de eso quiero que charlemos hoy, de la mano de Lohana Berkins. En realidad, el libro de hoy está escrito por Josefina Fernández, su amiga, y es la biografía de Lohana: La Berkins, una combatiente de frontera. El libro tiene sus testimonios y una reconstrucción histórica que hace la autora con la mirada amorosa que tienen las amigas enamoradas.

Más allá de la efeméride, vuelvo a este libro que leí por primera vez en 2020, en los albores de mi transición, y al que volví muchas veces después (lo tengo todo rayado) por la contundencia política y la fortaleza que me devuelve. La primera vez que lo leí tenía que parar a cada rato para llorar, es crudo. También es bellísimo. Si algo han sabido hacer ellas, las travestis que lucharon para que “las nuevitas” gocemos de la legalidad, fue sobrevivir a la crueldad. Quizá algo de esa sabiduría travesti nos sirva para la sistematización de esa crueldad, que hoy está nuevamente en manos del Estado y que nos vuelve a todxs enemigos mutuxs.

Y de Flores era también la Ojitos prestados. Le decíamos así porque usaba lentillas, azules eran. Era tímida la Ojitos. Teníamos la misma parada, en la calle Bacacay, la Graciela también. El panadero nos dejaba abierta la puerta de atrás de una furgoneta que usaba para repartir el pan. Cuando venía la policía, nos escondíamos ahí. Ya estaba arreglado con el panadero. Un día, se metió la Ojitos antes que nosotras y la tucumanita, porque era tucumana, trabó la puerta del lado de adentro. Golpeábamos y golpeábamos el camioncito. «Abrí, abrí, abrí, hija de puta, abrí». La Ojitos nada, se ve que estaba aterrada, porque era buena piba. La cana nos agarró, pero le dijimos que adentro estaba la Ojitos y la sacaron de los pelos. También se la llevaron. Nunca más se encerró. Tampoco nosotras, ya la cana había descubierto el lugar.

Lohana, que murió en 2016, que fue echada de su casa a los trece años, que, cuando se mudó a Buenos Aires, llegó directo a ser trabajadora sexual en la Panamericana en plena dictadura, se encarga de traer a la memoria a otras, porque tiene una conciencia de la memoria colectiva: “Prendé el grabador, quiero darle voz a la Pocha y a la Perica, quiero que se sepa de Katiluz y de la cacería policial, quiero que aparezca mi agradecimiento a Patricio por darme el primer trabajo y se conozca también nuestro mundo amoroso y que esté el feminismo, que me abrió la cabeza…”. No es menor ese gesto. Lohana podría quedarse a relatar solo su intimidad, la desgracia, la crueldad, la dificultad de su vida y, sin embargo, elige traer a otras con la palabra. 

Con toda la tristeza epocal, intuyo que tenemos una clave para pensar el presente y esa clave es la de poder historizarnos en un cuerpo colectivo que pudo grandes cosas: el cuerpo colectivo travesti, el cuerpo colectivo feminista, el cuerpo colectivo de izquierda, el cuerpo colectivo peronista, el cuerpo colectivo proletario, el cuerpo colectivo antifascista o cualquiera sea el colectivo que nos permita pensarnos más allá de la individualidad, e, incluso, con los lazos y las alianzas que nos posibiliten tender puentes con otrxs parecidxs, pero diferentes. Cuando se dio la puja por la Ley de Identidad de Género, cuenta Lohana que se consiguió con mucho conflicto, pero con la creación de un gran frente. El objetivo colectivo hizo que las diferencias entre las orgas LGBT+, en apariencia inzanjables, se pusieran a trabajar, discutiendo cada punto y, de alguna manera, ese reinado de la diferencia fue lo que generó un proyecto revolucionario, pero posible de ser sancionado. 

Con la frase “la fantasía es el camino”, este libro me hace pensar una y otra vez en la gran deuda que tenemos hoy entre todxs, y es la imaginación del futuro. Lohana lo piensa desde un lugar íntimo, de construcción travesti de la identidad, pero creo que se traduce a la acción política y militante concreta. La fantasía como un acto de fe, como una vía de escape a la crueldad y como una forma de la imaginación:

Como el primer refugio de lo posible, el único lugar donde vos realmente podés ser, sin ninguna inhibición. Es como el deseo, vos empezás a fantasear y, no sé, podés hacerlo con quien quieras, no hay límites. Para mí la fantasía es eso. Es el mundo de lo posible, donde vos podés ser. También es una manera de esquivar tanta crueldad, porque ¡hay que sostenerse cuando de chiquitita sos despreciada, te desvalorizan, te cagan a palos! Y es en ese mundo que tenés que construirte para seguir viviendo. Tanto te hacen creer que sos repugnante que tenés que escapar. ¿Cómo te construís si crecés empapada de rechazo?

Hoy, estamos siendo demonizadxs por las fantasías de mundo que soñamos durante todos estos años. Creo que, ahí, hay dos ejercicios que nos trae la militancia de Lohana y que es necesario que recuperemos. El primero es el de asumir la crueldad del mundo y, pese a ella, tomar las riendas de la imaginación colectiva, no dejar de fantasear políticamente. El segundo es el del diálogo: sabemos, por experiencia, que solxs no llegamos a ningún lado. Y es difícil, pero hay que laburar sobre el conflicto social, corrernos por un momento del ego y hacer que esa imaginación colectiva sea realmente plural, que no sea solo de nicho ni solo con las que nos parecen, ni solo con las amigas, hay que atravesar la diferencia para poder hacer algo. Aunque incomode, aunque cueste. A mí me sirve recordar que la memoria de las que son como yo está llena de dolor, de un dolor que, gracias a que ellas lucharon, yo no tuve que atravesar. La memoria de las travas es una fortaleza y las travas somos el pueblo. Que la memoria de nuestro pueblo sea nuestra fortaleza.

Nos leemos la próxima.
Vir del Mar

*Por Vir del Mar para La tinta / Imagen de portada: Pablo Tesoriere.

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Palabras claves: literatura, Lohana Berkins, Vir del Mar

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