Retacona, rebelde, ronca y resistente, un biodrama de actriz

Retacona, rebelde, ronca y resistente, un biodrama de actriz
17 mayo, 2024 por Noe Gall

Los sábados de mayo en la sala Cirulaxia, se está llevando a cabo Bochorno, un unipersonal de Elena Cerrada que, en un exquisito trabajo, devela capa por capa al patriarcado y sus diferentes dimensiones. Lo hace desde un relato autoficcional, donde entrelaza su propia vida con la ficción, en un juego de Elenas: evoca a Helena de Troya, permitiendo allí desplegar sus dotes como actriz, a la vez que mostrar cómo incluso la mujer más bella de la historia quedó entrampada en las redes de las narrativas patriarcales.

Bochorno es una obra de teatro que habla desde el cuerpo. Elena Cerrada encerrada en una cama de la que no baja nunca, atrapada en ese cuerpo que es su propio campo de batalla, nos interpela, nos hace preguntarnos sobre nuestro cuerpo, nuestros dolores, nuestras cicatrices.

Es la primera vez que escucho a un útero gritar y, en su grito, se anudaron nuestros dolores. Dolores feministas, mandatos sociales que, por más que luchamos y luchamos, siguen ahí operando desde las sombras, susurrándonos al oído todos los fracasos, las frustraciones por no alcanzar ese paradigma, ese modelo de belleza imposible. No conozco a ninguna mujer que esté conforme con su cuerpo. Elena evidencia todas esas inconformidades, una a una, los miedos, los fracasos, los dolores y los sueños también. 

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Imagen: Nany Palazzini

Una voz crece desde adentro, desde ese útero y sale como la sangre a borbotones, como un pus que quiere ver la luz. “No sé cómo estar en mi cuerpo”. ¿Cómo hacer hablar un útero sin el arte de la representación? Elena, de manera muy sutil e inteligente, expone cómo los ideales de belleza y de juventud van de la mano de los ideales de actuación contemporánea. Y actúa, actúa y actúa como ya no se actúa. Algún crítico o crítica podría decir que sobreactúa o exagera, acude a herramientas dramáticas que patetizan el texto. Y sí, es phatos puro, aquí hay hybris desbocada, furia, catarsis femenina, un cuerpo se abre y grita. Teatro, puro teatro. 

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Imagen: Nany Palazzini

Elena invoca a la Helena de Troya, en un juego de sábanas, luces, sonidos estruendosos, viejos y amados artificios teatrales, le da voz y cuerpo a Helena, la mujer que amó y se dejó amar, la mujer que la historia se dedicó a condenar. La mujer que padeció el ideal de belleza como un castigo y a la que se le endilgan guerras y más guerras. La reivindica y le reconoce su agencia, su deseo, la perdona, la comprende y, en ese gesto, nos perdonamos, porque ¿quién no amó patéticamente alguna vez? 

El universo poético de la obra es un gran abrazo catártico a todas las personas con útero que hemos pasado por algunos de los designios que este órgano nos depara, por el simple hecho de haber nacido con él dentro. “Aborté y luego dejé que crecieran los tumores”. ¿Cómo hablarle a los tumores? ¿Cómo decirle al cuerpo que no se vuelva en contra? ¿Cómo explicarle que el tiempo biológico donde se espera que generemos vida, muchas veces, no va en sintonía con la creación de nuestra propia vida? Elena nos trae el sufrimiento de tener un útero y haberlo perdido. Nombra su cuerpo como un cuerpo saqueado. Lejos de traer mensajes conciliadores o pacifistas con la menopausia, ese estado al que llegaremos todas las personas con útero inevitablemente, lo vuelve un ring de lucha, tomada por los vaivenes hormonales, los sofocos, los cambios de humor, el deseo, la piel. Lucha, baila, llora, canta.

“Las mujeres, a una edad, perdemos protagonismo en la vida”, sin embargo, Elena construye su propia narración, crea el escenario donde puede habitar la incomodidad de ser mujer en este mundo y lo manifiesta desde su corporalidad que es quien le da vida al discurrir de la escena. Aparece el cuerpo de una mujer de casi 60 años, que construye “su tiempo” en el aquí y el ahora de su vida.

Una conversación con la creadora

―Tengo una relación problemática con mi útero, me diagnosticaron endometriosis desde muy chica y, hace unos años, me descubrieron unos miomas, y es la primera vez que una obra de teatro me permite transitar esa experiencia de manera catártica. ¿Con cuántos dolores, mandatos, cicatrices cargamos en nuestros cuerpos por el solo hecho de ser mujeres? Se habla muy poco de la salud y el cuidado de nuestros cuerpos, de la endometriosis se sabe muy poco. Con tu actuación y la poética que generás, permitís la catarsis, permitís que una llore, se enoje, se conmueva, se sofoque. 

―Lo que nos toca en el cuerpo femenino es algo así como el designio de los dioses, porque, en realidad, una no puede modificar nada de lo que te toca hormonalmente, como esto de menstruar siendo una niña. En mi caso, menstruar semanas enteras con unas hemorragias, sangrados enormes que me volteaban a la cama, casi que el odiar ser mujer. Menstruás porque es lo que se supone que te permite ser fértil para ser madre, cosa que nunca quise, siempre supe que no quería ser madre. Hay un juego con el nombre de Helena, con esto de arder Troya y con el sentirme arder. He tenido una menopausia muy fuerte, porque me sacaron el útero a los 37, tuve una menopausia quirúrgica, una menopausia agresiva, larga, no a todas las mujeres les toca eso. Fue muy desequilibrante la menopausia, casi de la locura troyana y una guerra contra mí misma, una guerra para que no se note lo que me pasaba adentro cuando te agarran los sofocos y los calores. Por ejemplo, cuando estás dando clases, se te nubla la cabeza, te olvidás de lo que tenés que decir… es como un paréntesis, un momento de lucha, de guerra y tampoco lo decidí, tampoco lo hubiera querido. En esto de pensar en Helena de Troya como la más bella de las mujeres, en nuestra sociedad, es algo que se sigue anhelando, se piensa que, por ser mujer y ser bella, se tiene el camino allanado, porque siempre estamos buscando esa cuestión de que nos miren, nos deseen, nos confirmen desde la mirada de afuera los patrones tan odiosos, por suerte, cada vez más menos y más amplios.

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Imagen: Nany Palazzini

―¿Cuándo te volviste feminista? ¿Cuál fue tu primer gesto o acto feminista del que tengas memoria? ¿Quién te acercó el feminismo a tu vida?

―Cuando era muy pequeña, antes de que volviera Perón a la Argentina y siendo de una familia muy politizada con mucha militancia, recuerdo discusiones en general de hombres, aunque mi mamá era muy discutidora también; ahí tengo una de las primeras muestras de que ser mujer tenía que ver con el pelear por el espacio, hacerse escuchar. Mi mamá ha sido una persona que, habiendo hecho solamente la escuela primaria, de un pueblo del sur en Río Negro, donde yo nací por casualidad, ella tiene un interés por la historia argentina y todo lo que pasa alrededor, una inquietud por estar ligada a todo lo que tiene que ver con la realidad, los vaivenes políticos, con todo. Cuando era chiquita, había discusiones en mi casa, discusiones entre mi abuelo, papás, tíos. Era época donde todas las familias y las reuniones de navidad, por ejemplo, terminaban en grandes discusiones, a puertas cerradas por la dictadura. Y cuando la cosa se ponía álgida, me metía entre las piernas de los hombres y gritaba, pensaba que los podía distraer y hacer que se desviara la intención de la discusión. Siempre me asustó mucho esa cosa violenta en el decir ―que, sin embargo, luego lo tomé mucho―. Creer que con mi tamaño ínfimo podía detener las guerras de las discusiones ideológicas, de ahí en más, siempre he sido una disidente”.

―Me pareció muy interesante la analogía que hacés con la edad y las formas de actuaciones contemporáneas. ¿Cómo ves las actuaciones hoy? ¿Qué pensás de esa moda de hacer como que no actúo, de abandonar la representación?

―Hay cosas que veo de teatro de les nueves actuantes que me parece como poco, que me suena a casi nada, trabajar con la misma energía con la que vas al supermercado o estás sentado en la computadora… Se pierde todo lo que en nuestra época trabajamos tantísimo, que era esto de la regulación de la energía, la proyección, que se escuchara si trabajabas en un espacio grande o en una sala pequeña, el poder susurrar o levantar el tono y gritar, el poder ampliar un gesto para que se vea desde muy lejos, el poder sostener de alguna manera las detenciones, bueno, todo lo que tiene que ver con el ritmo, el manejo energético y lo mágico de la representación. Se van dando, en la historia del arte, distintas búsquedas y, claramente, todas son válidas, pero me suena extraño que cuanto menos hagas, así debe ser o está bien, y todo lo demás es mucho, sobreactuado, exagerado. Nunca hice cine porque me siento muy exagerada y, bueno, en algún lugar mío, creo que queda este ideal de las actuaciones para escenarios amplios. 

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Imagen: Nany Palazzini

―Cirulaxia está de cumpleaños, 35 años de sostener un espacio, no puedo dejar de hacer la analogía con la edad en la que te removieron el útero, 37 años. ¿Algo de ese movimiento en tu vida tuvo que ver con Cirulaxia?

―Cirulaxia este año cumple 35 años de grupo y 25 años de espacio Cirulaxia, ha sido un gran útero para todas las creaciones colectivas por compromiso y convicción. En tiempos donde por ahí era muy común el nombre de algún director varón, que eran como los dueños de los grupos y marcaban la estética con la que se trabajaba, y les actuantes eran como una especie de masilla que moldeaban a su gusto; nosotros decidimos trabajar en lo horizontal, en la creación grupal, en el que no hubiera ninguna jerarquía. Que cada signo que estuviera en el escenario, cada palabra, cada decisión fuera consensuada y, bueno, así lo hicimos. La apuesta grande fue a la de un modelo muy distinto al de este tiempo y realmente sostener un equipo de trabajo y creativo durante tantos años es un logro inmenso. Seis personas que, durante tantos años, hemos convivido y hemos creado y nos hemos criado juntos casi como hermanos teatrales, creo que, en nuestro país, no hay tantos grupos que se sigan manteniendo con las mismas personas tantos años. Yo lo siento como un tesoro, eso, como un tesoro en mi vida. 

―Gracias por poner el cuerpo, por la entrega y la generosidad, tuve una experiencia realmente catártica, estirpé dolores profundos, suturé colectivamente viejas heridas.

―Yo siempre me preguntaba a quién podía importarle mi historia, por eso, dudé mucho, me costaba mucho pensar en qué iba a pasar con la obra y realmente lo que pasa es como decís, muy catártico. Ver tanta gente llorando, la gente se acerca y me abraza y me dice: “Hablaste por mi boca”. Me dice cosas que son muy intensas y no solo mujeres, también algunos hombres se acercan con un llanto que, por ahí, se desconoce, estoy muy conmovida. Me llené de signos; la cama está hecha con la cama de la infancia de mi papá, hay cosas de mis abuelos, está todo muy cargado porque la obra es un testimonio teatral, es un texto autobiográfico, en algunos momentos, delirados y forzados hacia otros lugares, pero cuento cosas que son verdaderas.

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Imagen: Javier Cerrada

Las mujeres de casi 60, como tengo yo, vamos quedando afuera de las historias y de las posibilidades y de las miradas, y eso también tiene que cambiar. Así como tiene que aceptarse la diversidad de elecciones de todo tipo, también la diversidad etaria y la valoración, el hecho de que toda vida vale, la importancia de cada vida, de todas las vidas. Me quedo con eso después de haber estrenado, me quedo con eso de que, cuando uno puede ser genuino y honesto para contar su dolor, sus heridas, sus cicatrices, resuena y se alivia, las penas compartidas se alivian. Gracias. 

Pueden ver la obra todos los sábados de mayo en la sala Cirulaxia (Pje. Agustín Pérez 12, Córdoba capital).

Ficha Técnica 

“Bochorno, terrible peso de un exceso de sentido” es una obra coproducida por Cirulaxia Teatro y Proyecto Lilith. Ganadora del Premio El Teatro Cordobés TEATRES 23/24 (Municipalidad de Córdoba) y el Premio a la Trayectoria de la Escena Cordobesa 2023 (Agencia Córdoba Cultura).

Idea general: Elena Cerrada | Co-dirección: Elena Cerrada y Ariana Andreoli | Actriz y texto autobiográfico: Elena Cerrada | Dramaturgia corporal y movimiento textual: Ariana Andreoli | Diseño espacial e iluminación: Víctor Acosta | Diseño y concepto sonoro: Pablo Behm | Realización escenográfica: Osvaldo Cerrada | Comunicación: Nati Arriola y Juan Ferreyra.

*Por Noe Gall para la tinta / Imagen de portada: Nany Palazzini.

Palabras claves: Cirulaxia Teatro, feminismo, Teatro

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